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En este preciso instante

Al reflexionar sobre la naturaleza del tiempo, San Agustín concluye que “no hay tiempo que sea del todo presente a la vez», lo que ocurre es que «el pasado y el futuro son creados y ambos fluyen de lo que es siempre presente» (Las Confesiones, S. IV).

Según la ciencia, el “tiempo” es una medida física denominada “magnitud” con la que un observador mide la duración o separación de acontecimientos sujetos a cambio, esto es, el período que transcurre entre el estado o instante X y el estado o instante X1, es decir cuando el observador registra una variación perceptible.

La vida está hecha de tiempo. En Occidente, asumimos un concepto de tiempo lineal. De allí que sea común escuchar que “el hombre es la medida del tiempo”. La vida, esa “sucesión de ahoras” como la definía Aristóteles, es para nosotros una carrera contra el tiempo, donde acarreamos con el pasado (a veces como una pesada carga), mientras somos acicateados por la incertidumbre de un futuro que desconocemos, que no existe, así como el temor al “no tiempo”, es decir, a la muerte, al vacío, a la nada.

San Agustín, concluye que el tiempo es un fenómeno interior: «(…) ¿Quién hay que niegue que no existen aún los futuros? Sin embargo, ya existe en el alma la espera de cosas futuras. Y ¿quién hay que niegue que las cosas pasadas ya no existen? Sin embargo, existe todavía en el alma la memoria de cosas pasadas. Y ¿quién hay que niegue que carece de espacio el tiempo presente, ya que pasa en un instante? Y sin embargo, perdura la atención por donde pasa».

Acerca de la naturaleza del tiempo, Kant afirma que “el tiempo es una de las formas de nuestra sensibilidad, de la manera como estructuramos, como ensamblamos la materia bruta de las sensaciones para hacerla inteligible, para darle sentido, una forma universal y necesaria.

Para Jorge Luis Borges, la visión del tiempo adquiere otras dimensiones: «El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego» (Nueva refutación del tiempo, 1952).  ¿Querrá decir con esto que el mundo y nosotros somos una misma cosa y que el tiempo no es más que una construcción ficticia?

Sobre esto último, es interesante observar que para algunas culturas indígenas del Amazonas y las que pudieron sobrevivir al expolio y extinción a las que fueron sometidas en los Estados Unidos, el tiempo vital no es visto como una progresión lineal.  El lingüista Benjamin Lee Whorf (Lenguaje, pensamiento y realidad, 1956), quien estudió a fondo la lengua Hopi de los indígenas americanos que aún habitan al noroeste de Arizona, antepone la concepción que éstos tienen del tiempo a la de científicos y filósofos. Las lenguas indoeuropeas, según Whorf, utilizan un «tiempo espacial», que se registra de manera similar a cómo se cuenta el espacio. La lengua Hopi, según Whorf, “no contiene palabras, formas gramaticales, construcciones o expresiones para referirse directamente a lo que nosotros llamamos tiempo, ni explícita ni implícitamente”.  Todo aquello que es accesible a los sentidos, no distingue entre pasado y futuro.  Los Hopi viven en un continuo presente.

los-indios-hopi-de-arizona-viven-en-un-eterno-presentePara la inusitada visión del mundo de Gaston Roupnel (Siloë, 1910), el tiempo solo tiene una realidad, la del instante. “El instante que se nos acaba de escapar es la misma muerte inmensa a la que pertenecen los mundos abolidos y los firmamentos extintos. Y, en las propias tinieblas del porvenir, lo ignoto mismo y temible contiene tanto el instante que se nos acerca como los Mundos y los Cielos que se desconocen todavía”.

Ese continuo fluir del tiempo y de todo el universo en conjunto, es analizado desde otra perspectiva por el filósofo japonés Daisaku Ikeda (Life an Enigma,1982), en su libro sostiene que si profundizáramos en “este instante” de nuestra vida, nos daríamos cuenta que contiene todos los recuerdos del pasado, incluidos los espirituales y los físicos, contiene por igual todas las esperanzas, todas las expectativas, los deseos y las potencialidades del futuro. En realidad, en un momento dado, en cualquier instante, nuestro cuerpo contiene toda la información fisiológica que utilizaremos en el futuro, las cinco mil millones de moléculas de ADN, dotadas de la información que necesitamos para vivir en el siguiente instante. Y es que todas nuestras experiencias están contenidas a cada instante de nuestra vida, las vivencias físicas están grabadas en las células y órganos, nuestros sentimientos, tanto conscientes como inconscientes, están almacenados en nuestro cerebro.

Según Jung, poseemos en nuestra memoria colectiva la historia de la humanidad.  En esto coincide Daniel Goleman (Inteligencia emocional, 1996), cuando afirma que algunas de nuestras reacciones cotidianas, en especial el miedo y la agresividad, tienen su origen en las emociones registradas a través de cincuenta mil generaciones.

El budismo plantea que al ser uno con el universo, acumulamos en nuestra vida la energía del cosmos. Es decir, contamos con potencialidades indecibles para vivir el siguiente instante. Nuestros deseos, esperanzas y ambiciones son poderosas fuerzas que existen en nuestro interior para construir el futuro. Por eso, no se puede decir que el presente esté separado del pasado o del futuro.

Por su parte, Bergson aporta una hermosa definición, al comparar la vida de cada individuo con una melodía: «¿Se ha pensado, sin desnaturalizarla, acortar la duración de una melodía? La vida interior es esta melodía misma” (El pensamiento y lo moviente, 1934).

Gastón Bachelar (La intuición del instante, 1987), acierta al decir que “es nuestra intención la que en verdad ordena el porvenir, como una perspectiva cuyo centro de proyección somos nosotros. Es preciso desear, es preciso querer, es preciso alargar la mano y andar para crear el porvenir. Tanto el sentido como el alcance del porvenir están inscritos en el propio presente. El porvenir no es lo que viene hacia nosotros, sino aquello hacia lo cual vamos”.  En este preciso instante y según la actitud que adoptemos, construimos nuestro futuro.

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