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La Carta y el cartero

Primero lo primero. La planteada activación de la Carta Democrática Interamericana (CDI), por parte de la OEA, no es una iniciativa en contra de Venezuela. Todo lo contrario. Sería a favor de Venezuela. Porque el cometido esencial de ese acuerdo internacional –aprobado en Lima, el 11 de septiembre de 2001, con el voto favorable del gobierno venezolano presidido por Hugo Chávez, era y es el defender “el derecho a la democracia de los pueblos”. Y no hay que ser un experto en política para saber que el derecho a la democracia del pueblo venezolano ha sido y es pisoteado sin clemencia por la hegemonía que lo despotiza, depreda y envilece. En contra de esa hegemonía demencial y destructiva es que iría la activación de la Carta Democrática Interamericana. Luego es una iniciativa para tratar de ayudar a la nación venezolana.

La activación de la CDI se contempla cuando se quebrantan los elementos esenciales y los componentes fundamentales de la democracia. Quebrantamiento que puede provenir del propio poder establecido, aún en el caso de que tenga un origen electoral… ¿Y cuáles son esos elementos esenciales de la democracia? Entre otros, el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos.

¿Y cuáles son los componentes fundamentales de la democracia? La transparencia de las actividades gubernamentales, la probidad, la responsabilidad de los gobiernos en la gestión pública, el respeto por los derechos sociales y la libertad de expresión y de prensa. La subordinación constitucional de todas las instituciones del Estado a la autoridad civil legalmente constituida y el respeto al estado de derecho de todas las entidades y sectores de la sociedad.

Todos los elementos esenciales y los componentes fundamentales de la democracia, de acuerdo a la letra, espíritu, propósito y razón del CDI, han sido más que quebrantados, desbaratados por la hegemonía roja. Todos. No se salva ni uno. Ni siquiera una pizca de uno. Estas líneas son demasiado breves para entrar en el detalle de cada aspecto, por lo que recomiendo los trabajos correspondientes de Asdrúbal Aguiar y Allan Brewer Carías, autoridades en la materia.

En todo caso, un país con presos, perseguidos y exiliados políticos; con censura, autocensura y muchos medios cerrados; con “votaciones” amañadas, cuando a la hegemonía le apetece convocarlas;  con partidos políticos ilegalizados y sometidos a un “proceso de validación” para que el poder “legalice” a la oposición de su preferencia; con todo el poder efectivo concentrado en un llamado “comando político-militar de la revolución”, que deja a la Constitución pintada en la pared; con una corrupción tan masiva como impune, articulada a la imbricación entre poder público y delincuencia organizada; con los derechos económicos y sociales vueltos papelillo en medio de una trágica crisis humanitaria; entre otras características de la nefasta realidad venezolana, es un país en donde los elementos esenciales y los componentes fundamentales de la democracia, brillan por su ausencia.

Por ello un secretario general de la OEA que se respete a sí mismo, en tanto servidor de la democracia, y el socialista uruguayo Luis Almagro, quien fuera canciller del ex-guerrillero convertido en presidente, Pepe Mujica, sí parece respetarse a sí mismo, no puede hacer otra cosa que lo que está intentando hacer: colocar el drama de Venezuela en el centro de la atención de la OEA y ejercer sus responsabilidades –bastante limitadas por cierto, para que se pudiera activar la Carta Democrática Interamericana, como un mecanismo gradual de presión a la hegemonía roja, y como una iniciativa, repito, en defensa del derecho a la democracia del pueblo venezolano.

No es extrañar, por tanto, que el señor Maduro denomine a Almagro como basura humana… El secretario general de la OEA le toca ser el cartero de la Carta Democrática Interamericana. El conjunto de Venezuela debe defender su derecho a la democracia, su derecho a la justicia, su derecho a la libertad, su derecho a la dignidad, su derecho a la soberanía, su derecho a una vida digna para las personas, las familias, las comunidades y la nación entera. Debe respaldar, por tanto, a la Carta y su cartero.

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