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Estamos creando: el desastre

La frase favorita de este gobierno ha sido «estamos creando» y la misma se ha aplicado incesantemente a cada una las acciones destinadas a destruir empresas, instituciones o servicios. Las revoluciones suelen tener ese objetivo: borrar el pasado, destruir o degradar todo aquello que sea diferente al nuevo credo, en nuestro caso esa extraña, anacrónica y lamentable filosofía llamada inadecuadamente «socialismo del siglo XXI».

Les llevó tres lustros, pero lo lograron y hoy 30 millones de venezolanos sufren escasez, inflación, deterioro del servicio de electricidad, falta de agua, inseguridad personal y jurídica. Pero como si eso fuera poco, también tenemos limitado acceso a la información ya que el gobierno, en busca de la hegemonía comunicacional, ha cerrado canales de televisión, emisoras de radio y ha «creado» una pletórica red de medios públicos destinados, como en la Alemania Nazi, a la difusión, día y noche, de mensajes destinados a convencer al pueblo que algún día el desastre que vivimos cesará y todos disfrutarán de grandes beneficios. La Pdvsa del pueblo produce menos petróleo, la seguridad de sus instalaciones ha disminuido, importamos buena parte de la gasolina y no es posible encontrar aceite. El monopolio de la electricidad se caracteriza por los apagones y la irregularidad del servicio. La «creación» de más de un centenar de empresas relacionadas a la agricultura y la alimentación ha logrado el milagro de largas colas para adquirir alimentos, escasez que ronda el 30% y una brutal inflación que, en alimentos, oscila entre 60 y 100% anual.

Las adquisiciones, invasiones, confiscaciones y rescates ocupan casi 4 millones de hectáreas, actos tan creativos que en la actualidad importamos, a un costo superior a los 2.000 millones de dólares, más de la mitad de la carne que consumimos. Tres millones de hectáreas menos de caña de azúcar, merma en vacas que ordeñar, abatimiento en las inversiones agrícolas y otras «creaciones» determinan que cerca de 10.000 millones de dólares sean requeridos para importar alimentos y la cifra obviamente no alcanza.

«Estamos creando» industrias automotrices, fábricas de tractores, satélites y bombillos contaminantes ahorradores. Resultado: no hay ve- hículos, faltan tractores, Internet es lento y las calles están cada vez más oscuras. Las «creaciones» en materia de seguridad generan más de 20.000 asesinatos por año y las correspondientes al sistema judicial hacen que 90% de los crímenes queden impunes. Eso sí, que no se atreva un estudiante a protestar o un político de la oposición pensar en cambiar las cosas, porque entonces toda la creatividad del Estado les caerá encima. Ahora, como ha ocurrido en otras revoluciones y en otras latitudes, llegó el momento de purgas, arrepentimientos y la vieja acusación de traidores. Ahora «yo no fui», «no me escucharon», la «culpa no es mía», «yo me limité a seguir órdenes durante 15 años», y todavía aparece en TV el otro artífice de la creación diciendo que el modelo no es malo, que es sólo ineficiencia. Pronto hasta dirán que los 20.000 millones de dólares desaparecidos son un invento imperial.

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