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¿Nos están robando?, pero si ni siquiera son nuestras elecciones

Por Santiago Carnevali-Goitía

Parecen elecciones anestesiadas. Venezuela no se inmuta en lo absoluto por los sucesos pautados para el 20 de mayo. Por el contrario, la cercanía de dicho día parece inverosímil. ¿Hay algo más en estas elecciones, además de papeletas que ya tienen un nombre marcado? ¿Nos están robando las elecciones? No. Ni siquiera son nuestras elecciones.

Por primera vez parecieran coincidir todos los factores que validan la postura de deslegitimar el proceso. Corrijo, las elecciones ya están deslegitimadas. Apartando a la oposición política, la comunidad internacional también va aumentando sus críticas al evento electoral de este mes. Nos corresponde a la oposición social hacer lo propio.

El llamado no busca mimetizarse con la posición de alguna organización política. Sin ánimos de asumir determinada directriz partidista, corresponde a los sectores de la sociedad civil no dejarse comprar. Hay que luchar por las elecciones que merecemos. La Venezuela que en algún momento abogó por unas presidenciales como vía de salida no ha dejado de hacerlo.

Como demócratas es menester comprender que «democracia» no es simplemente insacular en la urna un nombre -la que yace, en otra urna, es la propia democracia-, sino en la defensa de nuestras instituciones, de nuestros principios, de los estandartes de la ciudadanía.

A nadie habrá de sorprenderle que Nicolás Maduro gane las elecciones. ¿Por qué ser cómplices de una trampa previsible? No podemos respaldar unos comicios amañados. Esto no significa haber agotado la vía electoral; por el contrario, a la sociedad civil nos corresponde exigir las elecciones esperadas, necesitadas y merecidas.

Después de un 2017 lleno de vicisitudes, la calma antinatural que ha marcado lo que va de año lógicamente ha generado recelo hacia las figuras políticas que se alzan sobre más tarimas que multitudes.

Sin embargo, ante los mismos jugadores viciados de las mismas mañas de siempre, la táctica no puede ser abandonar la política, dejarla a su voluntad, sino reclamar el espacio que nos pertenece.

Así como nuestra posición se demarca en contra de los mismos rumbos que la han llevado a la ruina, también hay que recalcar que esta cruzada por la libertad no es de la MUD, del Frente Amplio o de la coalición política de conveniencia, sino de un país que se rebela al hambre, a la opresión y a la pobreza, cuyo combate está en las calles y frente al plato vacío.

Miremos a ambos lados. Sabemos que no es la primera vez que ocurre. Lo más tenebroso del asunto es mirarnos al espejo y no ver nada.

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