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La política del absurdo

El escenario que sirve al ejercicio de la política venezolana, es lo más parecido a cualquier acto que dramatice alguna obra propia del teatro de lo absurdo. Si bien tan aventurada situación resulta del mayor interés del campo de estudio de la ciencia política, no luce del mismo modo para el devenir del venezolano común. Particularmente, del venezolano cuyo ámbito social y económico en el cual suscribe su desempeño y sujeta sus esperanzas, enrarece desmedida y progresivamente.

Pudiera también decirse que este contexto en el cual se hace política, tiene cierta analogía con aquella parte de la matemática para la cual algunas ecuaciones son indiscutibles para algunos de los valores de las variables implicadas en sus respectivos desarrollos. Estas ecuaciones llamadas condicionales, dan cuenta de que no todas las variables satisfacen las exigencias del análisis en cuestión lo cual pone de manifiesto la desigualdad que, por igual, afecta el horizonte de resolución y capacidad de valoración que experimenta la política. De manera que, así como la matemática recurre a condiciones que posibilitan zanjar dificultades que obstaculizan rutas de salida a problemas teóricos, la política también acude a disposiciones que buscan allanar las complicaciones que naturalmente son, muchas veces, lugares habituales de sus propias realidades.

El problema que experimenta hoy la política venezolana, va más allá de la explicación comparativa arriba referida. De entrada, hay que dar cuenta que la praxis política supera cualquier trazado de postulados formulados por la teoría política contemporánea. Para decirlo de alguna forma, la política es la política. Aunque suena algo contradictorio, este aforismo evidencia el carácter dinámico de la política. Es un poco para expresar que la política se comporta desmedida en cuanto a lo que sus causales pueden motivar. O que desde ellos, pueden organizarse, planificarse o encauzarse.

La situación de confusión y aventura que enmarañó a Venezuela como consecuencia del “libre albedrío” que en los últimos días signó las decisiones que han propendido a enfocar y enfilar la dinámica política nacional, bien sea la política gubernativa o la política que guía el desenvolvimiento de la oposición organizada desde los partidos políticos reunidos en la MUD, hizo crisis. Una crisis que descompuso la estructura organizacional que venía reconfigurándose como resultado del proceso político-electoral que determinó el contundente arribo de la oposición democrática a la Asamblea Nacional el 5-D de 2015.

Tan serio conflicto, puso al descubierto un aforismo que explaya el devenir político en cualquier circunstancia. Pero al mismo tiempo, lo evidencian ciertos parajes por los cuales se pasea el análisis político. Y es que, cuando los eventos se comportan azarosamente, “la política no tiene idea hacia dónde debe apuntar sus baterías”. En otras palabras, la praxis política es, muchas veces, imprevista, impensada o aleatoria. Esto hace ver que la política sólo ha servido para truncar aviesamente propósitos que, en un principio, se pronunciaron, tal como lo asintió José Martí, para “ir levantando hasta la justicia la humanidad injusta; para conciliar la fiera egoísta con el ángel generoso; para favorecer y armonizar los intereses para el bien general con miras a la virtud”.

Las realidades han mostrado que “en política sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela”. Esta sentencia, procedente del pensamiento del poeta español Antonio Machado, cabe como síntesis del infortunio político que hizo crisis en Venezuela y que esta disertación intenta transcribir.

De hecho, todo parte del precario sentido de “unidad política” que ha pretendido arrogarse la coalición de partidos que han configurado la MUD. Quizás, inspirado en aquellos principios que tendieron a modelar sociedades que buscaron apegarse al socialismo utópico y posteriormente a la ideología anarquista, y que decía: de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades. Ese pudo ser el criterio que sirvió de guión al desenvolvimiento de las decisiones tomadas. O quizás, lo que exacerbó la conducta de quienes jugaron populistamente al dictamen pautado el 16-J cuando fue votado el rechazo y desconocimiento al proceso fraudulento de convocatoria a una Constituyente de manera inconstitucional.

Imbuido en las arbitrariedades de la tiranía que hoy domina al país político y económico, los dirigentes políticos que participaron en las elecciones a gobernadores fueron víctimas anunciadas y prejuzgadas por los desafueros del régimen. Sólo que a sabiendas de lo que advertía el tormentoso horizonte, decidieron inmolarse en medio de un escenario donde la humillación fue protagonista del avasallamiento urdido desde las alturas del poder político.

Sólo queda por verse, hasta dónde se anegará el país de basura luego de haberse avisado las consecuencias mediatas e inmediatas que ensombrecerían la vida del país. Pero también, luego de haberse asentido el nivel de conflictos que, en lo sucesivo, acentuará la asfixiante crisis de la economía y de la sociedad en su conjunto que duramente se resiste. Por tanto, no hay duda para demostrar ante los cuatro vientos que, como nunca, Venezuela está sufriendo los efectos de todo lo que encubre la política del absurdo.

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