La interesante tesitura
En vísperas de que se inicie la consideración de la crisis venezolana, en el contexto de la Fórmula Arria, todo parecería indicar que la actual correlación de fuerzas en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, pudiera favorecer nuestra causa, aunque dos de sus miembros permanentes, podrían vetar cualquier decisión sustantiva.
El régimen ha declarado que sus relaciones con estas dos potencias son estratégicas; pero como depende mucho de ellas para financiamiento, armamento y resguardo, es fácil deducir en qué tipo de estrategia se inscribe el régimen chavistoide. Esta situación, junto con sus tratos con una teocracia y el tutelaje cubano que maneja a discreción nuestros pasaportes, preocupa a la potencia hemisférica, que la considera riesgosa para su propia seguridad y para la del continente.
La gestión chavistoide nos ha transformado en peones de un juego entre varios poderes mundiales, sin beneficio alguno para la patria que, por el contrario, se encuentra cada vez más desolada.
Esta es, grosso modo, la situación que examinaría el Consejo de Seguridad y el régimen podría participar en su discusión con voz pero sin voto, por cuanto ya no es miembro del órgano, cuya responsabilidad primordial es la preservación de la paz y la seguridad internacionales.
Lo mejor sería permitir que el Consejo ejerciera sus funciones, pero si se entraban o se impiden, las aguas podrían desbordarse con impredecibles consecuencias para todos. El país podría continuar surcando las procelosas aguas del Yangtsé y del Volga o, de un solo plumazo, volver al Mississippi. La sabiduría popular indica que más vale malo conocido que bueno por conocer; pero lo mejor siempre sería que el Consejo de Seguridad nos ayudara a navegar por cuenta propia y a establecer nuestro propio rumbo, de conformidad con la libre determinación de nuestro pueblo, en cumplimiento de uno de los sacrosantos principios de Naciones Unidas.