El EditorialOpinión

La libertad de prensa, eje cardinal de la democracia

La libertad de prensa, o de expresión, ha sido una de las grandes conquistas de la humanidad porque garantiza a los ciudadanos la libre expresión de sus pensamientos e ideas.

Las democracias necesitan la existencia de pluralidades de medios porque es una manera de asegurar que los gobiernos respeten los derechos humanos, ya que están permanentemente bajo la lupa de los comunicadores sociales, cuya función debería ser siempre la búsqueda e información veraz de lo que ocurre en cualquier país.

Esa actividad inquisitiva de los periodistas resulta, muchas veces, incómoda para los gobiernos, porque les impide gobernar de cualquier manera o peor aún a la sombra.

En el mundo actual hay aproximadamente un 30% de los paises en los que no existe o está muy limitada la libertad de expresión. Sin embargo, gracias a la creciente universalización de los medios digitales, los ciudadanos de la mayor parte de esos países tienen acceso a alguna información que les permite conocer algo más de lo que los gobiernos desearían que supieran.

Afortunadamente son pocas las dictaduras totalitarias que impiden de manera drástica el acceso de sus súbditos a la información, pero eso no quiere decir que algunos no se las hayan ingeniado para restringir el acceso a la información a través del control hegemónico de la mayoría de los medios de comunicación.

En nuestros días el libre acceso a la información es esencial para construir sociedades plurales y democráticas, y pretender restringirlo es sembrar en sus pueblos el oscurantismo que les impide luchar por la libertad.

En los paises de la antigua cortina de hierro todos los medios de comunicación eran del todo poderoso Estado comunista. Sin embargo, los ciudadanos de esos países se las ingeniaban para comunicarse por medios alternativos, como los famosos samizdat, con los que se mecanografiaban informaciones y se distribuían a otros clandestinamente, que a su vez la reproducían y redistribuían. Pero eso implicaba grandes riesgos, ya que eran considerados una actividad contrarrevolucionaria.

Son bien conocidas las palabras del disidente soviético, Vladimir Bukovski, quien dijo: «Yo mismo lo creo, edito, censuro, publico, distribuyo y resulto encarcelado por eso».

En la Rumania de Ceaucescu la realidad fue diferente y más moderna, y la ignorancia del pueblo rumano de la vida fuera de la Cortina de Hierro, fue alcanzada por la difusión de videos de películas occidentales en las que los habitantes de ese país pudieron contemplar la inmensa diferencia en las condiciones de vida existentes en el resto del mundo.

Afortunadamente, cada día qué pasa les resulta más difícil a los gobiernos tapar el sol con un dedo y de una manera u otra los ciudadanos encuentra la manera de llegar a la información veraz y comunicarla al resto de sus conciudadanos.

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