Elecciones en México 2018
José Luis Ortiz Santillán
Concluyeron las campañas rumbo a las elecciones presidenciales y legislativas de este 1 de julio. Los ciudadanos se encuentra enfrentado a la disyuntiva del continuismo o la renovación; enfrentados ante descubrir la verdad en el discurso de los candidatos o la retórica de siempre y el engaño, ante la posibilidad de mejorar su nivel de vida en la decisión que tomen este domingo o profundizar el deterioro de sus ingresos frente al desempleo, a la falta de oportunidades de trabajo y de salarios dignos que reconozcan la calificación de los mexicanos y las mexicanas.
Los partidos no han elegido a sus mejores cuadros, sino a los elegidos por quienes los dirigen. Hemos podido ver caras desconocidas, personas que no son líderes sociales ni dirigentes sindicales, sólo amigos de los amigos, hijos de papá, incondicionales, etcétera, etcétera, pero no hombres y mujeres surgidos del trabajo entre los ciudadanos, dirigentes políticos, sociales, comunitarios, sindicales. Esa es una cuenta aún pendiente del sistema político y sus partidos frente a los ciudadanos, que ahora podrán sancionar con su voto la mediocridad de los candidatos.
Las propuestas de los candidatos están en el aire, algunas aterrizadas más a la realidad que vive el país que otras. Cada candidato ha hecho sus propuestas sobre su visión del país para transformarlo, para enfrentar la pobreza y el desempleo, para hacer frente al aumento creciente de la delincuencia y la inseguridad; propuestas que son más creíbles en uno u otro candidato, que podrán ser reales o pasar a la retórica con que durante años la clase política ha engañado a los electores en cada período electoral como éste.
Sin duda el 1 de julio abre una oportunidad para iniciar la transformación del país, pero también para dar un nuevo salto al vacío que conduzca a seis años de frustración. No debemos olvidar que durante estos años miles de profesionales en México han permanecido fuera del mercado laboral; de nada han servidos sus estudios en el extranjero y su experiencia adquirida, ni los títulos de maestros en ciencias y doctorados, porque el sistema no premia la fuerza de trabajo calificada sino la relaciones de amistad, no importa que quienes lleguen a puestos de directores generales o directores generales adjuntos no sepan usar una computadora o trabajar en línea, aduciendo que prefieren “arrastrar el lápiz“ para ocultar su mediocridad.
Definitivamente, este 1 de julio se abre la posibilidad de cambiar el rumbo de México. Después de la crisis de “los errores de diciembre” en 1994, México debió aceptar las condiciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), para acceder a recursos financieros que le permitieran salir de una crisis que consumió las reservas internacionales, disparó la inflación y devaluó el peso, poniendo en marcha los programas de ajuste y estabilización del Fondo.
Sin embargo, después de superar la crisis y los cambios que se produjeron en el entorno internacional, los gobiernos han seguido administrando al país bajo las mimas reglas del programa de estabilización del FMI. Los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, no han hecho otra cosa que continuar administrando la misma política económica implementada para superar la crisis de entonces, orientada por los objetivos de inflación del Banco de México.
Precisamente, ese ha sido el fracaso de la política económica de los últimos gobiernos nacionales. Las condiciones internas de la competencia en los mercados, las internacionales, se modificaron y la ciega política económica continuó siendo la misma, esperanzada a continuar exportando el 80% de los productos y servicios nacionales a los mercados de los Estados Unidos.
El gobierno de México supuso que siempre tendrían en los Estados Unidos sus mercados para exportar sus productos y ese país continuaría absorbiendo a los miles de mexicanos que no podían encontrar en México una oportunidad de empleo y desarrollo, sólo dignificados una vez que alcanzaban el éxito en los Estados Unidos, como el químico Mario Molina, José Hernández Moreno, Rosario Marín, Romana Acosta Bañuelos, Jovita Carranza Alex Acosta, Salma Hayek, Alejandro González Iñárritu, Diego Luna, Gael García, Emmanuel Lubezki, Alfonso Cuarón o Guillermo del Toro, entre tantos otros.
México está hoy frente a la ruptura de la dependencia de los Estados Unidos y a una lógica de dependencia. Durante años se habló tanto de luchar por la independencia económica y política de México, pero ha sido la llegada del presidente Donald Trump que la ha hecho posible, debido a que a él no le importa la suerte de nuestro país, lo que haga o deje de hacer, dándole la independencia económica y política para decidir sobre su futuro y dejando huérfana a un sector de la clase política nacional que siempre dependió de las decisiones de los Estados Unidos; ahora México deberá volver a su realidad y mirar hacia América Latina y el caribe, a buscar su fuerza en ellos como en el pasado y poner fin a su sueño americano.
La suerte está echada desde hace meses sobre el futuro de las elecciones de este 1 de julio. Los mexicanos y las mexicanas hacen meses tomaron su decisión sobre a quién apoyar con su voto; de tal suerte que ni mediocridad de los debates ni la propaganda publicitaria, donde los candidatos en lugar de hacer llegar sus propuestas a los electores se descalificaron unos a otros, tendrá efecto. Ahora, sólo resta saber si quienes surjan electos le cumplirán sus promesas a los electores o condenaran su suerte al desprecio de los ciudadanos y su castigo en las futuras elecciones.
