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El revocatorio: sí o también

El primero es que, tras mucho forcejeo, el referendo revocatorio sea convocado este año, lo que conduciría casi con seguridad a la salida de Maduro del poder y a la celebración de nuevas elecciones presidenciales. Muchos suponen que en ellas habría solo dos candidatos: el chavista, sea quien sea, y Capriles. Sin embargo, es irreal pensar que tras un revocatorio exitoso Leopoldo López vaya a seguir en la cárcel, lo que abre la posibilidad de una pugna por la candidatura de oposición. En ella entrarían, además de López, Ramos Allup, Chúo Torreaba y María Corina Machado, por lo menos. Uno esperaría que la MUD, tras jugar con candela un rato, logre ponerse de acuerdo en un nombre único, pues han de estar cansados de hacerse el harakiri. Quizás ideen algún proceso que haga las veces de elecciones primarias. La autoridad electoral, por supuesto, no les va a colaborar. Al final es probable que la MUD tenga un único candidato y que este sea elegido presidente. Esa es la parte fácil; la difícil será cargar con el colosal bacalao que significa hoy el poder en una Venezuela sumida en el caos.

Me cuentan, sin embargo, que este primer escenario es remoto. Maduro, sabiendo que su único futuro es el presente, no va a dejar de poner una seguidilla interminable de trabas con el fin de posponer el revocatorio hasta 2017. En realidad, nadie lo puede forzar a que sea este año, pues el único contrapeso institucional que existe, la Asamblea Nacional, está bajo jaque permanente, no ya del poder Ejecutivo, sino, peor aún, del poder Judicial que ha sido de bolsillo del régimen desde los tiempos de Chávez. Los náufragos, ya se sabe, se aferran a cualquier cosa que medio flote.

Aquí es donde salta la liebre: en 2017 Maduro perdería el revocatorio por el mismo margen que este año o por uno mayor. Y entonces la situación del poder chavista se volvería insostenible. No solo entraría a mandar un vicepresidente elegido por Maduro, no por el pueblo, sino que el deterioro de la legitimidad se aceleraría y pronto se llegaría a un punto de no retorno. Al menos para mí es difícil entender cómo alguien pueda conservar el poder en esas condiciones. Esto nos remite de regreso al primer escenario, solo que con uno o dos años de retraso.

Imbuidos por un arcaico sentido de misión que les viene de ultratumba, los chavistas se quedaron en el poder más tiempo del que les convenía. Ahora, huérfanos y exaltados, esperan a que baje de los cielos una paloma de fuego enviada por el difunto Hugo. No vendrá. Esta exagerada permanencia le hizo un daño extraordinario a Venezuela, claro está, pero fue todavía peor para el mito chavista, hasta el punto haberlo desbaratado. En el futuro nadie los identificará con los años dadivosos del comienzo, sino que será imposible no recordar el saqueo, la ineptitud, la violencia criminal, las colas y las penurias de estos últimos años. De más está decir que si tuvieran soluciones para los problemas del país, ya las habrían aplicado. No las tienen.

Decía Karl Popper que la democracia es un sistema que tiene que servir, sobre todo, para sacar del poder a los malos gobiernos. Pues bien, la destrucción de la separación de poderes en Venezuela ha evitado justamente eso. De este ahogado puede al final no quedar ni el sombrero.

@andrewholes

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