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La ironía de Venezuela: El país rico más pobre del mundo

Miguel R Carpio Martínez
@carpioeconomics

Desde niño he escuchado muchas veces, quizás demasiadas, que Venezuela es un país rico. Detrás de esta aseveración está el petróleo, las piedras preciosas y más recientemente el coltán, también conocido como “oro azul”. Por otra parte, nuestro país cuenta con una geografía privilegiada, la cual, con la gerencia correcta, puede ser la base de un sector turístico competitivo. Sin embargo, toda esa riqueza no ha sido traducida en bienestar y progreso, con lo que cuesta mucho tragarse el jarabe de “el país rico”.

Y es que esa riqueza ha estado en manos de gerentes con una visión atávica, sonsa, desordenada y poco inteligente. Por eso, en lugar de ser una nación boyante, somos un país explotable, cuya yugular siempre es usada para atraer a cualquier vampiro borrachín que medio muestre la chequera. No sé para usted, estimado lector, pero para mí esto es triste.

Venezuela es como esas personas que la gente señala como brillantes, súper inteligentes, unas lumbreras pues; pero que nunca llegan a nada. No se gradúan ni de bachiller, no duran en ningún trabajo, son un lastre en sus casas y en cuestión de años, pasan de ser una promesa de futuro a ser la desgracia de la familia. Ese tipo de personas integran un “selecto” grupo y no es otro que el grupo de la gente bruta. Porque a diferencia de lo que muchos dicen, sí existe gente bruta. Desde mi punto de vista, ser bruto no tiene nada que ver con ser una especie de mentally handicapped, se trata de aquellos que tienen herramientas y potencia para desarrollarse, pero las desperdician. Eso es ser bruto.

Así que Venezuela no es un país rico. Es un país con potencial. Un potencial terriblemente desaprovechado. Nuestros gerentes, que son más políticos que gerentes, nos han llevado de ser un país con futuro a ser la desgracia de América Latina (y un poquito más allá).

En la actualidad estamos lo más alejados, históricamente hablando, del país que podemos ser. El desastre económico y social es imposible de ocultar. Es tan funesto, que nos han llevado al punto en el que resulta complicado ver una nación distinta, de hecho el futuro parece haberse escondido en algún bar clandestino en donde está seguro que nadie lo encontrará.

Ciertamente, necesitamos un gerente capaz de recomponer este desbarajuste. Que entienda que la Venezuela bonita que pudiéramos tener en los próximos años está secuestrada por una Venezuela torpe, tozuda y malhumorada. Ese gerente debe rescatarla con asertividad y planificación, con pensamiento estratégico, con visión, con ganas de competir, de echar para adelante. Ese gerente debe olvidarse de las prebendas que da el poder y definir qué papel quiere jugar en la historia, el del tonto útil o el del héroe sagaz que lideró el rescate.

¡Pero ya va! Ese gerente no es una persona. No es un líder carismático que llena la Avenida Bolívar de Caracas o que trata de ganar nuestra simpatía dando lástima. Ese gerente debemos ser todos y cada uno de los venezolano. A estas alturas debemos estar claro que no hay Mesías que nos salve. Así que debemos prepararnos para pensar en esa Venezuela que queremos y actuar en consecuencia. Debemos ser partícipes de su reconstrucción.

*Economista 
Profesor UCAB

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