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Maduro frente a la hecatombe

La ambición rompe el saco. La avaricia también. Es lo que se deduce de los estremecedores resultados dados a conocer por el diagnóstico 800 de la encuestadora Pronóstico realizada en forma relámpago durante este mes de junio a nivel nacional. Describe, con una minuciosidad que no deja lugar a dudas, que Venezuela vive un deslave de rechazo como jamás nunca lo viviera en sus doscientos años de historia republicana. Y frente al cual el que llevara a Chávez al Poder es un juego de niños. La serpiente ha terminado mordiéndose la cola.

Los hechos reflejan el sismo que Venezuela viene experimentado desde hace más de tres meses: una insurrección profunda, irrefrenable, masiva y popular de impredecibles consecuencias que se traduce en el rechazo categórico y absoluto de parte de todas las clases sociales,  razas, sexos y edades, al principal responsable por la tragedia que sufrimos los venezolanos – Nicolás Maduro – y por el régimen que pretende imponer y que tras dieciocho años naufraga irremediablemente a la deriva. Basta un solo dato, cuya contundencia es de tal magnitud, que en cualquier país medianamente racional ya hubiera obligado al desalojo del gobierno. Pues por muchísimo menos, los argentinos salieron de tres gobiernos en una semana. En Caracas, ciudad capital de la República, asiento de las instituciones del Estado, corazón y cerebro articulador de sus procesos sociopolíticos, el 98,4% de los millones que la pueblan aseguran que la salida a esta crisis tendrá que ser cualquier otra que no tenga nada que ver con el gobierno. Flotan en el sargazo de las ruinas  algunos despistados que le dan un suspiro de credibilidad: el 1,6%. Vale decir: 99 de cada 100 caraqueños le ha retirado toda fe y toda esperanza a que el lacayo de Raúl Castro pueda evitar el hundimiento y sacar el país a flote.

El efecto político no podía hacerse esperar. De haberse constituido en vida de Hugo Chávez en el partido más poderoso de la llamada Quinta República, el PSUV ha descendido al 11,7% del electorado. Del cual, a juzgar por el masivo rechazo a Nicolás Maduro, buena parte busca nuevos horizontes.  Como lo expresan dos hechos: la erupción volcánica de la disidencia, liderada por la Fiscal General de la República, el grupo de 12 diputados que acompañaran a su esposo, el diputado Germán Ferrer, a retirarle su respaldo a la bancada oficialista y los grupos de la llamada Marea Socialista. Así como el 3.6% de reconocimiento que encuentra Diosdado Cabello, su presidente. Nunca un presidente de la República estuvo más hundido en las preferencias populares. Nicolás Maduro está en el piso. Y con él todos los suyos.

También el tradicional panorama político partidista de la oposición ha sufrido cambios de gran significación. Muestra, a grandes rasgos, una aplastante mayoría que la llevaría literalmente a arrasar en cualquier contienda electoral. Su respaldo nacional bordea el 90% de la ciudadanía. Dispuesta a jugar en todos los terrenos por desalojar al régimen, incluso en el de un gobierno de fuerza, que cuenta con un 14,7% de aprobación, junto al 46,2 % que comparte la política de la MUD de convocar a elecciones generales y un 20,7% que apuesta por un Gobierno de Unidad Nacional. De la acera de enfrente, en pleno hundimiento, sólo un 6,6% respalda el proyecto constituyente. ¿Imponerlo a raja tabla contra el 93.4% que lo rechaza? Estamos ante un feto que nació muerto.

Pero las preferencias han desplazado, posiblemente para siempre, el tradicional eje AD/COPEI que articulaba la vieja hegemonía democrático partidista impuesta tras el Pacto de Punto Fijo a partir del 23 de enero de 1958. Hay dos nuevas fuerzas emergentes: Primero Justicia y Voluntad Popular. Cubren un cuarto de la población con claras preferencias partidistas, prácticamente a partes iguales: PJ, con un 13,9 y VP con 13,3 %. Suman en conjunto el 27,2% de respaldo, mientras que todo el resto partidista opositor alcanza el 8,8%. El PSUV ha descendido al 11, 7%, del que sin duda ninguna seguirá descendiendo hasta volver a ubicarse tras de ese 5% histórico que constituyera el techo de las aspiraciones de las fuerzas castro comunistas venezolanas hasta la irrupción del fenómeno Chávez.

A ese realineamiento de fuerzas partidistas obedece claramente el perfil de los líderes más destacados en la Venezuela de la hora actual: a nivel nacional y considerando a todos los sectores encuestados, Leopoldo López cuenta con el 27,2% de respaldo nacional, mientras que Henrique Capriles le sigue con un 15,1%, María Corina Machado con un 5,2% y finalmente Henry Ramos Allup con un 4,6%. El liderazgo de Leopoldo López se duplica al considerar sólo las preferencias en el campo opositor: alcanza el 49,3%, lo sigue Capriles, con un 27,4, Machado con un 9,3, Ramos con un 8,3 y Falcón, con un 4,2%.

Me interesa destacar un dato resaltante: más de la mitad de los encuestados, si bien se alinean claramente en las filas de la oposición y se enfrentan decididamente al régimen, que vive su inexorable hundimiento, respaldando incluso las salidas más extremas y militantes, no reconoce preferencias por partido alguno. 5 de cada 10 venezolanos no han decidido aún su ubicación partidista. Son, en su inmensa mayoría, opositores sin partido.  De ellos dependerá, en gran medida, el curso futuro de los acontecimientos. Convertida en masa crítica, terminará por hundir definitivamente al chavomadurismo y le dará su perfil a los futuros gobernantes. Que a juzgar por esta encuesta, estarán en las cercanías de Voluntad Popular, de Primero Justicia, incluso de Vente Venezuela.

Es el perfil de la Venezuela que se asoma de la mano de Voluntad Popular y Primero Justicia: joven, pujante, sin cortapisas ideológicas y con voluntad renovadora. No es un mal proyecto de país. ¿Los militares? Esa ya es otra pregunta que merece otra encuesta. La estamos esperando.

@sangarccs

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