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Fidel Castro (II)

La aventura de convenir secretamente en 1962 con Nikita Kruschev, primer secretario del Partido Comunista y Primer Ministro de la Unión Soviética, la instalación en Cuba de misiles que podían transportar bombas nucleares, fue una irresponsabilidad de Fidel Castro que puso al mundo cerca del  holocausto.  En una reunión del Soviet Supremo,  celebrada después de superada la crisis sobrevenida con Estados Unidos,  Kruschev dijo que “a petición del Gobierno cubano” se llevaron los misiles soviéticos  y que “nuestro propósito era solamente defender Cuba”. Aun cuando Moscú decía poseer cohetes tan potentes que podían llevar las bombas nucleares a cualquier parte, sin necesidad de “buscar lugares de lanzamiento fuera de las fronteras de la Unión Soviética”, lo cierto es que Castro le estaba facilitando a la Unión Soviética poner la amenaza nuclear a 90 millas de Estados Unidos.

El presidente Kennedy había ordenado que frecuentemente se realizaran vuelos de reconocimiento de los aviones U-2 sobre el territorio cubano. Fue en el vuelo del domingo 14 de octubre de ese año 1962 en  el que se tomaron fotografías que revelaron que había en la isla una rampa de lanzamiento y construcciones para proyectos balísticos. Kennedy, al conocer la noticia, inició reuniones con altos funcionarios, consejeros y asesores –lo que se llamó el Comité Ejecutivo- para analizar la situación y escuchar opiniones. En la reunión del miércoles siguiente, Mc Namara, Secretario de la Defensa, propuso el bloqueo naval de Cuba para impedir el arribo de más armas nucleares y obligar el retiro de las que ya habían llegado, mientras otros sostenían la tesis del inmediato ataque aéreo de las instalaciones. Al final, el presidente Kennedy acogió la idea del   bloqueo naval, considerando que así daba tiempo a Kruschev para reflexionar y retirar las armas. Como eso no ocurrió, el lunes 22, en discurso radiado y televisado, anunció el bloqueo naval a Cuba.

El mundo estaba en vilo, pendiente de la respuesta de la Unión Soviética. Se produjo un intercambio de cartas telegráficas entre Kennedy y Kruschev, y en la del domingo 28 de octubre, dice Arthur Schlesinger en su libro “Los Mil Días de Kennedy”,  el gobernante soviético anunció que “se suspendería el trabajo en las bases y se embalarían y se devolverían a la Unión Soviética las armas”. Estados Unidos se comprometía a no invadir Cuba y retirar su base de cohetes en Turquía.

El mundo respiró tranquilo porque el trance más peligroso vivido hasta ese momento en la confrontación entre Estados Unidos y la Unión Soviética parecía estar ya superado. Sólo Fidel Castro, que había puesto a la humanidad  al borde de una guerra nuclear, “hacía cuanto estaba en su mano para entorpecer el acuerdo ruso-americano”, dice Schlesinger. En efecto, Fidel Castro, que no había sido consultado del acuerdo por Kruschev, no aceptó la inspección de la ONU para comprobar in situ el desmantelamiento y el retiro de las armas, que se sustituyó con el reconocimiento aéreo estadounidense.

La próxima semana nos referiremos a las relaciones entre Venezuela y la Cuba de Fidel Castrto.

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