OpiniónOpinión Nacional

El esfuerzo académico convertido en sal y agua

Es difícil escribir acerca de un tema que pareciera importarle muy poco a los afectados. Salvo los gremios de docentes universitarios y los de trabajadores en general del sector universitario, los docentes parecieran no hacerles mella el paupérrimo salario que cobra por su esfuerzo y por su dedicación a la academia. Se izan banderas de solidaridad y solamente un grupito de docentes hacen eco para exigir respeto y restitución de sus derechos. Ni hablar del panorama triste y desolador de las Universidades Experimentales, donde puede más la actitud silente de la indiferencia. La verdad es que el salario de los docentes universitarios está por debajo de otras profesiones en la Venezuela revolucionaria, llevando al docente, en vez de crearle espacios para su crecimiento intelectual y profesional, a ocupar su tiempo en “cazar” ofertas de alimentos y buscar trabajos extras que le puedan ayudar a terminar el mes.

Hoy más que nunca los docentes universitarios están descapitalizados y viviendo el día a día, sin posibilidad de construir futuro, menos de alguna esperanza de esa vida de tranquilidad y paz que avizoraba el hecho de concursar en una Universidad, estudiar postgrados y participar en investigaciones. Ese esfuerzo se ha convertido en sal y agua, y lo grave es que afecta a “revolucionarios rojitos” y a “escuálidos apátridas”. No se escapa nadie, como no es posible escaparnos de la muerte, de la miseria de salario que cobra hoy día un docente universitario.

Si un docente universitario, con escalafón titular (para lo cual se necesita muchos méritos, más que esos que se le exigen a un General de la República), puede mantener una familia de cuatro personas, o peor aún, mantenerse él mismo, si lo dice, es un embustero. Porque es inviable comprar cosas que están cinco y hasta seis veces por encima del valor monetario que se gana. La crítica va a esa actitud silente, cómplice con un Estado que no responde a las necesidades del sector universitario, sino que lo asfixia, que lo segrega y lo lleva al último peldaño de esa escala de marginalidad en que pareciera le conviene al proceso revolucionario tener a la gente.

Soy crítico de esta actitud del patrono directo que es el Estado, cónsono con las ideas revolucionarias de una sociedad que priorice lo social por encima de lo económico-financiero, pero no puedo ser incondicional con políticas laborales hacia el sector universitario que lo está deprimiendo, porque su capacidad adquisitiva ya la pulverizó desde el primer trimestre del año en curso.

En un aspecto puntual, si comparamos la realidad de los docentes universitarios venezolanos con sus afines en Latinoamérica u otras partes del mundo, entendiendo lo odioso y repulsivo que tiende a ser las comparaciones, se tiene que el promedio salarial de los docentes de México, Colombia, Argentina y Brasil, por dos que son cachorros del Imperio (a juicio del Oficialismo) y otros dos que han sido afines al ideal revolucionario y sus políticas educativas, aunque ya se ha distanciado un tanto, están entre 3.300 y 4.500 dólares al mes; un profesor aquí, similar en su escalafón, con doctorado y post doctorado, apenas gana Bs. 15.297 bolívares en promedio (187 dólares a tasa Dicon de 80,000 bolívares).

Ahondando en la experiencia de Colombia, el rango salarial de académicos va desde US$ 259.03 hasta US$ 1,055.7; los profesores bolivianos ganan entre US$ 272.32 y US$1,016.51; en Perú están por el orden de entre US$ 359.7 y US$ 1,560, dependiendo el escalafón que ocupe (cinco escalafones tienen el mundo académico-universitario: instructor, asistente, agregado, asociado y titular). Y si colocamos de ejemplo a Chile, que es el que mejor paga, entre US$ 1,174 y US$ 3,880.

Estos datos, que son del Centro de Educación Superior Internacional (CIHE, por su sigla en inglés) de Boston College (EE.UU.) y el Laboratorio para el análisis Institucional de la Escuela Superior de Economía (HES, High School of Economics) de Moscú, Rusia; muestran, de manera directa que lo que percibe un docente universitario en Venezuela ni siquiera es un salario, es una especie de ayudantía que no permite la subsistencia digna de los investigadores y docentes de nuestras universidades.

Otro dato, en este caso de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en el caso de Europa, el país que paga mejor a sus profesores es Luxemburgo, donde un recién egresado gana 79.000 dólares al año y puede alcanzar 137.000 dólares en la cumbre de su carrera; le sigue Suiza con un tope de 103.000 dólares y Alemania con un máximo de 84.000 dólares. Respecto a aquellos profesores menos privilegiados en Europa, la República Checa tiene un límite de 22.000 dólares incluso después de 10 años de experiencia, Polonia asciende a 26.000 dólares y Hungría con 27.000 dólares como aspiración salarial máxima, siendo estos tres últimos los más bajos salarios en ese continente.

De una manera puntual, el salario del docente universitario, con diez años de antigüedad, tienen una mayor proporción en Costa Rica, con 181 por ciento por encima del PBI; y México, con 125 por ciento. Esta realidad muestra la necesidad de encarar el desafío fortaleciendo la capacidad crítica de exigir los derechos a salarios dignos para una profesión que exige mucho para garantizar el cumplimiento adecuado de sus funciones y competencias. El propio comunismo radical lo establece como axioma: “salarios según el talento y capacidad”. No se está pidiendo nada extraño ni se está presionando demás, se está pulsando dentro de márgenes de justicia y equidad, donde la balanza hoy está totalmente en desventaja hacia el lado de quienes viven en el ámbito de la comunidad universitaria.

¿Qué hacer? Bueno, antes que nada, abandonar la actitud silente y cómplice con un patrono que no nos reconoce el esfuerzo y la dedicación, y que se exija a las políticas públicas universitarias que adecuen el salario al valor internacional que merecemos. El llamamiento no debe hacerse con paros ni tomas de calles o veredas, eso no es una postura racional e inteligente de quienes representamos los saberes de un país; debe haber una postura crítica activa, constante, pero haciendo nuestra labor universitaria. Demostrar que tenemos musculo crítico y a través de escritos e intervenciones públicas, romper el cerco de la indolencia y hacer posible lo imposible en la realidad de tolerancia del país: que el Gobierno se sensibilice y actué en consecuencia. Si nos convertimos en rebeldes violentos y anárquicos, obtendremos posturas duras, justificadas por nuestra desobediencia civil. Es necesario mostrar un camino táctico coherente que desmonte la idea de que la academia no es inversión, porque esos son algunos postulados de gente del Gobierno, porque la academia es el vínculo real de ese Estado hoy omnipotente con sus potenciales escenarios de bienestar y progreso, en un mundo global donde el conocimiento y la tecnología dominan el futuro.

[email protected]

Los comentarios, textos, investigaciones, reportajes, escritos y demás productos de los columnistas y colaboradores de analitica.com, no comprometen ni vinculan bajo ninguna responsabilidad a la sociedad comercial controlante del medio de comunicación, ni a su editor, toda vez que en el libre desarrollo de su profesión, pueden tener opiniones que no necesariamente están acorde a la política y posición del portal
Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba