Liderazgo en tiempos de crisis
Lo que viene sucediendo en nuestra patria, trae a la memoria un refrán que todos conocemos, el cual nos indica que la avaricia rompe el saco. No le ha bastado al régimen chavistoide haber amañado las elecciones y adjudicado las gobernaciones que quiso. Ahora acaban de arrimar una más para su mingo, tratan de forzar juramentaciones espurias, ya empezó el acoso a los nuevos gobernadores de la oposición y, para colmo, pretenden hasta impugnar un resultado y celebrar nuevos comicios en ese Estado.
Una actitud de naturaleza tan irrespetuosa, pareciera transparentar excesiva confianza en nuestra torpeza, pues a sabiendas que estábamos jugando con dados trucados, no hemos sido capaces ni de capitalizar el triunfo ni de sustanciar el fraude.
Lo bueno del asunto, pues hasta los peores tienen algo positivo, es que la desmedida avaricia de poder, ha captado la atención de la comunidad internacional. Unos resultados electorales tan inconcebibles, han producido la incredulidad de muchos y la petición de revisarlos, manifestada por un importante grupo de países de nuestra región, que calibran bien lo acontecido y el riesgo de metástasis que implica.
Estamos forzados a redoblar esfuerzos por recobrar la senda democrática, pero más obligados que nunca a no malbaratarlos. Hay que serenar la mente, racionalizar los ímpetus y posponer ambiciones partidistas y personales, pues de no aprender de los errores y mantener los mismos procederes, conseguiremos los mismos resultados.
Pero el más amargo sabor de una derrota, es saber que su causa no fue del todo ajena. Podemos arrostrar lo que se venga, si nuestra dirigencia se sabe empinar sobre las apetencias egocéntricas, consciente que su obligación primordial es, sobre todo, orientar a un pueblo ansioso por salir de las tinieblas, en estos tiempos especialmente aciagos. Esa es, ni más ni menos, lo ineludible exigencia de esta coyuntura histórica.