NOAl, diálogo y Timoteo
La semana que acaba de transcurrir estuvo llena de acontecimientos, algunos negativos, otros generadores de incertidumbre.
Entre los negativos se destacan dos: la costosa e inútil celebración de la llamada Cumbre de los No Alineados, que demostró, una vez más, la poca relevancia de este foro que se limita a repetir lugares comunes, ya suficientemente debatidos en el seno de las Naciones Unidas por el Grupo de los 77. Pero en el caso de la reunión en Margarita salió a relucir el peor rostro del gobierno, que convirtió a la bella isla en un estado de sitio y tuvo que importar gente de tierra firme para, como en las aldeas Potemkin, mostrarle a los escasos jefes de Estado presentes, la » popularidad» del regimen.
Del otro lado de la barrera, la inexplicable e injustificable declaración del coordinador internacional de la MUD, Timoteo Zambrano, en la que, con argumentos alambicados, y sin base, pretendió descalificar las medidas adoptadas por los miembros fundadores de Mercosur, con respecto a la membresía de Venezuela en dicha organización.
Por último, en el campo fértil de la incertidumbre está el diálogo, por demás necesario, entre gobierno y oposición.
Es evidente que el diálogo en momento de crisis terminales es necesario. También que, mientras no se lleguen a acuerdos, estos debe ser reservados, porque se barajan muchas hipótesis, y mientras no se decanten, no tiene sentido informar a la platea.
Lo malo es la actitud de los excluidos de esas conversaciones, que en ambos lados se lanzan al ruedo haciendo afirmaciones que ponen en riesgo el hecho mismo de dialogar. Las razones son distintas en cada caso, mientras que en unas es afán de protagonismo, en el otro es temor de convertirse en el chivo expiatorio de un posible acuerdo.
La realidad impone avanzar, con tino, en la búsqueda de soluciones a una crisis que no se podrá resolver sin un mínimo de entendimiento entre las partes hoy enfrentadas. Y el talento consiste en llegar a acuerdos que resuelvan causándole el menor daño posible a una población que ya ha sufrido en demasía.