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La tregua Liberal

La historia se repite, el 19 de abril de 1810 los liberales de entonces se enfrentaban al dominio español, lo que ocurrió en la Plaza Mayor de Caracas aquel día contra Emparan no era porque él no era venezolano, al igual hoy, no nos enfrentamos a Maduro porque él no sea venezolano como han dicho algunos de sus detractores. A lo que nos enfrentamos los liberales de hoy es al mismo correveidile del yugo extranjero histórico, así como lo hicieron los independentistas de aquel tiempo.

No sé, sí a Emparan le dio tiempo de montarse en un barco propiedad de la Monarquía española, para ir a reunirse con el Rey a escuchar de éste con su acento español “Hombre, os ruego que os regreséis a mi país, anda, corre ve y dile a los venezolanos tal y cual cosa”; pero si sé, que hoy cuando tenemos algún conflicto en Venezuela, Maduro se monta en un avión de Cubana de Aviación propiedad del dictador cubano, se reúne con él y éste con su acento cubano le dice: “óyeme tú mi hermano, ta´ clarito, anda a mi país, corre ve y dile a los venezolanos tal y cual cosa”. En conclusión, es al dominio extranjero a lo que nos enfrentamos, porque definitivamente, los liberales de ayer y de hoy no queremos ser colonia de nadie. Bueno, dicho esto, a lo que vinimos vamos:

Cuando salgamos del populismo autoritario, ojalá sea pronto, ningún sector de la sociedad puede quedar a la deriva, el liberalismo democrático que queremos no es discriminatorio, la nueva oportunidad que el pueblo de Venezuela debe darse no es para conflictos entre hermanos, es para la reconciliación. El liberalismo democrático va a ser distinto a los gobiernos populistas democráticos o autoritarios que hemos conocido los venezolanos durante los últimos 60 años. Es la hora de las libertades plenas, sin discriminación racial, social, religiosa, o de otra índole, el derecho a la propiedad privada no es para crear monopolios, es para liberar a todos los ciudadanos de los controles del gobierno y/o del poder económico. Sí tenemos un país de propietarios no hay forma de subyugar al débil.

Para los temerosos del liberalismo democrático, no es capitalismo salvaje o anarquía capitalista lo que queremos, es el imperio de la ley y no el imperio del capital el que va a gobernar el país, con instituciones sólidas, división de poderes, para minimizar la intervención estatal en la actividad productiva del país, y lograr libertades económicas, civiles y políticas plenas para todos por igual, libertad de pensamiento y de expresión, libertad de asociación, apoyo económico y técnico a los artesanos, pequeños y medianos comerciantes, profesionales, técnicos, obreros y productores del campo.

Garantizar educación, salud, vivienda propia, seguridad social, seguridad personal, bienes y servicios básicos, fuentes de empleo, pero sobre todo, la erradicación de la pobreza, esa lacra utilizada por los populistas para sus perversos fines, de control, alienación y anulación de las personas.

Acabar con la guerra imaginaria entre venezolanos, desintoxicar al país del mesianismo y de los líderes carismáticos, empoderar a las personas y no al gobierno para la toma de decisiones vitales inherentes a la persona humana, subordinar el poder militar al poder civil, promover el civismo y no militarismo como fin del Estado. Apartar a quienes pretenden hacer política montados sobre un tanque de guerra usando las armas y recursos del Estado para la intimidación y el abuso de poder.

Cambiar el discurso, no más violencia física y psicológica, la lucha debe ser de todos los venezolanos contra la escases, desabastecimiento, inflación, inseguridad y la pobreza de toda índole, promover el respeto y la fraternidad como valores de la venezolanidad, derribar los mitos de la lucha de clases y, reconocernos como personas. Que el servidor público actúe con libertad de conciencia, no bajo la intimidación y el miedo a perder sus beneficios, para ello, es necesario asegurar sus derechos cómo tal, sin retaliaciones políticas, que sepan que le trabajan al país y no al gobierno y que su carrera pública no depende del gobernante de turno sino de la responsabilidad profesional y ética con la que actúe.

La lucha liberal es para erradicar la pobreza, no nos motiva acabar con la desigualdad material, sino, la pobreza en sí, acabando con la pobreza no es necesario pararnos a discutir porque unos tienen más y otros menos, nuestra idea es que todos tengamos, porque, la discusión de desigualdad material es un tema que tiene que ver más con la envidia y el egoísmo, que con las reivindicaciones sociales.

Sí Dios y el pueblo lo permiten, la tregua liberal se materializará, la paz y el bien recorrerán las calles de Venezuela, después de 60 años de populismo dónde en 40 de ellos hubo democracia y los últimos 20 autoritarismo, hemos aprendido que es posible reinventarnos, cambiar y acometer acciones distintas asumiendo la responsabilidad de nuestros actos sin buscar culpables foráneos. También nos han enseñado con sus abusos, que la libertad después de la vida es el mejor derecho natural del hombre y lucharemos incansablemente hasta lograr su reconocimiento.

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