Maniqueismo ajeno en la casa amarillista
Eduardo Soto Álvarez
Hace un par de días, me referí al maniqueísmo ajeno de la Casa Amarillista en el plano bilateral, quisiera ahora comentar algo de lo que acontece en el contexto multilateral. Para comenzar, se debe señalar que Venezuela siempre había tenido una activa, constructiva y destacada participación en el ámbito de la diplomacia de conferencias y, por mucho que haga en contrario el régimen chavistoide, no será fácil opacar la estela positiva que dejó la actuación internacional del país en la era democrática.
Una vea sentado este punto, comencemos por Naciones Unidas, donde los chavistoides no desperdician oportunidad para patentizar su desapego a la Organización y arremeter contra cualquiera que se atreva a formular críticas contra el régimen. Infortunadamente, el gobierno ha tenido desencuentros en algunas de las áreas más nobles del trabajo de la ONU, la infancia y la humanitaria; pero el caso más patético fue contra el Alto Comisionado para Derechos Humanos, pues al no poder desvirtuar lo expuesto, los chavistoides recurrieron a la invectiva, lo cual es práctica habitual cubana. Mientras tanto, el régimen se niega a permitir canales para aliviar las penurias que ha causado a la gran mayoría de la población venezolana, obligando a muchos a salir del país y condenando las familias a desmembrarse.
El malhadado influjo cubano es de tal naturaleza, que hasta en el Debate General, en el cual se tiene que asignar un determinado número de minutos a cada país, para permitir que todos puedan participar, los chavistoides siempre se exceden, pretendiendo imitar al otro comandante difunto, cuya incontinencia verbal fue verdaderamente legendaria.
Aparte del costo que significa cada minuto adicional utilizado en la Plenaria, pues implica interpretación simultánea en los otros cinco idiomas oficiales de la Organización, tal actitud es aún más criticable, cuando el país del orador que abusa, ni siquiera está al día en el pago de sus cuotas al presupuesto ordinario de la ONU.
Estos son detalles chavistoides que, junto al talante despótico y arbitrario del régimen, configuran una situación de desdén hacia la Organización.
Si tornamos nuestra atención a la institución hemisférica, la cosa es mucho peor. Los chavistoides pisotean la Carta Democrática Interamericana, pero se rasgan las vestiduras al menor reclamo. Cuando el Secretario General de la OEA denuncia tal situación, en ejercicio del mandato recibido de los Estados miembros, la diplomacia chavistoide desborda todo límite. Almagro es marioneta de la Casa Blanca, Venezuela es un edén y el régimen víctima inocente, cuya inmolación reclama el Imperio del Norte. En tales circunstancias, no queda más remedio que retirarse de la Organización, siguiendo el rumbo trazado por sus mentores cubanos en 1962.
Por otra parte, el sainete surrealista montado por la Casa Amarillista en relación con la Presidencia de MERCOSUR, no tiene parangón y será casi imposible de igualar, pues no es nada fácil hacer el ridículo con tanta perfección.
El accionar del Popo de Relaciones Exteriores, evidencia cada vez más la funesta tutela castrista, que si no se rompe a tiempo, puede hasta favorecer un descalabro de nuestra integridad territorial. Ciertamente, los intereses del castrismo, no se corresponden con los de Venezuela y hay antecedentes que permiten ubicarlos en la ribera opuesta del Esequibo. Los chavistoides parecieran ignorarlos, lo cual es inadmisible para una Cancillería venezolana; pero si los conoce es todavía peor, pues ni trata de sacudirse un yugo que propicia nada menos, que el desvanecimiento de nuestra histórica reclamación.
Esta actitud de falsía y negligencia, es consustancial al régimen y se revela en todo, hasta en la página oficial del gobierno nacional, cuando a ocho meses de haber asumido funciones el nuevo Canciller, aparece todavía Delcy Rodríguez como responsable del Despacho.