¿Futuro sin cerebro?

Lista para empezar su Master en Guión, Producción y Realización de Cine y TV en Barcelona, España, Ana recibió una noticia que dislocó todas sus largas previsiones: con pasaje comprado y maletas hechas, futuro inmediato trazado, familia y sueños prolijamente enfundados, supo por un correo electrónico que su solicitud de divisas para remesa estudiantil no había sido aprobada por CENCOEX. Pero su propia historia de decepción no fue exclusiva: la misma ingrata sorpresa se multiplicó masivamente ese día no sólo para una importante cantidad de venezolanos a punto de viajar, sino sobre todo para aquellos que ya en el exterior dependían de esa asignación para sobrevivir mientras cursan post-grados, dado que sus visas no les permiten trabajar las horas suficientes para cubrir los altos costos de matrícula y manutención. A pesar de eso, muchos de ellos, como Ana, resolverán no echarse para atrás: “Me voy, de todas maneras. Ya veré cómo resuelvo”. Y aunque ella promete retornar, probablemente la mayoría buscará la forma de quedarse fuera antes que volver a Venezuela.  La pérdida de capital humano completa así su perverso ciclo de exilios, mermando nuestro potencial Think Tank y con ello la posibilidad de construir un futuro de progreso parado sobre las bases del aprovechamiento del talento local más calificado.

Investigaciones confirman que cerca de 1.6 millones de profesionales han emigrado del país en estos últimos años: más del 90% de ellos posee título universitario y un 40% cuenta con estudios de maestría. Según indica Tomás Páez, sociólogo y coordinador del estudio “La Comunidad Venezolana en el Exterior”, entre el 4 y el 6% de la población venezolana está fuera. “Eso, para los estándares venezolanos desde que se creó la República, ya es un dato que sorprende.”, El tema de la fuga de cerebros ha sido agobio crucial para nuestro país en estos últimos 15 años, como lo ha sido también, por cierto, para la región:  un informe del Banco Mundial indicaba que entre 1997 y 2007, la cifra de profesionales de Latinoamérica y el Caribe que emigraron hacia países de la OCDE, pasó de 23 a 40 millones. Como promedio, más de 70 científicos había emigrado por día durante ese lapso; y gracias a esa diáspora dichos países perdieron más del 30% de su población con Educación Superior. Pero lo curioso es que el fenómeno, a contrapelo de lo que ocurre en Venezuela, comienza a revertirse en otros territorios: la bonanza económica que experimentó la región durante la última década ha contribuido a contrarrestar el éxodo. En casos como Perú o Chile, por ejemplo, ahora se está repatriando a los profesionales, e incluso, atrayendo a los de otras regiones, tal como indica José Pablo Arellano, investigador de CIEPLAN. El intercambio de Know How permite ahora hablar no de “Fuga”, sino de “Flujo” de talento.

Así, luce evidente que la fuga de cerebros no sólo constituirá una causa del bajo desarrollo tecnológico de una nación, sino que en sus orígenes es clara consecuencia de la buena o mala salud de su economía. Eso es elemento crítico en el caso venezolano, sin embargo, la lista de motivos para emigrar complica la ecuación. Venezuela no sólo no dispone hoy de un aparato productivo y laboral cuya oferta permita armar carnadas suficientemente atractivas para el progreso y desarrollo de profesionales, sino que además, la situación de inseguridad personal y jurídica, la falta de libertades y de protección de derechos que se derivada del modelo político actual, constituyen pesadas cargas cuando se ponen en la balanza de decisión de una posible vuelta a la Patria. “Prefiero que mi hijos estén lejos, pero vivos”, es la doliente revelación de tantos padres que se resignarán al eventual contacto con ellos o sus futuros nietos a través del Skype o la mensajería electrónica.

El presidente Maduro afirmaba recientemente que al «norte capitalista y voraz le gusta robarle los cerebros al sur trabajador y rebelde (…) No sé cuántos cerebros nos roban, por año, de especialistas.” Sin embargo, y si bien es cierto que buena parte de profesionales criollos emigra a EEUU y Canadá, las cifras señalan que las mayores comunidades de venezolanos están en Panamá, Colombia, Perú, Costa Rica, Chile, México y Argentina… ¿No es esa señal que deberíamos revisar? En vez de “robo de cerebros”, ¿no estamos más bien ante una fuerza endógena de “expulsión” de talento?

Al final, no queda claro si, como consecuencia de la crisis de divisas, el Gobierno intenta concretar la idea de orientar la inversión en Educación hacia aquellas áreas de “importancia estratégica para el Estado”, decidiendo directamente cuáles carreras serán beneficiados o no con su ayuda. La pregunta es si a merced del trance que vivimos sea posible planificar un futuro que excluya el aporte múltiple de todas las esferas del conocimiento. Eso, sería tanto como imaginar que un cuerpo podrá andar sin tambalearse, perder el habla o dar traspiés, cuando lo han despojado del precioso poder de todas sus neuronas.