Las elecciones presidenciales no son el camino para la salida

Manuel Avendaño

Esta semana, hablando con una vieja amiga de la universidad, me comentaba con mucho rabia y frustración lo que muchos venezolanos sienten día a día, dudas sobre el liderazgo opositor y sobre los partidos que somos parte del sistema político venezolano. Le dije que sus comentarios eras muy válidos y que además, respetaba su punto de vista, pero que creía que era injusto afirmar que todos éramos parte de la misma forma de sospecha habitual por parte de la sociedad.

Hoy existen al menos 260 presos políticos que se han mantenido firmes junto a la ciudadanía en la lucha por la restitución del orden democrático en Venezuela y no solo, desde el 2017 sino desde mucho antes. Sumado a esto, hay una cantidad incontable de exiliados por el mismo motivo, entre ellos alcaldes, concejales, diputados nacionales, regionales y de asambleas legislativas e incluso, sus familiares han recibido amenazas y amedrentamientos por parte de la dictadura.

Ahora bien, también hay una cantidad de liderazgo que hay que señalar especialmente, que se han dedicado a darle soporte con sus actuaciones a este régimen y particularmente me refiero en esta ocasión a Henri Falcón, quien decidiendo ir a la farsa de las elecciones presidenciales del 20 de mayo, legitimará el fraude que se cometerá.

Ahora, ¿Por qué creemos que las elecciones no son la salida, ni el camino para el cambio? Para encontrar dicha respuesta, no quiero ir tan atrás sino remontarme al 7 de diciembre del 2015, cuando Maduro y su régimen manifestaron que más nunca volverían a perder unas elecciones. El día anterior, el 56.22 % de los venezolanos, votamos por un cambio categórico en el sistema político rechazando el modelo socialista y populista que desde 1999 nos habían impuesto. Ese día, el régimen se dio cuenta que había perdido a la gente, a la mayoría de los venezolanos que en algún momento los apoyaron.

A partir de ese momento se decidió cerrar la vía electoral, impidiendo la realización del referendo revocatorio en el 2016, posponiendo casi un año las elecciones de gobernadores y dando la estocada final con la elección de una Asamblea Nacional Constituyente ilegítima de origen y de actuación. Una vez instalada la misma, cuando ya el consorcio con el Poder Electoral estaba consumado, procedieron a convocar de un solo golpe las elecciones a gobernadores (fuera del lapso constitucional establecido), alcaldes y presidenciales. De remate, violando la misma Constitución, adelantan las de la Asamblea Nacional con prácticamente 3 años de adelanto, es decir, producto del plan que el régimen ha venido desarrollando para mantenerse en el poder, han decidido demoler la institucional republicana de un solo golpe cumpliendo lo que los más ortodoxos comunistas llamaron la “democracia burguesa”.

A pesar de todo lo expresado que ya es bastante delicado, nada de eso se compara con los elementos técnicos del fraude electoral: la imposibilidad de que casi tres millones de venezolanos puedan votar en el exterior, las auditorias técnicas pre y posteriores al evento electoral, la depuración del Registro Electoral y la conformación de las mesas de votación. A todo esto, hay que agregarle el ventajismo en cuanto a propaganda, uso de medios oficiales y lo más grave, la utilización de diversos elementos de coacción para poder arrastrar votos, uso de armas, de colectivos y ahora de los CLAP, como mecanismos de intimidación.

Luego de la elección de la Asamblea Nacional Constituyente, en el pasado mes de julio, el régimen de Maduro decidió dar el paso de constituirse en una tiranía sin importar el costo que tuviera que acarrear dado que no tenían otras alternativas más que mantenerse aferrados al poder. Esto conllevó a que la comunidad internacional rechazara dicho ente y los actos emanados de ella. Ahora, si la Comunidad Internacional entera rechaza la convocatoria de una espuria Asamblea Nacional Constituyente, ¿que nos llevaría a nosotros hacerlo? La respuesta es: el interés de legitimar al régimen y al status quo, por lo tanto, todo lo que apoye dichas decisiones carece de la legitimidad y del apoyo de la mayoría de los venezolanos. Maduro busca con esta farsa presentarse ante el mundo como negociador y conciliador cuando en verdad busca argumentos para liberarse de las sanciones.

Entonces, ¿Cuál es la salida a este desastre? En primer lugar, aclarar que el voto es el instrumento más importante de una democracia y que al contrario de lo que podría pensarse, lo que hay que rescatar es el objetivo del voto; la transmisión del poder a los ciudadanos, esa es la verdadera razón de existir del voto. Ahora, con unas condiciones como las planteadas NO se puede asistir a una elección por lo que hay que pensar más allá de la caja y buscar otras vías para salir del narco estado.

Lo primero es la conformación de una unidad superior que trascienda a la MUD, que ya cumplió su papel, pero que queda demostrado no sabe enfrentar a este régimen más allá del juego electoral. Esta unidad superior tiene que incluir a TODA la sociedad: iglesia, gremios, sindicatos, partidos políticos, diáspora, universidades, periodistas, etc.

Luego en torno a esa unidad el objetivo debe ser la salida de Maduro movilizando a la sociedad en torno a los objetivos sociales que hoy están latentes y la recuperación del voto como herramienta de cambio.

Por último, la alineación con la comunidad internacional que hoy está más comprometida que nunca con la democracia y finalmente, prepararnos para el boicot electoral el 20 de mayo. A partir de allí, la unidad de criterio será clave para la salida.