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La gallina de los huevos de otro

¿Para qué ha servido el populismo? O mejor aún, ¿de qué le sirven hoy a Maduro los 14 años de ultrapopulismo de Chávez? ¿De que le sirven a Dilma Rousseff también hoy los 12 años de populismo salvaje, cuando apenas tiene 8% de popularidad? ¿Realmente qué sembró Cristina de Kirchner para serle útil a Scioli? ¿Para dónde se fue aquel pueblo “enamorado del proceso” en Brasil, Argentina o Venezuela? Lo que no han entendido los gobernantes idiotas del tercer mundo es que el populismo no es una “formula política” sino más bien una forma de meretricio (social). No hay amor, solo existe el dinero de por medio y solo estarán allí, prestos a garantizarle placer a los gobernantes, hasta que se acabe el dinero. De allí que algún sabio en su momento dio en el clavo y lo llamó por su verdadero nombre “clientelismo”.

El populismo es algo mediato. Existe un cliente y otro dispuesto a satisfacerlo por un precio. Sí, es cierto, “él fue bueno con los pobres” gritan, ¿pero por qué fue bueno? “Porque me regaló una casa”, decían los adoradores de Pablo Escobar Gaviria, quien terminó convertido en mito, en leyenda y hasta una religión se ha hecho en el barrio donde regaló viviendas –producto de la venta de droga, sangre derramada y crimen organizado–, todavía hoy miles peregrinan a rezar frente a su tumba, porque “el Patrón fue un santo”. Quienes habitan en casas regaladas, construidas sobre miles de cadáveres poco entienden de los muertos que causó, las bombas que descuartizaron, los millones de kilos de destrucción del “hombre santo”. En fin, que si a alguien le regalan una casa, ergo, ese hombre tiene permiso para ser un asesino masivo, para colocar bombas, ejecutar masacres, en fin, que el asesinato, el robo, la corrupción no son parte del bien ni del mal. Ser bueno o malo, solo dependerá de que regale o no una ínfima parte de su botín. He allí la principal desgracia del populismo, solo fomenta la avaricia.

Pero la segunda desventura es cuando se acaba la gracia, justo al acabarse el dinero, y cuando eso ocurre llega el hambre. Por eso Raymond Cartier, el famoso periodista francés, cuando vio el final de Allende acercarse ya en 1972 escribió: “El matrimonio entre marxismo y hambre es uno de los fenómenos más constantes del mundo contemporáneo. (…) El marxismo paternalista de Salvador Allende no escapó de esta ley. Allende lo reconoce (…) anunció una economía de guerra. Europa sabe lo que esto significa: es el racionamiento suavizado para los más poderosos, mediante distribuciones de privilegio y para los ricos, gracias al triunfo clandestino de la economía liberal que es el mercado negro” (París Match 22/11/1972). En fin, que el mercado negro no es otra cosa, además del triunfo final de la economía liberal, que la otra cara del populismo donde los ricos sobreviven, gracias a la avaricia inducida por los marxistas, en los estratos más vulnerables que dejan de trabajar para enriquecerse por la vía fácil.

Y esto fue aun más radical en las comunas. Jorge Palacios, chileno y uno de los comunistas más ortodoxos durante el tiempo de Allende escribió: “Pasada la mística inicial, se comenzó a practicar en los fundos expropiados en gran escala el mercado negro, falseándose las cifras de producción y negándose a entregar los productos. Incluso el presidente Allende debió denunciar la venta en mercado negro por parte de ciertos asentamientos. De esta manera los campesinos defendían su nivel de vida en la medida de que se daban cuenta de que solo habían cambiado de patrón” (1978). Esto mismo pasó con todas las comunas en China y Europa del Este, que terminaron por destruir el intento de economía marxista decimonónica. Misma idea que expone Simón Collier, historiador británico-chileno: “Los campesinos del ‘sector reformado’ (comunas) probaron ser tan recalcitrantes como los granjeros (privados), ocupando la mayoría de sus esfuerzos en cultivos privados para consumo propio o para su venta en el mercado negro, en vez de producir hacia las comunas (…) no solo fallaron en pagar sus avances para cosechar para los más hambrientos, sino que a menudo usaron la asistencia técnica del Estado para cosechar sus fundos privados” (1996) y claro está a esto hay que añadir que, como en China, no solo hubo corrupción brutal en las comunas pues 25% de los millonarios en 2000 eran miembros del Partido Comunista (BBC) y hoy la bestialidad es tal que 203 miembros del Parlamento están entre los más ricos del mundo y poseen fortunas por el valor de la economía de Venezuela (CNN-Money).

En fin, que la idea de construir un “marxismo paternalista” utilizando como vía el populismo para generar los cambios fue, sin lugar a dudas, la más absurda de las propuestas comunistas. Pensaron que estimulando la demanda, la ambición y la avaricia de todos los estratos era nada menos que la vía al socialismo y lo agotaron todo. En Venezuela una vez en el poder aumentaron los sueldos y congelaron los precios aumentando la demanda por seis, agotado el presupuesto y los bolívares agotaron la gallina de los huevos de oro (Pdvsa) y para continuar pidieron prestado para seguir induciendo la demanda de bienes. Lógicamente, una vez extinguida la posibilidad de nuevos empréstitos, continuaron entonces imprimiendo dinero ficticio para que la gente pudiera seguir comprando salvajemente y, al final, triunfó el más bizarro de los mercados liberales, el mercado negro. Un mercado que nunca pudo ser regulado en la Unión Soviética y que terminó devorándosela desde adentro, un mercado que acabó con el modelo chino y ahora se reconoce que también el cubano.

Entonces respondiendo a la pregunta original, ¿de qué sirvió el populismo en Brasil o Argentina? Para arrasar con la producción, pero esto hay que gritarlo a los 4 vientos, de una buena vez y por todas, para hacer billonarios a los que eran más ricos y para mantener entretenidos a los pobres –como Pablo Escobar– con las sobras del botín. Porque a fin de cuentas los billonarios, antes de la llegada de Lula, tenían 12 billones entre todos (Forbes 200-2004) y hoy tienen 245 billones, y en Argentina pasaron de tener 6 billones a tener 27 billones, nada menos que las reservas argentinas. ¿De qué sirvió en Venezuela? Pues a diferencia de estos países que producían, en Venezuela no fue nunca la injusta distribución de la riqueza, porque nunca existió (a usted solo le tocan 3 dólares diarios) sino la profundamente injusta distribución del esfuerzo y la producción. Llegada la revolución, en Venezuela por cada uno que producía algo, otros 99 pretendían vivir de él, porque la avaricia populista, exacerbada por los marxistas de cada generación (no únicamente los chavistas que la extendieron radicalmente) lo que logró generar a través de los años fue una envidia general por “la gallina de los huevos… de otro”.

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