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El viernes negro venezolano

Colas y rebajas ¡Nada que envidiarle al imperio! Los venezolanos tenemos nuestro propio “viernes negro” extendido, gracias a la magnífica obra de la revolución, que se encargó de reeditar el llamado “Dakazo”, para demostrar que el poder adquisitivo del venezolano es altísimo, más alto que nuestro nivel de paciencia. El viernes negro venezolano se vive entre colas kilométricas, robos y trifulcas. Un sello que hace nuestra temporada de ofertas únicas, una dónde no solo se rematan electrodomésticos, se liquida al país.

La gente duerme en carpas desde hace una semana para comprar un plasma a precio de gallina flaca, hay quienes hacen de las colas su negocio, se venden puestos estratégicos por precios que no bajan los diez mil bolívares, otros alquilan carpas, colchonetas y sillas. El promedio de espera para entrar a la tienda son tres días, por eso las familias hacen turnos. “Hay que aprovechar, esto no es todos los días”, dice una señora en la cola y tiene razón, desde diciembre pasado tiendas como Daka no tenían mercancía, “llegó el momento de aprovechar”.

Otros que han aprovechado y bastante, son los choros, quienes sabiendo que la gente cobró sus aguinaldos buscan hacerse de lo ajeno sin mayor esfuerzo. Desde arriba se moldean conductas, por ello es imposible no comparar a quien roba con pistola con quien lo hace a través del ejercicio abusivo del poder. Son lo mismo: pillos.

Pero no todo es malo, faltar al trabajo no es un problema en nuestro viernes negro, con una Ley del Trabajo que castiga al empleador y propicia el ausentismo, muchos dejan sus puestos de trabajo para irse a meter en una cola. Decir “estaba en una cola” se ha convertido en una falta justificada en Venezuela. No importan cuántas horas de tiempo productivo se pierdan.

Esta ola de consumo se explica porque la mayoría de la gente paga con tarjetas de crédito. El gobierno ha sido el principal promotor del aumento de los límites de crédito a través de los bancos estatales, razón que ha presionado a que los privados hagan lo mismo. Quienes fueron más responsables pagaron parte del mono que tenían desde el año pasado en sus tarjetas con las utilidades, pero una gran mayoría sigue aumentando su deuda e inflando las cifras de consumo que luego serán mostradas por el gobierno nacional para decirnos “estamos bien”.

No somos nadie para juzgar, no faltan razones para salir corriendo a gastar bolívares, cuando todos los días vale menos. Nos prometieron pulverizar el dólar y volvieron polvo y cenizas el bolívar, salieron de gira internacional a subir el precio del petróleo y lo único que han logrado es que siga bajando rumbo a los 60 dólares. Lo cierto es que con un panorama tan oscuro en Venezuela, no nos faltarán días negros. Ahora más que nunca, unidad y fuerza.

 

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