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López Contreras y la economía orgánica

La sana y equilibrada gerencia macroeconómica de un país es una función primordial del Estado y de sus gobernantes. Una gestión de gobierno debe fundamentar sus políticas públicas conforme a una doctrina económica, debidamente delineada desde un principio, bajo normas prudenciales de carácter fiscal, monetario y financiero, formulada orgánicamente y desprovista de superficialidades ideológicas o improvisaciones inadecuadas.

Un jefe de Estado de la calidad, competencia y respetabilidad de Eleazar López Contreras (1883-1973), el general civilista que dirigió la transición de la dictadura a la democracia (1935-1941), escoge a sus ministros y colaboradores entre las figuras de mayor entidad académica o profesional dentro de su respectivo campo de actividad, sea económico, social, político, científico o cultural. El presidente López Contreras seleccionó a dos jóvenes venezolanos bien formados, honestos y con una arraigada vocación de servicio público. Fueron ellos, el economista merideño Alberto Adriani (1898-1936) y el abogado llanero nacido en Zaraza (entonces llamada la Atenas del llano venezolano), Dr. Manuel R. Egaña (1900-1985).

Gracias a la iniciativa del Dr. Simón Alberto Consalvi, se nos encomendó escribir las biografías de Adriani y Egaña para la Biblioteca Biográfica Venezolana, patrocinada por el diario El Nacional y Bancaribe. En nuestras lecturas pudimos encontrar textos escritos por ambos estadistas, a quienes podríamos calificar como precursores de lo que hoy se denomina en la Unión Europea, el modelo social europeo y la economía social de mercado.

En los años 30 del siglo XX tiene lugar la Gran Depresión en los Estados Unidos, con su secuela de quiebra de empresas, desempleo y pobreza, tanto en ese país como en el resto del mundo. Se estremecen los dogmas del liberalismo económico, el llamado laissez – faire, según el cual sólo las fuerzas del mercado libremente ejercidas garantizan el bienestar social de la sociedad, con un Estado no interventor. Los cimientos del capitalismo son cuestionados.

Los logros industriales del nacionalsocialismo nazi y fascista en Alemania e Italia atraen a muchos intelectuales y jóvenes, al igual que el proceso de industrialización acelerado que implanta Joseph Stalin en la Unión Soviética, basado en la eliminación de la propiedad privada, la colectivización agropecuaria y la estatización de los medios de producción. Se pone en ejecución la dictadura del proletariado, a partir de la cual el socialismo abriría paso al comunismo como sociedad perfecta e igualitaria. En nombre de las masas proletarias se implantan economías de planificación central y regímenes autocráticos apuntalados por un partido único, el Partido Comunista.

Alberto Adriani, desde su retiro en Zea, Estado Mérida, entre 1930 y 1935 (donde se dedicó a la actividad de producción y exportación agropecuaria de su familia), propone un modelo alterno y distinto: un “plan metódico” formulado entre el Estado y el sector privado y una “economía orgánica,” que descanse sobre la iniciativa empresarial como fundamento del crecimiento y el desarrollo económicos. Desde el Alto Escalante, Adriani escribe:

Un plan económico permitirá coordinar las actividades económicas de un país, tanto las públicas como las privadas, y darles la dirección que más se acuerde con los intereses permanentes de la Nación. A este plan se adecuarían la política de tierras baldías, la inmigración y colonización, la sanitaria, la agrícola, la minería, la industrial, la comercial, la fiscal, la bancaria, la de comunicaciones, la hidráulica. La iniciativa privada seguirá libre, pero es claro que no podrá ni le convendría apartarse de las líneas del plan.”

Manuel R. Egaña, por su parte, señala que el modelo económico no era conveniente que fuera ni el laissez – faire, sin intervención del Estado, ni el de estatización de los medios de producción y eliminación de la propiedad privada. Y así expresa:

“Sería insensato e inútil que se tratara de aplicar entre nosotros, digamos, el régimen soviético o el régimen nazista, como la adopción de un régimen de completo laissez – faire, laissez aller, laissez passer, porque Venezuela tiene su propia doctrina económica, resultado natural y espontáneo de su propia vida…lo que importa, pues, no es definir si el Estado, en Venezuela, debe ser liberal o intervencionista, sino estudiar el grado mayor o menor en que deba intervenir…”

Egaña, ministro de Fomento, procede a enumerar, en 1940, cinco principios que hacen procedente “un mínimum de intervención estatal” en la economía:

  1. Conviene estimular la libre competencia para que se reduzcan los precios en los mercados concurridos…
  2. Es aconsejable respetar los amplios márgenes de beneficios que puede reportar una inversión…por ser Venezuela país de crecimiento rápido…
  3. El instrumento administrativo para una intensa intervención económica es todavía insuficiente…
  4. Conviene reducir el coeficiente del presupuesto nacional dedicado a retribución de funcionarios y servicios…
  5. El concepto de que todo lo bueno y lo malo se espera del Estado tiene un efecto desmoralizador sobre la población, especialmente la población rural…”

Esta última recomendación es particularmente relevante para nuestro tiempo, por cuanto a lo largo de décadas, desde entonces, los gobiernos de Venezuela y la sociedad venezolana misma, han dependido en extremo de las dádivas y subsidios del Estado, y allí encontramos la génesis de nuestra mentalidad rentística, derivada de la riqueza petrolera, que ya entonces era objetada por tres de los principales colaboradores del presidente López: Adriani, Egaña y Arturo Uslar Pietri.

@lxgrisanti

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[1] Edición de la charla dictada por el autor en el Foro Vida y época de Eleazar López Contreras, Escuela de Enfermería, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 27 de enero de 2018.

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