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Elecciones 2017

Los que quieran encontrar una explicación a lo sucedido en las bizarras “elecciones” del 15 de octubre les recomiendo ver la película “El Padrino” de Francis Ford Coppola del año 1972. No hacen falta tratados de ciencias políticas ni golpes en el pecho. Lo sucedido era predecible en un país cuya institucionalidad está secuestrada desde hace un buen tiempo. Ilusos nuestros políticos busca cargos y una ciudadanía invisible que asiste a unas elecciones como un ritual dominguero sin apenas conciencia de los valores democráticos reales en juego.

En “El Padrino” definen la política de esta espléndida manera: la política es poder y éste básicamente un negocio y los negocios conducen al crimen. Entre mafiosos se entienden. Que unos días antes se haya incendiado por “casualidad” el edificio que sirve de sede en Venezuela a Odebrecht lo dice todo. El entramado de la corrupción hoy en las alturas del poder es oceánico.

Que un Presidente con el 10% de popularidad y con una gestión gubernamental errática orientada a producir ruinas en nuestro país haya arrasado en las elecciones, da la talla de una estafa histórica electoral sólo posible en sociedades cerradas y oprimidas.

¿Querían elecciones? Aquí están las “elecciones”. La tramoya del régimen militar era predecible, no así la actuación bobalicona de una oposición partidista atrapada en la dinámica clientelar heredera de los años de la decadencia bipartidista.

Lo más llamativo de ésta jugada sensacional, al estilo de la última escena de “El Padrino”, es que el ajuste de cuentas no sólo fue hacia la MUD sino básicamente hacia los mismos “aliados” como Arias Cardenas, Vielma Mora y Aristobulo Istúriz cada día más independientes y peligrosos para la facción Maduro-Cabello-Padrino. Otro antiguo aliado al que se la cobraron fue a Henri Falcón. No está demás decir que enterraron la poca credibilidad que aún conservaban Primero Justicia, Acción Democrática y Voluntad Popular. A un Nuevo Tiempo en el Zulia le dan ahora la tarea de dinamitar a Juan Pablo Guanipa. Una obra de tracalería política casi perfecta.

Seguimos sin entender que la democracia es incompatible con un sistema dictatorial aunque realice elecciones y permita discrecionalmente decidir como si fuera Dios mismo quienes ganan y quienes pierden. Muchos venezolanos ya hacen las maletas; otros quedan atrapados en la tristeza y desesperación.

¿Qué hacer? Lo primero es empezar a dejar de hacer el papel del tonto y actuar con un mínimo de dignidad y auto respeto; entender la realidad tal como es. Esta lucha por recuperar la democracia en el país apenas comienza y quienes tenemos convicciones libertarias claras sabemos que hay que reponerse y continuar luchando. Y entender de una vez por todas que Maduro representa un proyecto de dominación político a la cubana adaptándolo a nuestra muy peculiar idiosincrasia del desgano. A la larga, la razón y el sentido común se impondrán y recuperaremos al país, sólo sí aprendemos de nuestros errores y somos capaces de rectificar. Hacer esto es una responsabilidad compartida.

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