El EditorialOpinión

La Carta Democrática no es panacea sino un camino

La Carta Democrática Interamericana fue aprobada el 11 de septiembre de 2001 en una sesión especial de la Asamblea de la Organización de los Estados Americanos (OEA), en Lima. Su propósito es el fortalecimiento y preservación de la institucionalidad al establecer que la ruptura del orden democrático o su alteración, que afecte gravemente la democracia en un país, constituye un obstáculo insuperable para la participación de su gobierno en las distintas instancias de la OEA.

El gobierno actual de Venezuela ha infringido multiples violaciones al orden constitucional, siendo las más recientes, las trabas al referéndum revocatorio, tal como está previsto en la Constitución, al igual que la ilegal posposición de las elecciones para gobernadores y alcaldes, entre otras, como el desconocimiento de las facultades constitucionales de la Asamblea Nacional.

Para que se aplique la Carta Democrática se requiere el voto de  2/3 de los países miembros, es decir de 23 y hasta ahora la iniciativa del Secretario General cuenta con el apoyo de 20 Estados que representan la mayor parte de los países de Norte, Centro y Suramérica, con la excepción de los que integran la ALBA y El Salvador. Eso suma a favor de la aplicación 16 países continentales, la diferencia está en las islas del Caribe que son 12 y que en la última votación estuvieron divididas y se estima que sólo 5 ó 6 votarían a favor, lo que daría un número de 21 países en pro de la aplicación de la carta, faltando 2 para que pueda ser aprobada.

La que si podría ser aplicada es la de Mercosur, ya que solo requiere que estén a favor los 4 países fundadores.

Pero hay que entender que en el caso que se lograra la aplicación de ambas cartas democráticas, el gobierno actual de Venezuela pudiera, por un tiempo,  subsitir al margen de las principales organizaciones regionales americanas. Sin embargo, el peso ético, político y moral de ambas resoluciones les dejaría un margen de maniobra internacional muy limitado, que no podrá ser colmado por Cuba, Rusia, Turquía e Irán.

Por ello decimos que la aplicación de la Carta Democrática no es la panacea que resolverá la crisis política venezolana, pero si allanará el camino para que el pueblo venezolano siga luchando pacífica y democráticamente para el establecer el orden constitucional en nuestro país.

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