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El secuestro de Leopoldo

El pasado jueves 16 atendimos una gentil invitación de Diana López, insigne promotora cultural, para participar en un recital de poesía con noveles vates integrantes del grupo “La Ventana” y bardos consagrados, realizado en la plaza Bolívar de Chacao, con motivo de los tres años del infame encarcelamiento de Leopoldo y de solicitar le sea restituida la libertad conculcada tanto a él como a decenas de venezolanos, por el solo hecho de ejercer el derecho constitucional de disentir del actual gobierno. Pudimos hacer allí un símil entre la prisión de Andrés Eloy en el castillo de Puerto Cabello, su “barco de piedra”, bajo la dictadura de Gómez y el secuestro de Leopoldo en el penal militar de “Ramo Verde”, bajo el régimen autoritario que impera en nuestra patria. Agradezco a la Dra. Antonieta de López Gil el obsequio, en ese acto, de un ejemplar dedicado del libro de Leopoldo, “Preso, pero libre”.

El sábado 18, junto a mis fraternos amigos Piero Ballatore, Miguel Méndez Fabbiani, Alirio Oliveros y Pedro Pablo  Alcántara, acompañamos a Lilian Tintori, revelada como una infatigable heroína por la libertad de su esposo y de Venezuela, y a los dirigentes y militantes de “Voluntad Popular” y de otras fuerzas políticas que se dieron cita en Santa Fe para marchar hasta el distribuidor Altamira.

Leopoldo sufre una prisión injusta, ordenada desde el alto gobierno, como lo denunció valientemente el Dr. Franklin Nieves, fiscal de su caso. Más aún, él está secuestrado en una celda liliputiense, donde le cercenan sus derechos humanos, celda que rememora la alucinante narración de las mazmorras gomecistas hecha por Pocaterra. En su libro “La rebelión de los ángeles”, la Dra. Ángela Zago, quien era aliada de Chávez y luego rompió con él, relata los privilegios que tenía el Comandante en el cuartel San Carlos, donde le llevaban el menú para que seleccionara la comida de su preferencia, cuando estaba detenido por su intento de golpe de Estado el 4-2-1992. ¡Que diferencia!

El secuestro de Leopoldo es un infortunio, pero tenemos razones para mirar con optimismo el futuro, porque un prisionero de conciencia como él, fortalecido axiológicamente, puede estar preso pero sentirse libre, experimentando la maravillosa sensación de que su alma se evade de los barrotes y los candados del penal. Él está poseído por una fe sin horizontes en la recuperación democrática de Venezuela, en la conquista de una sociedad sin excluidos, que surja de un gran acuerdo nacional, sin rencores, sin odios, donde haya garantías de que “todos los derechos sean para todos los venezolanos”. Ese es hoy un grito a voces del pueblo venezolano.

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