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Los Inventos

No son los “Guerreros”. No son los muchachos universitarios que se quedan en las calles y en la autopista cuando las marchas y las concentraciones comienzan a ser “reprimidas”, para no decir siquitrilladas. No son esos jóvenes que vienen con cascos tricolores y ocho estrellas (que alguien que desconozco financió y repartió, para que las bombas lacrimógenas y los proyectiles lanzados desde un helicóptero, no les siguieran destrozando los cráneos). Los “Guerreros” acuden con máscaras antigases, pero de todas formas se cubren el rostro con pañuelos y franelas. Ellos se protegen como pueden con esas corazas de los que hacen motocross o son “catchers” en algún equipo de béisbol. Usan rodilleras, coderas, hombreras y cuanto adminículo se necesite para patinetear o hacer eso que llaman “deportes extremos”. Ah, y tienen guantes gruesos también. Portan escudos de latón, de madera o un barril picado por la mitad. Se las ingenian con cualquier cosa. Como se sienten súper héroes, llevan la bandera de Venezuela a manera de capa.

¿Cuáles son sus armas? Al principio no tenían. Se conformaban con agarrar la bomba lacrimógena que les habían lanzado y, con el mismo impulso, devolvérsela a los guardias. Hay una foto que, si no fuera tan grave, sería divertida: un muchacho con un bate en posición de grande-liga, esperando a que le lancen una bomba para sacarla de jonrón. Pero vamos a sincerarnos, los “Guerreros” se han ido armando: desde bombas Molotov hasta bombas Puputov: eso de arrojar envases con excremento humano no sé si sea una idea original de esta Venezuela de 2017, pero raya en la genialidad. Momento ideal para acotar que si estos “Guerreros” pueden llenar frascos con sus deposiciones, es porque tienen qué comer.

Ante las muertes de los “Guerreros” y el sinfín de heridos, no seamos cándidos, estos muchachos se han ido armando. Aún no he sabido de ninguno que porte un arma de fuego, pero aseguran que están usando “miguelitos” (arma de confección casera proveniente de la Argentina de las dictaduras), que son un  amasijo de clavos ideal para pincharle los cauchos a los motorizados amenazantes. ¿O acaso también los estarán arrojando? Y una expresión que sólo los venezolanos entendemos: “bala mata miguelito”.

De la nada han aparecido los “Inventos”, son unos muchachos esqueléticos, vestidos con andrajos, con zapatos demasiado usados, que –a falta de pañuelo tricolor o franela en buen estado- se embojotan la cabeza y el rostro con un trapo, con un coleto viejo. Los “Inventos” se disfrazan de “Guerreros” y fracasan en el intento. El olor, la falta de agua y jabón, los delata.

En el “Trancazo” del lunes 26 de junio, caminando desde el Millenium hacia la tan temida plaza Altamira (viendo como todas las calles estaban trancadas y la gente de pie muy comprometida en cada intersección), me topé con grupos de estos “Inventos”.

  • ¿Y ustedes por qué tienen la cara tapada si esto es una manifestación pacífica que va a durar 4 horas y ya está?
  • Nooo… es que ahorita pasaron unos de la policía tomando fotos.
  • Ah, oquei. Tápense bien.

Seguí caminando y vienen cinco “Inventos” más. Dos de ellos portando bombas Molotov como quien lleva unos mangos verdes.

  • ¡¡¡Pero bueno!!! ¡¿Qué hacen ustedes con unas bombas Molotov?! ¡¿Ustedes no entienden que esta broma es pacífica?! ¡¿Ustedes no están viendo a toda la gente?! ¡¡¡Aquí todo el mundo está como yo!!! ¡¡¡En este bolso lo que traigo es la cédula y las llaves de la casa!!! ¡¡¡Y mírenme la edad y el pie hinchado!!! ¡¡¡Me hacen el favor y guardan esas bombas YA!!! ¡¡¡Eso es una falta de respeto a todos los que salimos para la calle hoy a manifestar en PAZ!!!
  • Tabién, señora.

El más bajito de los “Inventos” se guardó la botellita de cerveza –de gasolina- con el tapón de trapo en el bolsillo del pantalón, un pantalón que le quedaba muy grande.

El mayor y más alto de los “Inventos” no se movió. Se me quedó viendo y me retó con la mirada. Lo agarré por el brazo bien duro: “Te metes la bomba en el bolsillo”. Y nada. Y entonces lo apreté con toda la fuerza que pude y le dije bajito, susurrado, golpeadito y muy amenazante: “O te metes la bomba en el bolsillo o aquí mismo te caigo encima, te la quito y te la rompo en el piso”.

No le quedó más remedio y me hizo caso. Al menos durante ese minuto. Probablemente cuando me alejé los dos habrán sacado sus bombas otra vez. Y yo cada vez más cerca de la plaza Altamira y voy y me tropiezo con un muchachito, no más de 14 años, un “Inventico” con su bombita Molotov.

  • Mijo querido, guarda esa bombita, mira que hoy aquí no va a haber enfrentamiento; aquí todos lo que queremos es Paz.
  • Si yo la guardo, ¿usté me da algo que comé?
  • ¡Ay, mi amor, ¿qué voy a estar yo trayendo comida? Si tuviera plata te compraba algo…

Sumamente compungida llegué hasta la esquina de la plaza Altamira. Allí estaban mis héroes, los estudiantes de medicina de la Cruz Verde: los voluntarios que atienden a los heridos, los que intentan resucitar a los muertos. Me acerqué para darles las gracias, para decirles cuánto los admiro.

  • Señora, ¿pero por qué usted está cojeando?
  • Ah, no es nada, un esguince viejo, además tengo el pie vendado.
  • Mire, así usted no puede correr y ya empezaron los disturbios. Váyase para su casa es lo que es.

Les dije que los quería, que por favor se cuidaran. Y vi que del otro lado de la plaza ya los “Inventos” estaban quemando un enorme promontorio de basura y aquella humareda. ¡Qué ganas de provocar! ¡Darle trabajo a los bomberos y que venga la guardia a reprimir!

De regreso al apartamento alerté a los ancianos, a las mujeres embarazadas, a los padres que insisten en llevar a sus niños a las marchas y concentraciones. En uno de los semáforos la gente estaba arremolinada. Los “Inventos” querían pegarle candela a un camioncito que estaba estacionado. Los vecinos rodearon al camión e impidieron que lo quemaran. ¡Pero si no queremos ni vandalismo ni violencia!

¡Ya va a salir más de uno a decir que estos “Inventos” son unos infiltrados para generar destrozos, confusión y caos! Yo le quiero dar otro uso a la palabra “infiltrado”; estos muchachos lo que tienen infiltrada es el hambre. No son ese eufemismo de “niños de la calle”. Son hijos de la miseria; de la falta de alimento al hurgar en las bolsas de basura; de la niñez y la adolescencia sin ir a una escuela; de no saber qué es una caricia, un abrazo, un beso… esas muestras de afecto que significan: “Yo sí que te quiero, vale” y “Tú a mí me importas”.

Los “Inventos” tienen que dejar de ser eso y requieren nuestra ayuda. Los “Guerreros” nos harían un gran favor si dejan de exponerse a que los maten. Necesitamos que una generación de relevo bien formada, sana y alimentada, auxilie a los de su misma generación, pero que han estado sumidos en el mayor desamparo e infortunio desde que nacieron.

@carolinaespada

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