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La masacre de Jonestown y el Esequibo

En noviembre de 1978, los medios de comunicación mundial recogen la horripilante noticia, proveniente de Guyana, del homicidio-suicidio en masa de aproximadamente 900 personas, incluyendo mujeres y niños, en su mayoría integrantes de la secta religiosa norteamericana el Templo del Pueblo. El culto originado en California y dirigido por un sedicente “obispo” Jim Jones, había iniciado, a partir de 1973, el experimento de crear en la selva del Esequibo,  territorio reclamado por Venezuela, una comunidad agrícola, Jonestown, sobre bases colectivistas  que recordaban vagamente los modelos del socialismo utópico de  Owen y Fourier. La masacre se inició con el asesinato de Leo Ryan, miembro demócrata de la Cámara de Representantes de los EEUU, quien encabezaba una comisión que había viajado al Esequibo para investigar  las denuncias sobre supuestos maltratos a algunos integrantes del culto. El gobierno guyanés había favorecido de múltiples maneras el establecimiento del Templo del Pueblo en Guyana y la secta había correspondido, entre otras cosas, apoyando al partido de gobierno (PNC) en las consultas electorales.

Los autores del libro: “Guyana: The Fraudolent Revolution” (Latin American Bureau, Londres 1983) afirman que:”Para el gobierno de Guyana, uno de los propósitos útiles atendido por la existencia de Jonestown era que una población de ciudadanos norteamericanos en el territorio reclamado por Venezuela crearía las condiciones para una intervención de los EEUU en apoyo de Guyana en el caso de una invasión venezolana del territorio”. Efectivamente, las siguientes frases del  mismo Jim Jones dirigidas en 1977 a un ministro guyanés  son muy significativas al respecto: “Yo le prometo que, junto con todo mi pueblo, moriré defendiendo sus fronteras…., preferimos ampliamente morir defendiendo esta nación socialista que regresar a la tierra sádica y fascista de dónde venimos”. En efecto  Jonestown, con su población mayoritariamente de origen africano, aunque el propio Jones era de raza blanca, encajaba perfectamente en el proyecto del gobierno guyanés de poblar el Esequibo, preferiblemente pero no exclusivamente, con habitantes afrodescendientes. Un proyecto, hasta el momento fracasado, pero que ha estado, por mucho tiempo,  entre las prioridades  del gobierno guyanés, desde la década de los ’60. A este respecto, recordemos también el nonato plan de reubicar en el Esequibo, muy cerca de las “ruinas “de Jonestown, a escasas 20 millas de la “frontera” con Venezuela , 30.000 refugiados laosianos de la tribu Hmong (Meo), que lucharon del lado norteamericano en la Guerra de Viet-Nam.

El Esequibo  sigue siendo hoy en día un territorio, mayoritariamente selvático y relativamente despoblado,  ecológicamente muy frágil, fuertemente afectado por la minería y la tala ilegales.  Venezuela y Guyana en el marco del  Acuerdo de Ginebra de 1966, tratado firmado por ambas partes, están obligados  a buscar una solución satisfactoria para el arreglo práctico de la controversia territorial. Hay que evitar que la selva amazónica del Esequibo se convierta en una catástrofe ecológica. Además, en la actualidad puede afirmarse que el verdadero sucesor del Templo del Pueblo en el Esequibo es otra secta mucho más peligrosa y potente: la criminalidad organizada del narcotráfico internacional.

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