OpiniónOpinión Nacional

¿Expulsiones nazis o comunistas?

El periodista colombiano Eduardo Mackenzie en un reciente y bien documentado artículo, publicado a raíz de la masiva deportación ordenada por Nicolás Maduro de ciudadanos colombianos afincados en la zona fronteriza con Venezuela, aclara un punto de la Historia, de sumo interés y que bien merece atención. Interpelado a raíz de una caricatura publicada en un medio venezolano donde aparece el rostro de Nicolás Maduro enarbolando un bigote que imita el de Hitler, el periodista colombiano narra las deportaciones masivas que por orden de Stalin se realizaron en la antigua URSS, mucho antes de que Hitler ordenara las deportaciones de judíos que vivían en los países ocupados por los nazis, para llevarlos a Alemania donde serían exterminados. El propósito de Mackenzie no es el de justificar a Hitler, sino el de establecer una verdad histórica.

Pese a lo detallado del artículo de Mackenzie, noté un vacío que se justifica porque es uno de los secretos mejor guardados de la historia oficial de Cuba. Se trata de los “Pueblos Cautivos”, fenómeno que aparece desde los años 1960-65, época en que proliferaron los movimientos insurgentes armados contra el gobierno de Fidel Castro en las diferentes zonas montañosas de la isla, teniendo como efecto que entre los inicios de la década del sesenta y mediados de la del ochenta, más de diez mil cubanos de procedencia campesina -incluyendo niños de corta edad- fueron desalojados de sus tierras en el centro de Cuba e internados en campos de prisioneros en el occidente y el oriente de la isla.

Gracias a entrevistas que realicé en Miami a algunos de los pocos sobrevivientes de las guerrillas anti castristas, me enteré de que esa deportación masiva había dado lugar a verdaderos campos de concentración con el objeto de “quitarle el agua al pez” y mantener bajo control y lejos de sus provincias de origen, a los miles de campesinos colaboradores del movimiento armado guerrillero que surgió en el macizo montañoso del Escambray, en la antigua provincia Las Villas. El destierro de estas personas y sus familias duró varios años y no se detuvo hasta 1985 con el traslado del último núcleo campesino que vivía en aquella región central del país.

En aquella época temprana del régimen castrista, operaban en la isla expertos de la KGB venidos en calidad de cooperantes con el fin de organizar el aparato de represión cuyo grado de excelencia ha sido ampliamente reconocido y está al origen de la perennidad al régimen. Dada la influencia que ejercen en Venezuela los servicios cubanos formados por la KGB, en honor a la verdad histórica, la deportación masiva de colombianos hacia su país, se inspira más de las deportaciones masivas realizadas por Stalin, que de las realizadas más tarde por orden de Hitler:

“A la hora de las deportaciones masivas de colombianos en Venezuela, por orden del tirano Nicolás Maduro, deberíamos recordar que los desplazamientos forzados de población fueron utilizados siempre por los bolcheviques como un método de gobierno y como una política de destrucción de pueblos, nacionalidades y minorías étnicas”.

“Lo que hace hoy Maduro con la minoría colombiana de Venezuela ya lo hicieron Lenin y Stalin y sus sucesores, a escala mucho mayor, incluso desde antes de que Hitler llegara al poder y desatara su pavorosa política de terror desde marzo de 1933, y de deportación y exterminio total de los judíos de Europa, desde diciembre de 1941”, aclara Mackenzie (¿Dónde y cómo clasificar a Nicolás Maduro?)

Según testimonios de algunos de los deportados que más nunca pudieron regresar a su provincia:

“Ellos fueron montados en un tren cuyos vagones habían sido convertidos en pequeñas prisiones móviles y llevados bajo fuerte custodia militar hacia su nuevo destino: los pueblos cautivos que ellos construirían, en su calidad de desterrados y prisioneros. Obligados estarían a trabajar entre diez y doce horas diarias, sin tener las menores condiciones de vida, pobre alimentación, malos tratos de los guardias, castigos, golpes, falta de atención médica, ningún contacto con la familia”.

“Somos vigilados las 24 horas del día por el DSE. Nos ven todas las semanas o nos citan a San Cristóbal, donde radica la sede del órgano policial. No podemos estrechar relaciones ni intercambiar encuentros con otros vecinos sin correr el riesgo de ser acusados, por ese cuerpo represivo, de conspiración. En cada edificio hay tres o cuatro familias de confidentes. Los oficiales del DSE y los confidentes se reúnen cada semana en locales de la secundaria básica para intercambiar informes y dar nuevas instrucciones. Como se comprenderá, no llevamos una vida normal, ni social ni individualmente”.

En la capitalista/comunista China, todavía operan más de 1.000 campos de trabajos forzados, fundados por Mao y destinados a la “rehabilitación por el trabajo”, en donde miles de prisioneros producen muchas de las mercancías baratas con las que China ha inundado el mercado occidental. Lo documenta un documental recientemente transmitido por la cadena franco-alemana ARTE-TV y realizado mediante una cámara oculta.

La persistencia de tomar como ejemplo los horrores del nazismo cuando de represión se trata, eximiendo de crímenes al reino del comunismo, me induce a reactualizar un libro de diálogos entre el filosofo francés Alain Finkielkraut y el alemán Peter Sloterdijk, ‘Los latidos del mundo’, publicado en francés en 2003. En una de sus intervenciones, Sloterdijk expresa la necesidad de un “gran juicio” contra los radicalismos del siglo XX. Apunta que “una parte de ese juicio ya se le ha hecho a la derecha y a sus errores”. Sería necesario emprender el mismo juicio contra la izquierda, lo cual “no se presenta fácil puesto que la izquierda practica la auto-amnistía mejor que nadie”. “La izquierda contemporánea es el sector de la sociedad que tiene el privilegio de perdonarse sus propios errores”. “La izquierda se ha apoderado de los poderes de los sacerdotes, pero, éstos por lo menos, tenían conciencia de rendirle cuentas a Dios, mientras que los de la izquierda sólo rinden cuenta a sí mismos”.

¿Llegará algún día la hora en que ser tratado de comunista sea tan vergonzoso como el ser tratado de nazi o de fascista? Si se hace, se habrá recorrido un gran trecho hacia el establecimiento de una cultura de la democracia. Pero esa ilusión no parece estar cercana.

Los comentarios, textos, investigaciones, reportajes, escritos y demás productos de los columnistas y colaboradores de analitica.com, no comprometen ni vinculan bajo ninguna responsabilidad a la sociedad comercial controlante del medio de comunicación, ni a su editor, toda vez que en el libre desarrollo de su profesión, pueden tener opiniones que no necesariamente están acorde a la política y posición del portal
Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba