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La patria y los niños pobres

La democracia no es solamente la posibilidad de elegir a nuestros gobernantes por el voto popular. Más aún, no es suficiente que haya elecciones, Estado de derecho, división de poderes y libertad de expresión. Para que haya democracia hace falta algo más: inclusión.

No podemos hablar de democracia en un país donde hay unos niños que van a buenos colegios privados, bien alimentados y con todas las condiciones favorables para prepararse y otros que van sin haber comido, sin tener los nutrientes necesarios para asimilar los conocimientos. No es democrático un país donde hay unos niños que tienen todas las oportunidades para tener éxito mientras a otros la sociedad no les brinda la más mínima oportunidad.

Es una tragedia las condiciones de exclusión a las que están sometidos millones de niños en este país. Un asesino en Venezuela tiene una pena máxima de 30 años. A muchos niños los estamos condenando a cadena perpetua por el simple hecho de ser pobres.

La educación es la principal arma para superar la pobreza. Un gobierno que se llama socialista tendría que haberla tenido como su primera prioridad porque es precisamente a través de una educación popular de calidad como podemos igualar a los niños. Sin embargo, basta observar el salario de los maestros para darse cuenta de la importancia que le están dando a la educación.

Atender a los niños de bajos recursos es un deber moral, pero además práctico. Es imposible que el país progrese con un ejército de niños rezagados. Bolívar lo decía: «Las naciones marchan hacia el término de su grandeza con el mismo paso que camina su educación».

El país tiene el reto gigantesco de sacar de la pobreza a millones de familias venezolanas. Desarrollar una economía moderna que genere riqueza y empleo es imprescindible pero no suficiente. Es indispensable una política social dirigida a incrementar las capacidades a través de la educación para que tengamos un ejército de hombres y mujeres productivos que puedan desarrollarse y crecer por sus propios medios.

Hace 200 años el maestro del Libertador, Simón Rodríguez, lo sentenció de manera inmejorable:

«Entre tantos hombres de juicio, de talento, de algún caudal, como cuenta la América, entre tantos bien intencionados, entre tantos patriotas, no hay uno que ponga los ojos en los niños pobres. No obstante, en estos está la industria que piden, la riqueza que desean, la milicia que necesitan, en una palabra… La patria».

@pedropabloFR
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