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Lo confirma Ban Ki-moon

Lo de la crisis humanitaria venezolana no es una especulación tendenciosa ni una argucia de opositores frontales. No. Es una realidad tan pero tan avasallante que hasta un diplomático en extremo prudente como el secretario general de la ONU, el coreano Ban Ki-moon, la ha reconocido de manera notoria, pública y comunicacional.

Desde un país latinoamericano, Argentina, Ban Ki-moon recién declaró a la prensa lo siguiente: «Estoy muy preocupado por la situación actual, en las que las necesidades básicas no pueden ser cubiertas, como la comida, el agua, la sanidad, no están disponibles… eso crea una crisis humanitaria en Venezuela». Tiene toda la razón.

Los fundamentos de una crisis humanitaria son principalmente tres: una crisis de gravedad en la disponibilidad y acceso a los alimentos básicos, es decir una crisis alimentaria; una crisis de gravedad en la disponibilidad y acceso a medicinas básicas –además del colapso de las estructuras de prestación de servicios médicos, es decir una crisis sanitaria; y una crisis de gravedad en la exacerbación de la violencia criminal, lo cual, obviamente caracteriza a Venezuela, que en el siglo XXI se ha ido transmutando en uno de los países más violentos del mundo.

Luego, no es exagerada la afirmación de que Venezuela ha entrado en los terrenos de la crisis humanitaria. Esos tres fundamentos se manifiestan de manera dramática, además de otros que también tienen una gran importancia: la debacle salarial, la espiral hiper-inflacionaria, la creciente escasez de cualquier producto necesario para el funcionamiento corriente de la economía personal, familiar y colectiva. Y todo ello en un contexto de redoblada militarización, represión de derechos ciudadanos y rampante corrupción.

Entendámonos. Venezuela no es Somalia. Pero es lo que más se podría parecer a una Somalia en nuestra región, aparte de Cuba y Haití, en lo que a miseria envuelta en violencia se refiere. Ello de por sí no sólo es absolutamente injustificable en términos históricos, sino absolutamente condenable si tomamos en cuenta que nuestro país ha experimentado la bonanza petrolera más prolongada y caudalosa de su historia petrolera, y de ésta lo que está quedando es una crisis humanitaria que se sigue extendiendo y profundizando.

Ahora bien,  la crisis humanitaria no se creó por sí sola ni es consecuencia de una catástrofe ambiental o de una guerra internacional. Nada de eso. La crisis humanitaria es el resultado de largos años de una hegemonía despótica y depredadora que malbarató la bonanza petrolera y dejó al país en la lona, postrado, en un abismo trágico. En cuanto a estas causas de la crisis humanitaria, repito, de factura endógena, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, no se pronunció de forma explícita.

Ni hacía falta que lo hiciera, porque se sabe de sobre que la relación de la hegemonía roja y la crisis humanitaria es una de causa y efecto. Los chorros de petrodólares lograron disimular la situación durante un tiempo relativamente largo, pero esos tiempos de habilidosas manipulaciones y de repartos coyunturales, están siendo vencidos por la penuria diaria de la abrumadora mayoría de los venezolanos; penuria propia de las crisis humanitarias. Nada más que las interminables colas para tratar de conseguir algo de harina, o de arroz, o de leche, es una evidencia que no necesita de demasiadas explicaciones complementarias.

Venezuela está en crisis humanitaria. Lo confirma el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. ¿Qué más tiene que pasar para que aceptemos la realidad y respondamos en consecuencia?

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