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Larga noche para la MUD

Una vez obstruida, secuestrada o arrebatada la iniciativa constitucional de convocar a un referéndum revocatorio, la unidad opositora ha comenzado a vivir días oscuros. La sombra de la desesperanza, las dudas y el desacuerdo son los ingredientes de esta etapa que contrasta con los días de júbilo democrático luego del triunfo electoral en la Asamblea Nacional.

La insana búsqueda de culpables, antes que la necesaria indagación sobre la forma de organizarse para enfrentar con éxito esta nueva etapa de lucha política, ha sido parte de lo que le ha tocado vivir a la oposición (partidista, social y ciudadana) ante el cambio de escenario luego de la usurpación del referéndum.

Urge relanzar la MUD. Es indispensable reorganizar su estructura, los objetivos y estrategias. Estas tareas están en marcha, pero mientras tanto la larga oscuridad se extiende más allá del horizonte sin que se divise amanecer alguno.

Por su parte, el gobierno levanta un falso estandarte de triunfo que los desesperanzados ciudadanos son capaces de creer. ¿Cuántos nuevos apoyos ha recibido el gobierno? ¿En cuánto ha disminuido el porcentaje de venezolanos que desea un cambio? ¿Qué proporción cree que el gobierno lo está haciendo bien, o que bajo esta administración se van a resolver las cosas? Todas las encuestas y el sentido común dan cuenta de que el gobierno no mejora sus números y, por el contrario, sigue creciendo la proporción de quienes están convencidos de que es imposible una mejora sin que ocurra previamente un cambio político. El gobierno solo ganó un poco más de tiempo a costa, una vez más, del perdido por el país.

La diferencia entre esta oscuridad demasiado larga y la proximidad de un día luminoso no está en manos del régimen. No importa qué tanto se lo repitan, la fortuna del petróleo no habrá de salvarnos, ni a nosotros, ni al gobierno. La suerte del país está en manos de la oposición, en cómo se reinventa para que el cambio pueda ser una nueva esperanza.

Las instantáneas que muestran una preferencia abultada en un centro que prefiere no definirse con ninguno de los bandos no es el resultado del resurgimiento de una tercera vía o un espacio ganado por un independiente, se trata más bien de que se trancaron las vías de resolución de conflictos, se bloqueó la vía electoral.

La tarea, por tanto, es simple, pero no por ello fácil o sencilla. Hay que recuperar el derecho al voto y después volver a utilizarlo como instrumento de cambio. Para el logro de estos objetivos se requiere de algo más que una alianza electoral o de la multiplicación de las protestas reivindicativas (todas ellas válidas y seguramente justas); se necesita más bien de una agenda política, orientada por los partidos, pero en sintonía con las aspiraciones, necesidades y modos de satisfacerlas. En este retroceso a las formas predemocráticas de la Venezuela de hoy, es fundamental el diálogo autónomo entre partidos y sociedad, de forma tal que mejores sueldos, abastecimiento, seguridad personal, mejores servicios sociales y públicos, así como la recuperación del progreso hasta lograr detener, para después hacer retroceder, la pobreza, pase necesariamente por el derecho al voto y su ejercicio limpio y competitivo.

Mientras algún sector de la sociedad crea que es posible lograr mejoras reivindicativas o, del otro extremo, que solo con la protesta insurreccional se logrará el cambio, la lucha por el derecho al voto y su libre ejercicio perderá intensidad y foco, lo que dispersará las acciones y permitirá que se tropiece con las piedras que el gobierno pone en el camino a los incautos cortoplacistas o a los deterministas de la crisis.

La crisis sola no cambia gobierno, ni quienes la originaron son capaces de solucionarla. La salida del ya largo día de oscuridad va a depender en exclusiva de la propia oposición, de su reorganización y del reacomodo de sus objetivos y estrategias. En los próximos días deben producirse nuevos anuncios y replanteamientos importantes, y es posible que renazca entre nosotros la esperanza y el fin de la larga oscuridad.

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