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La obligación de Rajoy

Concluidas las elecciones, y vistos los resultados, que sitúan al Partido Popular como fuerza más votada y la única en condiciones políticas de formar Gobierno, resulta imperativo que Mariano Rajoy tome la iniciativa, que exponga su propuesta con claridad y, a la mayor urgencia, inicie las negociaciones para lograr su investidura.

En un contexto marcado por la incertidumbre económica y los riesgos de recesión asociados al referéndum celebrado en Reino Unido, España no puede permitirse ni interinidades ni tacticismos. Rajoy debe, por tanto, anunciar cuanto antes y de forma inequívoca que se presentará a la investidura, dando satisfacción así a la necesidad de que nuestro país disponga de un Gobierno lo más pronto que lo permita el ya dilatado y absurdo calendario político del que disponemos.

Sin duda que la posición parlamentaria del PP es ahora más confortable que en diciembre, lo que le debería facilitar completar los 39 escaños que le faltan para alcanzar la mayoría absoluta en una primera votación de investidura o, en su ausencia, garantizarse una mayoría simple en la segunda votación.

No les toca a los demás dar hecha la combinación parlamentaria que garantice el Gobierno a Rajoy, sino que le corresponde al PP adelantarse con un plan para los partidos cuyo apoyo pretende. Lo que de ninguna manera puede hacer es llegar al 19 de julio, fecha de la constitución de las nuevas cámaras, sin haberse empleado a fondo en explorar qué aspectos concretos de su programa electoral podrían conformar un programa de gobierno que recabara los apoyos necesarios para lograr la investidura. Ya no se trata, como hizo con muy poca credibilidad y menor gana tras el 20-D, de hablar genéricamente de la unidad de España, de la soberanía nacional o de la reforma del sistema educativo. Hay que explicar qué política económica y fiscal se va a seguir, cómo se van a abordar las negociaciones con la Comisión Europea en torno a la reducción del déficit, qué proyecto de reforma constitucional se tiene en mente —incluyendo la espinosa cuestión de Cataluña— y cuál es su proyecto para la regeneración de la vida pública, empezando por las garantías de que el PP sancionará con firmeza la corrupción en sus filas y pondrá fin a los episodios de financiación irregular.

Mientras los españoles no quieran lo contrario, el tiempo de las mayorías absolutas ha terminado. No es un cataclismo irremediable. Gobernar en coalición, o incluso en minoría, es la norma en nuestro entorno. El Ejecutivo futuro habrá de negociar muchas medidas y todas las leyes importantes, empezando por la de los próximos Presupuestos del Estado. Eso requiere tanto liderazgo como flexibilidad e inteligencia. Acostumbrado a gobernar bajo la protección de la mayoría absoluta, Rajoy tiene que cambiar sensiblemente de actitud. Le toca, pues, reinventarse, transformando su desdén por la rendición de cuentas ante el Parlamento y los medios de comunicación en capacidad de sostener su Gobierno ante un Parlamento exigente y difícil, como es lógico en una democracia. Si no lo hace, España se verá abocada a la inestabilidad permanente. Esa es su responsabilidad.

Editorial El País

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