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El «Plan Centroamérica»

El intento de conseguir que otro Estado, asuma la responsabilidad principal de ejercer o llevar a cabo acciones que protejan nuestros intereses vitales, permitiendo que se tenga un rol secundario en la consecusión de las mismas, no es una situación novedosa dentro del escenario internacional, siendo reconocido este concepto en términos anglosajones como “buck-passing” (pasando la carga) y usado predilectamente para señalar las políticas de seguridad de Europa, la OTAN y el rol de los Estados Unidos.

No obstante, en América Latina, por décadas nos hemos enfrentado a diferentes crisis económicas y sociales más que de seguridad internacional, que han requerido del esfuerzo conjunto de los gobernantes de la región para evitar una mayor repercusión en dichas áreas. Sin embargo, no debe confundirse el tener soluciones integradas a un problema, con exigir y transferir responsabilidades a otro Estado, en especial en aspectos financieros y sociales, que es lo que pudiera suceder con el tema de la migración en Centroamérica y los Estados Unidos.

En la última semana de julio, los presidentes de El Salvador, Guatemala y Honduras, sostuvieron un encuentro con el presidente de los Estados Unidos, a los efectos de tratar los grandes y constantes flujos migratorios dentro de sus fronteras, en especial el de los niños centroamericanos, solicitando los primeros, más recursos y la activación de una nueva iniciativa para la región que pudiera denominarse “Plan Centroamérica”, haciendo eco al Plan Mérida y Plan Colombia como sistemas de ayuda a países en conflicto por parte de los Estados Unidos, debido según los mandatarios, a la ineficiencia de la iniciativa de la Seguridad Regional de Centroamérica (CARSI) ,que desde 2008 ha destinado más de 500 millones de dólares a estos países.

El presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, consideró que “una Centroamérica violenta a raíz de las drogas, permeada por el narcotráfico y en pobreza representa un alto costo no solo para Centroamérica sino para Estados Unidos» y el presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, explicó que “Estados Unidos está invirtiendo casi 20.000 millones de dólares en la frontera, en todo lo que significa la seguridad, patrulla fronteriza… si solo un 10% de ese monto se destinara a apoyar a los países de Centroamérica, el flujo de migración se podría disminuir”.

Asimismo, durante los días de encuentro, las delegaciones de los respectivos países acudieron a reuniones con diversos entes internacionales y a la OEA, donde se aprobó la Declaración sobre “Las niñas, niños y adolescentes centroamericanos migrantes no acompañados”, en el que se estipula solidaridad de los gobiernos y el apoyo a la reunificación familiar donde corresponda. De igual forma, insta a los países de origen a destinar recursos para crear oportunidades de empleo y desarrollo social. Y es ahí, donde el verdadero énfasis debe estar puesto, en cómo estos gobiernos asumen superar la violencia, la corrupción y mejorar la economía de cada uno de sus países.

Los índices de cada uno de ellos no son los mejores, en especial cuando todos comparten un pasado de conflictos armados y políticos, con grandes exclusiones sociales, que marcan su presente de manera oprobiosa y con un índice de desarrollo humano medio. En Guatemala, se registró una cifra extraordinaria de más de 6.000 muertes violentas el año pasado, producto de las bandas delictivas y el narcotráfico, siendo la iniciativa de fomento de seguridad más conocida el aumento de policías. En materia económica, siguiendo lo reseñado en el Informe de Desarrollo Mundial del Banco Mundial de este año, la pobreza aumento entre 2006 y 2011 en 2.7%, con un 53.7% de personas por debajo del umbral de la pobreza. Finalmente, el estudio Impunidad y corrupción en el ámbito fiscal, de la organización Acción Ciudadana en 2012, calculó en 24% del Presupuesto General, el monto de las pérdidas por corrupción.

Referente a Honduras, el Banco Mundial en el informe ya citado, estableció un 60% de personas debajo del umbral de la pobreza y Transparencia Internacional en el área de corrupción calificó al país como uno de los tres países con mayor índice de corrupción en el mundo. En el área de seguridad ciudadana, la impunidad es un elemento característico, siendo reconocido por organizaciones como las Naciones Unidas y la OEA, como uno de los países más violentos en el mundo y el más violento en América Latina.

En el caso de El Salvador, las características son semejantes a los anteriores, una economía en necesidad de ser revitalizada, una inseguridad en niveles preocupantes, con 14 muertes diarias y con un propuesta principal del nuevo gobierno de luchar contra ella con el ejército en la calle, dejando atrás los acuerdos que se habían alcanzado con las maras respecto a la pacificación. Del mismo modo, también se observa una corrupción galopante.

En comparación con el CARSI, el solicitado “Plan Centroamérica” no pudiera agregar mayor forma de atacar estos problemas, ya que el primero se ocupa de manera integral de cinco objetivos, como el mantenimiento de calle seguras, el desmantelamiento de bandas criminales, el apoyo a gobiernos fuertes y el estado de derecho, el restablecimiento de la fuerza efectiva del Estado y fomentar la cooperación entre asociados privados e internacionales en el área.

En estos temas todo país y organismo internacional tiene un límite en sus actuaciones, pues en ellos la base es la corresponsabilidad y ningún plan propuesto podrá por obra de magia revertir la situación sin que se emprendan mecanismos de actuación internos idóneos, que es el factor decisivo en esta lucha contra la emigración en Centroamérica. Es decir, la solución no es solo un nuevo plan con más dinero, y esto es algo que dentro de la Casa Blanca y el congreso norteamericano, están en capacidad de observar.

A los técnicamente nuevos presidentes de esta región, no se les debe olvidar que el compromiso primordial es el que tienen ellos como mandatarios en garantizar desarrollo, progreso y bienestar a sus ciudadanos, ya sea desde un enfoque estructural o mediante profundas revisiones internas para el fortalecimiento de sus instituciones, que siempre será más efectivo que cualquier compromiso de ir de gira en gira, solicitando financiamiento y ayuda internacional, esperando que estos mecanismos por si solos resuelvan el problema.

A un país no lo condena solo su tamaño o espacio geográfico, y por más pequeño que éste sea, el mismo no debe ser proporcional al intelecto y capacidad de respuesta que deben tener sus líderes ante los desafíos. Al parecer los presidentes de Centroamérica antes de haber emprendido su gira para solicitar más fondos a los Estados Unidos para tratar de detener la emigración, debieron haber leído la frase de unos de los expresidentes norteamericanos más conocidos, John. F Kennedy “no te preguntes qué puede hacer tu país (o en este caso los Estados Unidos) por ti, pregúntate que puedes hacer tu por tu país”. El combatir la corrupción interna antes de solicitar más recursos a otros países y organismos internacionales, por ejemplo, es un buen inicio.

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