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Freddy no es Ernesto

El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo,
que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano
y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar.
Ernesto Che Guevara

Nuestra hablachenta e ineficiente Revolución Bolivariana es bipolar, maniquea, dual, hipócrita, acomodaticia, oportunista, dice basarse en el amor, pero se cimienta en el odio, en la animadversión, en la retaliación, la revancha y la venganza. No dispone de un paredón para aniquilar a sus adversarios, pero – aunque lo lamenta -, cuenta, sin embargo, con su Cerro Verde y su Helicoide, especies de Castillo de If, de Alcatraz, inaccesibles y fuertemente custodiados.

Su capacidad de odio lo demuestra cada vez que la ocasión se ofrece, es el caso del joven diputado Freddy quien, de haber sido Ernesto, otro gallo rojo sería el cantar. Al primero lo detestan, lo persiguen, lo despojan de la inmunidad que el pueblo con su voto le concedió, lo humillan, lo insultan, lo tildan de golpista, asesino y terrorista, lo enjuician y lo obligan a asilarse y exiliarse.

De haber sido el otro Ernesto, la reacción sería todo lo contrario: loas, banderas al aire, hurras, vivas y vítores, canciones a todo volumen, marchas rojo – rojitas y discursos celebratorios y laudatorios para el que nunca – a decir de nuestros odiadores socialistas del siglo XXI -, puede ser calificado de asesino sin escrúpulos, de cegador de vidas inocentes. Como el mismo Che, despiadadamente lo escribía: “Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a sus casas, a sus lugares de diversión; hacerla total. Hay que impedirle que tenga un minuto de tranquilidad, un minuto de sosiego…atacarlo donde quiera que se encuentre; hacerle sentir una fiera acosada por cada lugar que transite” …el Parlamento no está exento de esa furia exterminadora guevarista.

Los Hermanos Castro y compañía lo execraron de la Isla de la Felicidad para que no le hiciera sombra al Caballo, lo enviaron a matar a nombre de la Revolución, lo abandonaron y lo dejaron a su suerte. Oportunistas y acomodaticios – como sus pupilos bolivarianos -, la camarilla castrista rescató los restos del olvidado Che y le erigieron un hipócrita mausoleo en Santa Clara.

Freddy no es Ernesto, sólo y abandonado nunca estará, su valentía y determinación por la defensa de la democracia, la justicia y la libertad son ejemplo para una juventud y una nueva Venezuela harta de las tropelías, arbitrariedades y atropellos de un régimen tan inhumano como el mismo Che.

A Freddy, el mismo Simón Bolívar – el verdadero y único Libertador –  le recuerda:

Para el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios.  

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