Gracias por hacernos soñar
La selección de fútbol es identidad nacional. Es orgullo, es amor patrio. Y, hoy más que nunca, después de la sensacional actuación en el Mundial de Brasil. Lo que hicieron José Pékerman y los 23 muchachos es admirable e histórico. Es un prodigioso regalo para un país que necesita de estos alicientes.
En mis pocos años de vida, como decía Matusalén, jamás había visto tanto fervor, tanta pasión, tanta esperanza. Todos, hasta quienes creían que un tiro libre es un desliz de infieles, o que el ‘toque-toque y de aquello nada’ es una frase de solteronas, están aún con la camiseta puesta y el corazón a mil, en todos los rincones del país.
Fue inolvidable y emocionante ver en una finquita de mi amada Suaita a seis campesinos de sombrero y azadón al hombro, cuatro ya casi a medio surco de la vida y dos más jóvenes, que vestían la ‘amarilla’ de Colombia. Y uno de los mayores tenía una manilla con la bandera patria. Y había que oírlos hablar de los partidos, no los políticos, que ni les importan, sino de los cuatro que habíamos ganado. De los goles de James, del encuentro con Uruguay, al que le metimos el diente.
Es de humedecer los ojos esta pasión en pleno campo, a donde el Estado poco llega, donde se trabaja duro y casi siempre a pérdida y por ello ya casi no queda juventud allá, porque, como futbolistas para el extranjero, ellos también se han ido a buscar mejores horizontes.
Sí, Selección, sí, Presidente, al campo llegó el ímpetu del fútbol; falta que llegue más el Gobierno. En la tarde, casi tiñendo noche, hubo un picadito en un potrero… Uno de los jugadores de la camiseta lucía un peluqueado entre militar y totumo… “Es el corte de Alexánder Mejía…”, dijo orgulloso. Bravo. Gracias, Selección.
Y ayer por la mañana, en el parquecito a donde salimos a trotar con la perra que Dios me dio por compañera, toda una loba siberiana, estaban más de 20 abuelas, que orgullosamente se llaman ‘el circo del sol’. Todas con camisetas amarillas y rojas y con banderas de Colombia. Esta hermosa Selección de abuelas felices batían pendones y bailaban La pollera colorá, pa’ lla y pa’ ca, al sonar los tambores. Y con el Bunde tolimense, mientras gritaban: “Viva Ospina”, “Viva James”, “Viva Cuadrado”, “Viva Teo”, “Viva Colombiaaaa”. Gracias, Selección.
Y gracias a la mujer invisible a quien el ‘Bolillo’ le cantó “no tienes los ojos negros, pero yo te los pondré”. Su sacrificio no fue en vano. Por eso, tenemos hoy este equipazo y con este técnico extranjero, que abolió el sistema del ‘roscograma’.
Lo alcanzado es una página gloriosa que marca el deporte de Colombia. Y que da un ejemplo de unidad, de humildad, de que, si hay un plan serio y se permite que quienes dirigen hagan su tarea, sin pensar en ambiciones personales, vienen los resultados para el goce general. Así debería ser en todos los propósitos nacionales, donde el goleado sea el egoísmo.
Era muy difícil derrotar a Brasil, el pentacampeón, en su propio Mundial, en su estadio, con la torcida y con un árbitro de ojo torcido. Pero, gracias, mi Selección, por lo alcanzado, por este sentimiento entre triste y orgulloso, por el ejemplo de grandeza que nos dio, por hacernos soñar.
Campesinos, abuelas del ‘circo del sol’, que suenen bambucos, bundes, guabinas y carrangas, porque nos han revivido el orgullo patrio, incluidas las lágrimas de varón de James y la voz quebrada de Pékerman. Ahora solo nos queda saber asimilar la nostalgia que vendrá y pensar en qué otra camiseta será capaz de unirnos. ¿La blanca? Ahí les queda a la dirigencia nacional y a los del catamarán de La Habana un reto enorme. Ya vieron lo que es un pueblo unido y fervoroso.
(ElTiempo.com)
