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El saqueo de Venezuela

No, no me refiero al más del centenar de asaltos o saqueos puntuales a locales o transportes de alimentos, que han logrado ser documentados por el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS), solamente en lo que va del 2015, y con tendencia creciente y alarmante… Al respecto, por cierto, es muy ilustrativo el reportaje central recién publicado en Talcual. Pero no. No es ése el tipo de saqueo a que hace referencia el título de las presentes líneas. Es a un saqueo incomparablemente más vasto, más sistémico, y más dañoso: el saqueo que la hegemonía roja ha perpetrado en Venezuela.

Saquear es apoderarse de todo o la mayor parte de aquello que hay o se guarda en algún sitio. Por lo general, además, de forma violenta. Y con base a esa definición, se puede perfectamente identificar lo ocurrido en nuestro país en estos años del siglo XXI, como un saqueo. Es más, no sólo se puede, se debe… Venezuela ha sido y está siendo saqueada en lo político, económico y social. Un saqueo continuado, por así decirlo. Un saqueo envuelto en ropajes de soberanía, socialismo, justicia, igualdad, revolución, y otras palabras largas que, en realidad, forman parte del propio saqueo, porque éstas, al ser vaciadas de su contenido con el fin de amparar la depredación, han sido, también, saqueadas.

El apoderamiento del poder público equivale a un saqueo político del Estado. Cierto que hay votaciones de por medio, pero amén de su impresentable calidad –sobre todo a partir del 2004, la llamada legitimidad de origen ha sido obliterada por la legitimidad de desempeño democrático. La Constitución y el resto del ordenamiento jurídico no tienen valor intrínseco para la hegemonía, sino meramente utilitario. No es que el estado de derecho haya sido violentado, es que ha sido saqueado. Al apoderarse de todas las instituciones democráticas y manejarlas como marionetas del poder continuista, la hegemonía ha saqueado la estructura de la democracia y hasta de la república. Para ello, no hay duda, ha sido muy influyente la sapiencia de Fidel Castro, experimentado saqueador de naciones enteras.

Los derechos humanos, las libertades ciudadanas, el derecho a elegir, la administración de justicia, la autonomía de la sociedad civil, la libertad de expresión y comunicación, nada ha escapado al saqueo hegemónico. Nada. Y casi lo más grave es que ello se ha llevado a cabo, paso a paso, en nombre de la democracia. Y lo más grave, es que buena parte del país lo ha creído así. Muchos sorprendidos en su buena fe e impulsados en sus necesidades, otros encantados en su mala fe, algunos condicionados por sus complejos y resentimientos, y no pocos afectados por una ignorancia crasa y supina, de la que también es responsable la democracia que se empeñó en desvalorizarse a sí misma.

¿Y qué señalar del saqueo económico? La economía venezolana está en manos de una comandita dedicada a repartirse el 6,30. Todo lo demás es secundario. Los cuantiosos ingresos de la gran bonanza petrolera del siglo XXI han sido, en su mayor parte, saqueados. Pdvsa ha sido saqueada. Las empresas básicas de Guayana, también. Los polos industriales de todo el país, igual. El Fisco nacional, ni hablar. Las raquíticas reservas del BCV son el residuo del saqueo. La boliburguesía o la boliplutocracia son causa y efecto del saqueo. Venezuela es un paraíso para el mercado internacional de aviones y yates de lujo, al mismo tiempo que su población permanece en colas interminables para tratar de conseguir comida, medicinas o cualquier producto básico. Si eso no es saqueo, nada es saqueo…

El dominio de lo social tampoco ha escapado al saqueo de la hegemonía. El hampa se ha apoderado del país y no guerreando contra el poder establecido, sino bajo su égida. ¿O qué son los colectivos armados y las denominadas “zonas de paz? La ocupación por las malas o las peores de los espacios de la comunicación, o de la cultura –con las excepciones del caso, es una forma de saqueo, quizá no tan notoria pero sí con consecuencias de fondo. La obsesión por transmutar la educación nacional en una forma de idolatría partisana y falsaria, es una expresión de saqueo. La pretensión de falsificar y hasta abolir la historia –Manuel Caballero dixit—es un saqueo característico de los despotismos.

Sí, en la Venezuela del presente están aumentando los asaltos a establecimientos o transportes de comida, ante la desesperación de las personas y sus familias. Y estos saqueos no deberían suceder en un país como el nuestro, inundado de petrodólares según los reportes oficiales de Pdvsa. Pero suceden y cada vez con más frecuencia e intensidad. Son el resultado de ese otro saqueo, aquel que es incomparablemente más vasto, más sistémico y más dañoso: el perpetrado por la hegemonía en contra de Venezuela.

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