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Es la escasez, estúpido

Siendo que la economía es la ciencia que analiza normativa y positivamente cómo se enfrenta una situación de necesidades ilimitadas ante un reducido número de recursos, el título de este artículo emula a una frase muy utilizada en la política estadounidense durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 contra George H. W. Bush (padre), que lo llevó a convertirse en presidente de los Estados Unidos –a saber: la economía, estúpido-.

Como analizáramos en nuestro artículo intitulado “La Economía Política de la Escasez”, el racionamiento de los productos se produce cuando la oferta es limitada y se encuentra superada por la demanda. El racionamiento puede ser deliberado –producto de una administración burocrática de la oferta- o por medio del sistema de precios.

El sistema de precios suele ser un mecanismo que garantiza maximizar el bienestar social, salvo que existan fallas de mercado. Sin embargo, pueden existir problemas de equidad en la distribución de los bienes escasos vía el sistema de precios, especialmente cuando no existe relación entre la necesidad y valor del producto, con el presupuesto y capacidad de pago del consumidor. Por ejemplo, en el caso de la salud como un bien y un stock de un individuo, el valor de tal activo para la persona podría tener poca relación con su capacidad de pago. Por el contrario, la capacidad de pago por una prima para asegurar un activo como un vehículo o un inmueble estaría directamente relacionada con la capacidad patrimonial o de pago por parte del individuo. Este constituye una de las fuentes de preocupación de que sea el sistema de precios el que determine la distribución de los bienes escasos, especialmente cuando este puede determinar precios catastróficos divorciados de la capacidad de pago de los individuos aun cuando la necesidad por el bien es elevada.

Los sistemas de racionamiento pueden y han sido diversos a lo largo de la historia. Podrían ir desde el modelo de mercado con su sistema de precios, pasando por el criterio de “aquel que llegue primero será el primero servido”, siguiendo con los tiempos de espera y las colas como mecanismo de racionamiento y discriminación; los sistemas de puntos como el que fue utilizado durante la época de la segunda guerra mundial en los Estados Unidos o incluso la discriminación de tercer grado –como una proxy para atender las necesidades reales, por ejemplo las característica etaria de la persona-.

Los sistemas de racionamiento obviamente son utilizados única y exclusivamente cuando existe escasez y cuando no se confía en el sistema de precios para distribuir los productos escasos y vaciar el mercado. El criterio que prevalecería es de equidad más que de eficiencia económica o cuando la necesidad por el bien, de alguna forma está negativamente correlacionado con la capacidad de pago por parte de los consumidores (ver: http://www.ceapre.com/publicaciones/151-economia-politica-del-racionamiento.html ).

El sistema de puntos, así como el de tiempo de espera y de colas antes de la adquisición del producto busca crear un efecto de “disipación de la renta” o evitar que sea la capacidad presupuestaria el único criterio que determine la distribución y/o asignación del producto escaso. El sistema de puntos que se utilizó en Estados Unidos en los años durante la segunda guerra mundial consistió en un sistema de precios conjuntamente con una etiqueta roja sobre los productos que valoraban en puntos al producto escaso. Los hogares y personas eran provistos con un presupuesto fijo mensual de puntos, lo que resultaba en una combinación limitada en la cantidad de los productos escasos sometidos al régimen de racionamiento de etiquetas rojas y de puntos[1]. La intención era restar peso determinante al presupuesto familiar y facilitar que existiese equidad en el acceso a los bienes escasos. El tiempo de espera como sistema de racionamiento no necesariamente garantiza que los pobres tengan acceso al producto, porque la disponibilidad de tiempo libre para encarar una cola podría estar igualmente correlacionado con la capacidad patrimonial de la persona –por ejemplo, un jubilado, patrimonialmente sólido podría contar con el suficiente tiempo de espera como para encarar cualquier cola y tiempo de espera-.

Queremos ver si el nivel de escasez determina el racionamiento, y de ser utilizado un sistema de colas y tiempo de espera para racionar el producto escaso –de forma deliberada o no- cómo la eficiencia en la distribución del producto escaso, por ejemplo, por medio de la obligación de mantener un suficiente número de cajas registradoras operativas como para que la venta sea inmediata, resulta inocuo sobre las colas y los tiempos de espera.

Las colas en los comercios son producto de la escasez y de la valoración que hacen los individuos por los productos escasos. En poco o nada afecta el sistema de distribución de los bienes sobre las colas y los tiempos de espera. Más allá, el primer consumidor inframarginal es quien define el tiempo de espera si existiese un único bien por ser quien posee mayor valor por el bien[2], y el número de productos disponibles conjuntamente con la valoración del consumidor marginal determinarán cuán larga es la cola de espera en la compra del bien o el producto. Si el número de individuos que valoran el bien escaso por encima del tiempo de espera como costo, supera al número de productos escasos, será este último número el que determine el número de personas en la cola, siendo el último en entrar en la cola el demandante marginal para quien el valor del bien iguala al tiempo de espera.

Para contrastar las aseveraciones anteriores supondremos que los bienes producto del racionamiento poseen precio cero –se proveen de forma gratuita- y que el costo para las personas se encuentra representado por los tiempos de espera para adquirir el producto. Este supuesto no resta generalidad a las conclusiones e incluso permiten ver el efecto que un control de precios que facilite que la demanda supere a la oferta –rígida en el corto plazo- podría generar en un extremo en el cual el precio regulado se lleva a cero. En este sentido, el precio generalizado del producto lo constituye el tiempo de espera que se consume en las colas antes de adquirir o recibir el bien escaso. Teniendo como supuesto información completa, donde las personas conocen su valoración por el bien escaso, y conocen el número de bienes disponibles aun cuando escasos que van a ser ofertados; el tiempo de espera lo determina el primer demandante inframarginal y el número de personas en la cola lo determina el consumidor marginal, independientemente de que exista venta inmediata simultánea o un infinito número de cajas registradoras.

Una vez que el precio generalizado es igual a la suma del precio más el tiempo de espera, la curva de demanda es idéntica a cualquier otra de pendiente negativa. Este sistema de racionamiento funciona de forma equivalente al sistema de precios monetarios. El número de productos escasos es el que determina el número de personas en la cola[3] hasta aquel que iguala el valor del bien con el costo por el tiempo de espera, obteniendo excedente o beneficio nulo.

El tiempo de espera en la cola por persona resulta básicamente independiente del mecanismo de distribución, bien con un sistema eficiente y expedito de venta o uno relativamente lento. Supongamos que para un número determinado de productos escasos a ser distribuido de forma gratuita –extremadamente “barata” producto de una regulación- entregando un producto por persona, el tiempo de espera por persona para agotar la oferta es una hora. Si el monto total disponible del producto escaso podría ser entregado inmediatamente, la cola se formaría instantáneamente una hora antes de la distribución de los productos. Si la cola no se formara simultáneamente, el consumidor que se incorporara a esta antes de la hora estaría malgastando tiempo, dado que podrían continuar accediendo al producto si se incorporara algo más tarde. El consumidor hará lo mejor posible para incorporarse lo más tardío posible a la cola que coincide cuando el consumidor marginal resulte indiferente entre tener acceso al bien o llegar tarde y se haya agotado la oferta. El tiempo de espera no puede ser reducido a menos de una hora, porque demandantes supramarginales desplazarían a demandantes inframarginales en el acceso al bien escaso[4].

Si el número de productos escasos a ser distribuidos aumentara, el número de personas en la cola aumentaría. Sin embargo, como nuevos consumidores se suman, el tiempo de espera tendría que disminuir para que el mercado se vaciase. Supongamos que el número de bienes disponibles se duplica, el doble de consumidores se incorporan, requiriendo que –supongamos- tenga que ser el tiempo de espera como precio que vacía el mercado media hora. Las personas ahora se incorporarán a la cola, media hora antes de que se inicie la distribución o entrega del producto. En este caso la cola será más grande pero el tiempo de espera se reducirá.

Ahora supongamos que el sistema de distribución es ineficiente y no simultáneo. Supongamos que se requieren seis minutos por persona para adquirir o recibir el bien escaso. En este caso, el primero individuo llegará 54 minutos antes de que se inicie la distribución del bien y el resto se incorporará en intervalos de seis minutos hasta que se llegue a la hora de espera para que se agote la entrega. No se formará ningún otro individuo porque la espera tomaría más de una hora con lo que algún individuo se saldría de la cola; y en caso de que se incorporen un número menor al que completa el intervalo total de una hora, demandantes supramarginales se incorporarán. Este proceso se estabiliza hasta que se produzca la entrada de diez personas.

En el primer caso de venta instantánea, simultánea o con infinito número de cajas registradoras para atender a los consumidores, si la venta se inicia una hora antes, la cola no desaparecerá, sino que se formará una hora antes[5].

En el segundo caso, supongamos que el sistema de distribución se mejora y pasa de seis minutos a la venta simultánea, el resultado será que se formará una cola simultánea justo una hora antes de que se inicie la comercialización.

La conclusión parece contraintuitiva, pero cualquier política pública que implique costos para mejorar el sistema de distribución resultará un despilfarro de recursos, toda vez que resulta ser la escasez y el número de productos disponibles lo que determina la cola y sus tiempos de espera. En un extremo si la disponibilidad de producto es lo suficientemente alto como para satisfacer un nivel de demanda cuyo precio expresado por el tiempo de espera es cero, no habrá ni cola ni tiempo de espera alguno. Es la escasez la que determina la cola y los tiempos de espera y no el número de cajas registradoras operando en los establecimientos comerciales.

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[1] Independientemente de que un hogar contara con un presupuesto que pudiera comprar cantidades elevadas del producto escaso, contaba con un presupuesto en puntos que limitaba la posibilidad de adquirir grandes cantidades.

[2] Este consumidor es quien está dispuesto a esperar más por el bien por ser quien lo valora más entre todos los consumidores.

[3] Estamos suponiendo información completa y la inexistencia de arbitraje que pudiera explicar cómo se sumarían personas que valorando el bien por debajo del costo de espera podrían vender el cupo en la cola.

[4] Barzel Yoram: A Theory of Rationing by Waiting. Journal of Law and Economics, Vol 17, N°1 (Apr., 1974).

[5] Bajo la premisa de información completa.

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