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Maduro o la hora de irse

Hasta el día primero de este mes, Hugo Chávez era el gobernante contra el cual se había realizado la más grande manifestación popular de protesta: la del 11 de abril del año 2002. Ese récord se lo arrebató Nicolás Maduro el jueves de la semana pasada, cuando más de un millón de personas desfilaron en Caracas testimoniando, pacífica y democráticamente, un impresionante repudio a él y a su gobierno.

Fue una marcha protagonizada en su casi totalidad por habitantes de la capital, ya que el gobierno multiplicó los obstáculos para impedir la movilización de gente del interior del país. Con el propósito de limitar la asistencia a la cita convocada por la MUD, se trató de infundir miedo con las previas detenciones arbitrarias de dirigentes y militantes de la oposición realizadas por los cuerpos de seguridad del Estado. Y pretendiendo que el mundo no se enterara de la magnitud de la muchedumbre que se desplazó por calles y  avenidas, se negó el ingreso al país de periodistas internacionales que atenderían la cobertura de la Toma de Caracas. Todo fue inútil porque los venezolanos no tuvieron miedo, y un dron travieso y fotos tomadas desde partes altas de edificios llevaron a la comunidad internacional la imagen de los ríos humanos que llenaron las principales vías de la ciudad capital.

El contraste entre el acto de masas organizado por la MUD y el acto oficialista de la Avenida Bolívar, es más que notable. Maduro y amigos del Gobierno, sin ningún pudor y sin sentido del ridículo, han cantado un recital de mentiras al afirmar que la convocatoria de la MUD reunió entre 30.000 y 35.000 manifestantes, mientras que ellos creen también  engañar  a los demás cuando aseveran que movilizaron 300.000 personas a la Avenida Bolívar. Todos sabemos que esa avenida tiene capacidad para alrededor de 90.000 personas, aparte de que ese día allí solo hubo gente y espacios vacíos entre la tarima de los oradores y el Museo del Niño. El montaje con imágenes de archivo de viejas manifestaciones oficialistas es un truco al que nadie le da credibilidad.

El día siguiente, el 2 de septiembre, Maduro se atrevió visitar la población Villa Rosa, Estado Nueva Esparta, antiguo bastión chavista, donde recibió un clamoroso cacerolazo, que provocó la ira del mandatario hasta el extremo de bajarse de su automóvil para enfrentarse personalmente y ofender a los manifestantes. Eso solo lo hace un gobernante desesperado.

La MUD ha anunciado que proseguirán las movilizaciones populares demandando el respeto de Maduro y su CNE de los lapsos para realizar este año el referendo revocatorio presidencial. Venezuela espera que no siga huyendo hacia adelante o que tome la decisión de irse, porque, como declaró el Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, Monseñor Diego Padrón, “en cualquier parte del mundo, ante una manifestación como la registrada este jueves (1º de septiembre) en Caracas, el mandatario renunciaría de inmediato”.

Las campanas doblan por el gobierno que se va.

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