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Hablando de la reconversión monetaria: ¿Qué determina la cantidad de billetes y monedas en circulación?

Natan Lederman

El uso de efectivo es una tendencia generalizada a nivel mundial, incluso en las economías desarrolladas con altos niveles de bancarización y uso de instrumentos de pago electrónicos. La evidencia internacional muestra que las tenencias de efectivo en relación al PIB han venido creciendo en un gran número de países. Sin embargo, la proporción de los billetes y monedas con respecto al producto presenta una gran variabilidad entre países. Desde cerca del 19% en el caso de Japón hasta 1,5% en Noruega. En Estados Unidos es de 7.4%, mientras que el promedio en la región es de 4,5%. En el caso de Venezuela, de acuerdo al último dato disponible de PIB nominal correspondiente al año 2016 (FMI), esta relación fuede 1.96%, lo que representa una caída muy significativa respecto a 2013, año en el que los billetes y monedas llegaron a representar el 3.86% del PIB, lo que revela un deterioro muy marcado de esta relación, indicando una mayor escasez de billetes en un contexto caracterizado por un aumento generalizado de precios que ha ido aumentando en el transcurso del tiempo,  llegando a alcanzar una inflación anual acumulada entre marzo de 2017 y marzo del presente año de 8,871,5%, de acuerdo a los cálculos elaborados por la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional y que de mantenerse la tasa promedio mensual de los tres primeros meses del año de 76,91%, la inflación acumulada anual en 2018 se podría esperar que alcance a la aterradora cifra de 93.897%.

El efectivo y su relación con la liquidez monetaria es otro elemento importante a considerar, a la hora de establecer la cantidad de billetes y monedas disponible para el público de un país como medio de pago.  En el caso de Venezuela, mientras que en marzo del 2013 esta relación fue de 9,52%, en 2017 pasó a situarse en 4,60%, hasta alcanzar para marzo de este año apenas un 2,47%, lo cual muestra una caída sustancial de la participación del efectivo en manos del público en proporción al tamaño de la liquidez monetaria.

En economías con un sector informal importante, como en el caso de Venezuela, que representa cerca del 65% de la población económicamente activa, el empleo de billetes es intensivo, a pesar del aumento de los llamados puntos de venta que permiten el uso de tarjetas de débito, lo que ayuda a que la demanda de billetes disminuya. Por otra parte, se estima que todavía existe un 30% de la población de Venezuela que no se encuentra bancarizada, lo cual la coloca al margen de los diferentes productos que ofrece la banca, forzando a estas personas a recurrir al uso del dinero físico. También habría que añadir la proliferación de cajeros electrónicos hasta hace relativamente pocos añosy que debería contribuir a reducir significativamente el costo de convertir en efectivo los depósitos bancarios, mediante la realización de pequeños retiros. Sin embargo, la escasez de efectivo ha motivado a hacer un uso más frecuente de los cajeros automáticos, sin que por otra parte se modifiquen  los saldos monetarios reales en manos de la gente, ya que el público demora muy poco en deshacerse del efectivo.

Un factor determinante tiene que ver con el  costo de mantener efectivo:

Para el público que no utiliza los servicios bancarios o para los que los utilizan, pero obtienen por sus ahorros intereses por debajo del incremento de precios que experimentan los bienes y servicios de la economía, la inflación representa un costo.

Si a alguien se le ocurre mantener su dinero, pongamos por caso, en una cuenta de ahorros a una tasa fija mientras suben los precios, estará perdiendo la oportunidad de emplear el dinero para proteger su consumo, mientras que aquel  que no lo tiene en el banco, si lo acumula sin utilizarlo, se expone a que el efectivole alcance cada vez menos para comprar mercancías o pagar por servicios. Esto hace que lo que se entiende en economía por demanda real de dinero disminuya. Es decir, que las personas en lugar de conservar el dinero tienen preferencia por monedas extranjeras o bienes o activos que mantienen por un período más prolongado su capacidad como reserva o fondo de valor o por bienes que son indispensables y cuyo valor se espera que cambie rápidamente.  En este caso, el dilema que enfrenta el individuo es determinar cuánto dinero líquido mantener para hacer frente a sus gastos corrientes y aquellos relacionados con suconsumo futuro inmediato, versus el costo del uso del dinero como un fondo de valor que le proporcioneun rendimiento lo más alto posible, que corresponde al coste de oportunidad de atesorar dinero.

La inflación juega un papel significativo en todo esto. A medida que aumentan los precios como resultado del incremento de la liquidez monetariaque de marzo del año pasado a marzo del presente fuede 3.000%, para financiar un déficit fiscal en perpetuo desequilibrio, aunado a la caída de la demanda de dinero, que contribuye a acelerarla velocidad de circulación monetaria en la economía,  asociada en gran medida a las expectativas inflacionarias, las personas necesitan más billetes y monedas,  aun cuando  las transacciones sigan siendo las mismas.

La reducción en el nivel de actividad económica, que en el caso de Venezuela alcanza ya a 18 trimestres consecutivos,  también ha favorecidoen cierta forma al aumento de los precios, ya que si bien, el número de transacciones reales ha disminuido y en consecuencia se debería esperar correlativamente una reducción del número de billetes y monedas necesarios para llevar a cabo el intercambio, la marcada escasez asociada a la caída en las importaciones, la elevada depreciación del bolívar frente al dólar,  los controles de precios, las amenazas a los derechos de propiedad y la proliferación de intermediarios que arbitran en estos mercados, en su conjunto han provocado un mayor racionamiento del consumo, lo que ha contribuidoalaumento en los precios, lo cual sumado a los efectos sobre la inflación relacionados con el comportamiento de la oferta y demanda de dinero descrito anteriormente, terminan por hacer necesaria una mayor cantidad de efectivo en manos del público.

Los aumentos salariales, por otra parte, en un contexto de permanente caída de la productividad laboral estimada en los últimos años alrededor del 12%  anual, contribuyen también al aumento de precios. Entre marzo del año pasado hasta el presente se ha producido aumentos nominales del salario mínimo equivalentes a 866%, mientras que la inflación  acumulada alcanzó durante el mismo período alrededor de 9.000%. A pesar de la caída de los ingresos reales, se puede decir que si bien es cierto que los aumentos salariales, en este contexto, no son propiamente la causa de la inflación, sin embargo, se han convertido en un factor que en alguna medida ha contribuidoa su formación.

Al aumentar la inflación como consecuencia en parte del incremento nominal de los salarios, el efecto neto en términos reales pasa a depender del ritmo en el que la inflación acaba por diluir el ajuste salarial, haciendo que se requiera una mayor cantidad de billetes y monedas para realizar inclusive un menor volumen de transacciones reales. En  consecuencia, será necesario un nuevo aumento nominal de salarios para contrarrestar los efectos de la inflación y de manera subsecuente un mayor número de billetes y monedas o de una mayor denominación, multiplicado por algún factor asociado a la tasa de inflación de la economía, creándose un nocivo círculo vicioso difícil de romper.

En este caso ocurre algo similar a lo que acontece con el déficit fiscal financiado con emisión inorgánica de dinero, llamado también dinero fiat y que se conoce como efecto Olivera-Tanzi, que sucede durante períodos de elevada inflación cuando los gastos del gobierno crecen a la par del aumento de los precios, o bien porque la masa recaudada por el Estado, aunque pudiera ser mayor en términos nominales, su poder para cubrir los gastos corrientes resulta menor a la del período precedente, aun suponiendo reducciones en el gasto real, tal como ocurre en la actualidad. Para compensar esta caída, entonces el gobierno se ve forzado a repetir este ciclo de manera reiterada, transformado la política fiscal en una fábrica de pobreza.

Una manera de protegerse contra la inflación que utilizan las personas para realizar su consumo prescindiendo de billetes y monedas es mediante el empleo del crédito bancario. Sin embargo y a pesar del aumento reciente de los límites para las tarjetas de crédito, estemedio representa apenas un poco más del 13% de la composición de la cartera de crédito bruta de la banca en Venezuela, mientras que los créditos al consumo en cuotas apenas representancerca del 2%.

La inflación no debería ser el factor preponderante para determina la cantidad de billetes y monedas que crean los bancos centrales. De hecho, el rol de los bancos centrales es el de mantener la inflación bajo control, no la de facilitar la formación de este fenómeno. Por lo generallos bancos centrales para determinar tanto el volumen como la estructura de la denominación en circulación toman en cuenta la variación en la cantidad de billetes y monedas demandadas por el público en función del crecimiento de la economía, el tamaño de la población, la necesidad de reposición de los billetes deteriorados, así comoel mantenimiento de un inventario para cubrir eventos inesperados.

La experiencia indica que para fortalecer la seguridad de los billetes muchos bancos centrales  actualizan las emisiones cada 12 o 15 años. El nivel de efectivo en circulación, representa una medida cercana de la cantidad de billetes que un banco central debería producir para asegurar las necesidades de efectivo en la economía. Por otra parte, la estructura de las denominaciones depende a su vez de las preferencias del público. Estas varían entre 5 y 7 denominaciones en promedio entre diferentes grupos de países. En el caso de los billetes en Venezuela, las especies monetariasalcanzan a 13  variedades(2;5; 10;20;50; 100; 500; 1000; 2000; 5000; 10.000; 20.000 y 100.000), mientras que en el caso de las monedas en circulación, de acuerdo al cono monetario vigente,  se trata de 10 piezas (0,01; 0,05; 0,10; 0,125; 0,25;  0,50; 1,00; 10,00; 50,00 y 100,00).

En general, los bancos centrales utilizan estadísticas para determinar el conjunto óptimo de las denominaciones y el volumen de billetes en circulación en función de variables como el PIB per cápita, los salarios mínimos y promedio de la economía y para las denominaciones bajas elementos como el costo del transporte y en general de bienes de consumo cotidiano.

Conforme la actividad económica se hace mayor, tiene lugar un número superior de transacciones o son de un mayor monto. Al realizarse una parte importante de estas transacciones en efectivo, resulta necesaria una cantidad mayor de billetes y monedas.  El crecimiento de la demanda de efectivo ha tenido como efecto la necesidad de incrementar  la impresión de billetes a un ritmo cada vez mayor, lo que ha traído como consecuencia un aumento en los costos de producción.

La impresión es una actividad que tradicionalmente ha estado a cargo de los bancos centrales. La necesidad de elevar la eficiencia en la producción y suministro de billetes en el marco de la modernización de los bancos centrales en un número importante de países, ha dado lugar a la creación de empresas subsidiarias o bien a la cesión de esta función al sector privado, llegándose inclusive a determinar la eficiencia técnica en la producción de billetes mediante un índice (índice de Malmquist), que permite establecer las variaciones en la productividad de este tipo de operaciones, que deben satisfacer una serie de estándares en términos de seguridad y tamaño que inciden en los costos de impresión

Los costos de producción varían en razón de las denominaciones, aumentando en proporción a su valor facial. Para tener una idea aproximada de lo que cuesta imprimir un billete podemos tomar como referencia un par de ejemplos, en Colombia, país en el que  hace muy pocos días entró en circulación una nueva familia de billetes, el costo del billete de más alta denominación fue de 5 centavos de dólar, que representa menos del 1% de su valor facial,  mientras que los billetes de menor cuantía llegaron a costar  alrededor de 3 centavos de dólar, equivalente al 2.57% del valornominal de la denominación. En el caso de los Estados Unidos el costo que reporta la Reserva Federal es de 13.2 centavos de dólar en el caso de los billetes de 100 dólares, equivalente al 0.132% del valor del billete, mientras que en relación a los billetes de menor denominación de 1 y 2 dólares el costo promedio equivale al 3.7% de su  valor impreso.

Estos valores no se encuentran muy alejados de los costos de impresión de billetes en los procesos de reconversión monetaria que han tenido lugar en Venezuela a lo largo de los últimos años, solo que a diferencia del caso de Colombia, tanto en la reconversión de 2007, la penúltima que entró en vigencia hace apenas un año y la anunciada para junio de este año, más que una modernización de la denominación facial, la llamada reconversión  representa una reforma para quitarles tres ceros a los billetes con que se transa y se contabiliza el bolívar, no tanto para hacer la conversión o  comparar al bolívar con respecto a las  monedas duras a nivel mundial, lo que cabría esperar en una economía con una baja inflación y que aspira a competir e integrarse internacionalmente, sino más bien para ocultar la debilidad intrínseca de nuestra moneda y más recientemente para intentar encubrir el ciclo de hiperinflación en el que ha entrado nuestra economía desde el mes de octubre del año pasado ,incurriendo en unoscostos de impresión en esta última emisión de billetes que calculados al valor del dólar DICOM supera cerca de  5veces el valor facial de los billetes de 500 y en 2,4 veces  los de 1.000, que representanen promedio el 44,6% y 31,16%respectivamente, del total de las nuevas piezas emitidas por el BCV, en los últimos 3 meses.

Además de lo desacertado que representa la emisión de billetes cuyo valor facial es significativamente  inferior a su costo y  valor real, el Banco Central aún mantiene compromisos  con las empresas que contrató para la reconversión anterior, una de las cuales, Crane & Co., se encuentra al borde de la quiebra debido al  incumplimiento del BCV por el orden de $800 millones, como lo reportan los medios. A lo anterior habría que sumarle los inconvenientes causados por la premura que ocasionan estas reformas intempestivas, sin el tiempo necesario para hacer los ajustes correspondientes, a diferencia del2007, cuando se dispuso de 9 meses para adaptar al país a la nueva emisión, así como dificultades adicionales  inherentes a las formas de pago de algunos bienes cuyo valor quedó rezagado respecto a las monedas y billetes de la nueva denominación, como ocurre en el caso de la gasolina o los tickets para el transporte subterráneo, entre otros.

Podría decirse que el principal inconveniente de las diferentes reconversiones monetarias que ha adelantado el Banco Central, desde el 2007, ha sido que en cada una de ellas, además del cambio cosmético que representa eliminar tres ceros, el número de billetes provistos a lo largo de estos años, no han sido suficientes para alcanzar el ritmo de crecimiento de los precios de manera tal de poder realizar, al menos, el mismo número de transacciones reales.

A pesar de que el BCV mantiene, en líneas generales, la misma estructura de las emisiones anteriores, con algunas pequeñas modificaciones a favor de los billetes de denominación intermedia, el ritmo de incorporación de nuevas piezas ha sido básicamente el mismo a lo largo de estos últimos años, contribuyendo a agravar la crisis de efectivo, ya que cada vez se requiere un mayor volumen de billetes para mantener el mismo consumo en términos reales. Por otra parte, la vida útil de la nueva emisión de billetes que debe entrar en circulación a partir de junio de este año, si tomamos como referencia el billete de más alta denominación de 500 bolívares soberanos, con base a una tasa conservadora de 76,9% de inflación inter-mensual, sería apenas de un año, luego de lo cual se extinguiría en un 100% su importe real y para poder restituirlo sería necesario volver a multiplicar el valor del billete por tres ceros, para lo que se requeriría de una nueva reconversión monetaria, sin ninguna ganancia real para el bolsillo de los venezolanos.

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