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Mensaje histórico extraordinario

Germán Carrera Damas

NOTA: Debo ser consecuente con lo dicho en mi breve obra titulada En defensa de la República. Voz de alerta, publicada en enero de 2013 por Los libros de El Nacional, y reproducido en el pasaje citado en la contratapa, que reza: “Hace algún tiempo que vengo dando, por esta vía, la voz de alerta ante la que he denominado la demolición de La República, concebida como la manera de abolir el ejercicio de La Soberanía popular, como fuente necesaria de la legalidad y la legitimidad del Poder Público. Mientras el régimen militar-militarista que ha asaltado El Estado, El Gobierno y La Administración Pública, creyó que era posible burlar La Soberanía Popular, valiéndose de toda suerte de ventajismos y disposiciones atrabiliarias, contuvo sus afanes antipopulares. La tenacidad y la lucidez, demostradas por la mayoría de la ciudadanía en su determinación de preservar La República Liberal Democrática, se han revelado crecientemente superiores a esas acechanzas contra La República. Hemos desembocado, de esta manera, en una situación en la cual toda comparecencia ante La Soberanías popular se ha vuelto temible para el régimen. Hasta el punto de que sus usufructuarios sienten la necesidad no ya de falsear los términos de esa comparecencia, sino de hacerla innecesaria.”      

EN DEFENSA DE LA SOBERANÍA POPULAR           

Hace poco más de 70 años los venezolanos estrenamos nuestro ejercicio de La Soberanía popular, en elecciones convocadas por la Junta Revolucionaria de Gobierno con la cual culminó la Revolución iniciada en el 18 de octubre de 1945. Las rigió un Estatuto electoral que prescribió el sufragio directo, universal; y secreto. Esta experiencia, nunca antes vivida por los venezolanos, se realizó bajo el control y la guardia de un Consejo Supremo Electoral democráticamente constituido. El resultado de esta novedosa experiencia, sometida a muy difíciles y sanguinarias pruebas, fueron cuadro décadas de Democracia que consolidaron la conciencia de necesaria participación del ciudadano en la formación, el ejercicio y la finalidad del Poder público, fundamentos de La Democracia.

Sobreponiéndose a todas las arterías, nació entonces en el venezolano la que ha llegado a consolidarse como una poderosa creencia: la que vincula el ejercicio electoral con la vigencia de La Democracia. Esto ha sido así hasta el punto de que tiranías y dictaduras militar-militaristas no se han atrevido a prescindir del principio de La Soberano popular, confiando en que la conciencia democrática del ciudadano venezolano podía ser manipulada, a la par que se subvertían las instituciones, para dar una apariencia de legitimidad a su empresa de saqueo del Erario público y de corrupción de la vida política, disfrazando de “verdadera Democracia” aun el más grosero despotismo.

Aconsejados por servidores civiles, desde 1948 pusieron empeño en presentar ante la opinión pública un semblante de legitimidad valiéndose de la manipulación de la arraigada convicción ciudadana sembrada por La Democracia y preservada desde 1946, como la más lograda reivindicación democrática; sólo que, como sucedió con la dinamita, inventada para aliviar el trabajo humano y convertida en la que para entones fue el más eficaz poder destructivo, el ejercicio de La Soberanía popular ha sido pervertido de fuente de Democracia en epitafio de La Libertad.

Seamos claros, a ver si con  ello aprendemos a ser valientes. Los venezolanos nos hallamos hoy ante una maniobra groseramente continuista, mediante la cual  se nos incita a cohonestar, llevando la honestidad hasta la candidez, participando en una farsa electoral en la cual destacan dos candidatos  unidos por el origen, entre los cuales uno representaría la oportunidad de hacer bien lo que hizo mal y el otro ofrece los mismo, sólo que envolviéndolo, como solía decirse en la fase precedente del actual despotismo, “en papel de seda.”

Seamos claros: la Democracia representada por La República, ha demostrado poseer la lucidez y la tenacidad que la ha hecho capaz de enfrentar con éxito, durante casi dos décadas, el despotismo reencauchado que se intentó vender como el Socialismo del Siglo 21,- (¿Recuerdan esa consigna los espurios constituyentistas “socialistas” del presente?)

Derrotado como ha  sido, por el pueblo democrático, el despotismo procura que la lealtad del pueblo democrático a los valores de La Democracia juegue en su favor, induciéndole a pensar que ejerciendo su soberanía preserva los valores de la misma, aun cuando la hagan servir a su negación.

¿Un pueblo democrático despotizado mediante la creencia en su propio Poder?

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