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Llamen a Petra…

Cristian Silva

La escasez de dinero en efectivo es un drama en Venezuela. Y si a esto se suma la carestía y altos precios de todos los bienes y servicios resultado de la hiperinflación, aumenta considerablemente la dificultad para alcanzar una vida digna.

El dinero se ha convertido en una mercancía más, desvirtuándose así su función de elemento de cambio o facilitador de transacciones económicas. Todos los bancos –tanto públicos como privados- no entregan más de 10.000 bolívares, lo cual no alcanza ni para pagar el costo del pasaje diario.

Ya es una práctica normal, rutinaria, y además realizada ante los ojos de todas las autoridades, el incremento de un producto hasta del 100% de su valor real, si se cancela por punto de venta en vez de efectivo.

Mientras en zonas mineras de Guayana, poderosas mafias –controladas y protegidas por militares- poseen montañas de billetes nuevos, demostrando así que el gobierno es el gran ladrón, bachaquero y especulador.

Es bueno recordar a los “revolucionarios”, que recibieron un país abastecido de todo: alimentos, medicinas, empleos, repuestos, alta producción de petróleo, cauchos, baterías, aceite de motor y vegetal, artículos de limpieza e higiene personal.  Dinero efectivo en abundancia, tanto en bolívares como en dólares, euros y otras divisas…  Y lo más importante, en cantidades ilimitadas y sin ninguna restricción.

Pero hoy han convertido a Venezuela en un cementerio de escasez, miseria, hambre; y lo peor es que le echan la culpa a Donald Trump. ¿Tú también vas a responsabilizar al Presidente de los Estados Unidos? Si les quedara algo de vergüenza a los gobernantes, hace tiempo hubiesen renunciado.

También es recomendable recordarle a los usurpadores del poder en Venezuela, que la política monetaria “es el conjunto de medidas emitidas por el Banco Central de un país, teniendo como objetivo principal, alcanzar y mantener la estabilidad del valor del dinero”.

Estabilidad destruida por los aprendices ministros maduristas de economía, quienes en vista de la improvisación e incapacidad manifiesta para mantener la productividad -elemento controlador y regulador de la inflación-  han sumido al sector industrial y agroalimentario a trabajar a un ritmo  menor del  20% de su capacidad instalada.

Y ahora en su desesperación, cuando el país presenta los mayores niveles de desconfianza en la comunidad internacional, se atreven a lanzar una criptomoneda llamada “Petro”.

Les aconsejaría que más bien llamen a Petra, o mejor a María, a ver si alguien los oye desde el infierno, lugar donde les espera una muerte lenta y dolorosa, en vista de su culpabilidad por llevar a la postración de la pobreza extrema, hambruna y locura colectiva a todo un pueblo noble, altruista, libre y democrático.

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