OpiniónOpinión Nacional

Lecciones aprendidas

El año terminó y son muchos los venezolanos que tienen en sus haberes un terrible sentimiento de frustración, rabia e impotencia por la manera que hasta ahora les ha tocado vivir en un país, que hasta hace un poco más de una década poseía unas expectativas de progreso y bienestar insuperables en América Latina. Un país con una democracia sólida, aun con las experiencias de los eventos producidos en 1992. Un país cuya gente se ha caracterizado por su espíritu de alegría, sus ganas de disfrutar y festejar con cualquier excusa la vida, y con una especial vocación de ayudar a todo el que lo ha necesitado. Un país con una profunda fe en Dios, un país cuyo orgullo más grande ha sido la memoria de nuestro libertador Simón Bolívar, símbolo de hidalguía y desprendimiento, cuya imagen hoy en día sigue tan vigente como ayer en el mundo.

Son muchas las situaciones que han venido padeciendo los venezolanos a lo largo de los dos gobiernos que paradójicamente se han auto denominado “bolivarianos”: crisis políticas sin precedentes, abuso de poder y aniquilamiento del sistema democrático-hasta el punto que la independencia de los poderes públicos ha quedado únicamente para rellenar las páginas de la Constitución de la Republica-, violaciones sistemáticas de los derechos humanos-llegando incluso a considerarse un crimen de lesa Patria la posibilidad de disentir, de opinar respecto a lo que los venezolanos quieren o no quieren como gobierno. ¿Sera eso suficiente para dar por terminadas las esperanzas de los venezolanos? Por supuesto que no.

Todo Estado, como organización política de un país, está estructurado en tres elementos: el  poder, identificado como la soberanía o capacidad jurídica del Estado, y de cuya administración depende el gobierno;  el territorio, representado por el espacio físico donde se ejerce el poder; y la  población, nación o pueblo sobre el que actúa el Estado, compuesta por una comunidad humana con elementos comunes que las distinguen de otras y que la convierten en un tempano de hielo solidario respecto a los ideales con los que se identifican.

En el caso particular de Venezuela, algunos de los elementos señalados han funcionado de una manera distorsionada, produciendo evidentes resultados negativos. De allí que sea necesario conocer cuáles han sido esas fallas para establecer sus correctivos. Por supuesto, para lograrlo, se requiere de un ingrediente adicional: la voluntad de un pueblo y de sus dirigentes.

Sin lugar a dudas que el elemento primordial del Estado, causante de la situación actual de Venezuela, no es otro que el gobierno que ha venido ejerciendo el poder durante 17 años, del cual el señor Nicolás Maduro es su actual cabeza. Para entender las razones de esta situación sobre el ejercicio del poder, podemos mencionar uno de los conceptos más difundidos hoy en día en el mundo. Nos referimos a lo que se conoce desde los años 90 como “buen gobierno” (“Governance” en inglés, “Gobernanza”, en español).

Si bien el concepto de gobernanza ha sido identificado con diferentes acepciones dependiendo del tipo de institución que lo considere, existen elementos comunes a todas estas que la identifican. Estas áreas comunes se refieren a la necesidad de rendición de cuentas de los gobernantes, la obligación de transparencia de las instituciones y el respeto al Estado de derecho. Así tenemos por ejemplo, que mientras algunos gobiernos, como el de los Estados Unidos, le dan mayor preponderancia a temas como la democracia y los derechos humanos, organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) se concentran en la necesidad de reducción de los gastos militares de los gobiernos. Por su parte, el “Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo” (PNUD) analiza el concepto, relacionándolo básicamente con la capacidad de los gobiernos para promover el desarrollo humano.

Otro de los aspectos vinculados con el buen gobierno, se refiere al tema de la corrupción. Toda vez que mediante ella, afirman los expertos, se incrementa el poder  del Estado sobre la sociedad.

Tal y como hemos examinado anteriormente, aparte del gobierno que ejerce el poder, el Estado requiere de una población a la cual dirigir ese poder. Dentro de esa población, existe un elemento fundamental coadyuvante de la materialización del sistema democrático: su oposición. De allí que  así como era necesario definir al buen gobierno, de igual manera se hace necesario entender lo que significa una “buena oposición”.

En términos generales la oposición es el conglomerado de agrupaciones, partidos políticos y personas que apoyan a estos. Una “buena oposición” se encargara de conocer y transmitir a la comunidad las fallas de los gobiernos, así como de utilizar estas fallas para ofrecer los instrumentos y planes para corregirlas y lograr sus legítimas aspiraciones para gobernar.

La buena oposición es uno de los elementos fundamentales para garantizar el funcionamiento eficiente de los gobiernos y el respeto al Estado de derecho. Una buena oposición debe de estar capacitada para cuestionar con argumentos sólidos las políticas erróneas de los gobiernos, aportar soluciones y canalizar a la población descontenta. En los regímenes democráticos tan importante es quien ejerce el poder, como quien participa del lado opositor. Por ende, la buena oposición actúa como como complemento del sistema, como equilibrio del poder, no como un enemigo. No actúa para oponerse por oponerse, no actúa para destruir a su oponente, sino para aportar soluciones y servir como vocera de toda una sociedad.

La consecuencia de los malos gobiernos y de las malas oposiciones se traduce en la situación que actualmente el mundo está viendo en Venezuela: una crisis de  ingobernabilidad en donde ambas partes se acusan mutuamente, se bloquean unas a las otras e imposibilitan su funcionamiento. De tal manera que ni el Gobierno ejerce sus funciones de gobernar, ni la oposición ejerce sus funciones de hacer valer los derechos de los ciudadanos y de presentar alternativas ante los desajustes políticos, económicos y sociales del país.

Lo lamentable de esta situación va más allá incluso de la crisis de ingobernabilidad que vive el país,  y es que siendo los gobiernos y las oposiciones la contrapartida del otro, el destino de unos y otros está estrechamente vinculado entre sí. El riesgo que se corre es  que ambos pueden ser desechados por la misma sociedad que les dio poder, y que nuevas figuras, como sucedió con el líder bolivariano, Hugo Chávez, surjan para aglutinar a los desencantados de un sistema que lo único que les ha garantizado es hambre e impunidad, y de una oposición que olvido sus obligaciones fundamentales.

Nadie está en capacidad de dar consejos sobre Venezuela, entre otras cosas porque nadie tiene la solución mágica que resuelva la situación. No obstante, no hay mejor forma para comenzar el año que la de afrontar el reto de enfrentar de la misma manera a quienes nos desgobiernan, como a quienes solo han representado a sus propios intereses. Si alguno piensa que con odios, o actitudes compulsivas puede lograrse algún cambio, no solo estará perdiendo el tiempo, sino que con esa actitud, propia de quienes hasta ahora gobiernan al país, le demostrara a estos que “ellos” habrán ganado. ¡Feliz año!

Los comentarios, textos, investigaciones, reportajes, escritos y demás productos de los columnistas y colaboradores de analitica.com, no comprometen ni vinculan bajo ninguna responsabilidad a la sociedad comercial controlante del medio de comunicación, ni a su editor, toda vez que en el libre desarrollo de su profesión, pueden tener opiniones que no necesariamente están acorde a la política y posición del portal
Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba