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Idiomas universales

Llamamos universales a los idiomas que son del dominio público en todos los países de la tierra, una utopía, no existe ningún idioma que se entienda en demasiados países. La ONU, Organización de las Naciones Unidas, que agrupa en su seno a 193 naciones, tiene 6 idiomas oficiales: árabe, chino, español, francés, inglés y ruso (en orden alfabético para que nadie se sienta) que son hablados como lengua materna o como segunda lengua por casi la mitad de los habitantes de la Tierra.

En 1876, Ludwig Lejzer Zamenhof, un oftalmólogo polaco, publicó las reglas que definen el esperanto, con la peregrina idea de que sirviera como idioma universal. Se calcula que el número de personas que “hablan” esperanto como segundo idioma, no llega a los 2 millones y apenas, menos de 100.000 personas lo tienen como idioma materno.

De acuerdo con las enseñanzas judeo-cristianas, en Babilonia se construyó una torre, llamada la Torre de Babel, la que se aspiraba a que llegara al cielo y en la que Dios hizo que sus constructores hablasen diferentes lenguas, hasta que llegaron a la incomunicación, lo que los obligó a desistir del objetivo y se regaran “por toda la tierra”.

Llenos de optimismo nos proponemos plantear lo que sí consideramos que se pueden considerar los idiomas que expresan y disfrutan la gran mayoría de los habitantes de nuestro planeta Tierra.

De acuerdo con las tradiciones culturales generalmente aceptadas, se reconocen como artes mayores la pintura, la escultura y la arquitectura. Las acompañan las reconocidas como bellas artes clásicas, la danza, a la música y la literatura. Y en los años más recientes se incluyen el cine, la fotografía y la televisión.

Todas ellas, cuando en la literatura, en el cine y en la televisión se prescinde del idioma, se pueden considerar idiomas universales. Son comprendidos y disfrutados por la casi totalidad de los habitantes de la Tierra. Las preferidas, pensamos, son la música y la pintura, aunque en esta última, hay oportunidades en las que se miente descaradamente. De repente aparecen pinturas muy difíciles de entender.

Más existen expresiones humanas practicadas y disfrutadas por la casi totalidad del género humano, que reciben el nombre genérico de deportes y que desde los tiempos de la Grecia antigua se organizaron en los llamados Juegos Olímpicos y que tuvieron una segunda edición, la moderna, a partir de 1896, gracias a Pierre Frèdy, el barón de Cubertin, quien 2 años antes fundó el Comité Olímpico Internacional y definió las bases de competencia que hoy nos han conducido hasta los muy recientes Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, donde participaron 11.551 atletas representando a 206 comités olímpicos diferentes y que compitieron en 28 deportes distintos.

Lo más notable y muy difícil de precisar es el número de ciudadanos del mundo que siguieron, observaron y disfrutaron, gracias a las artes más recientes (la televisión), las competiciones de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, pero las estimaciones generalmente aceptadas dicen que uno de cada cinco habitantes de la Tierra, vio, escuchó, disfrutó y aplaudió alguna de las miles de expresiones deportivas de los Juegos de Río. Todo un éxito deportivo y comunicacional.

Otra expresión notable de las comunicaciones entre los ciudadanos de la Tierra la encontramos en la celebración del deporte más universal, el fútbol.

Adentrarse en el mundo de los números que describen las audiencias de seguidores del fútbol tanto en los campeonatos mundiales, como cuando compiten equipos de la mejor calidad, es absolutamente similar a lo que contamos sobre la Torre de Babel. Se puede llegar a la confusión total.

Si vamos a mercados más especializados, como son los de los deportes en Norteamérica, nos encontramos con que el básquet y el beisbol se disputan la supremacía televisiva, pero no logran la difusión del deporte donde se domina la bola fundamentalmente con los pies.

Hacer deportes, o verlos, es el mejor medio disponible para lograr la mejor interrelación entre los ciudadanos del mundo. Entendemos y nos atrevemos a proclamar que el deporte, junto con las artes mudas, son los mejores idiomas universales.

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