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Nota de despedida: Cecilia Martinez Mendoza

Esta mañana leí en Primer Poder, la noticia -tomada de Tal Cual Digital- del fallecimiento de Doña Cecilia Martinez Mendoza, a los 102 años de edad. Cecilia Martinez, como se la conoció en su larga carrera en los medios de comunicación, especialmente en la televisión, era un personaje querido y respetado por todos, no tuve un trato continuado con ella, no obstante que éramos parientes, en algún lejano grado, ambos descendíamos del Capitán Fernando o Hernando Hurtado de Mendoza, quien en el siglo XVI llegó a Trujillo a traer su semilla vasca, «de los Mendoza de Álava» que profundamente marcó la Historia de España y de Europa por varios siglos. En Venezuela, salvo el breve paso del Dr.Cristobal Hurtado de Mendoza por la presidencia en 1811, parece que los (nos) destinan a Ramo Verde.
Cecilia tenía la sencillez propia del gran señor, que los españoles sintetizan diciendo que «si vas a casa de un marqués ruega a Dios, que sea él quien te abra la puerta, que si es el mayordomo te patea», femineidad, gracia, naturalidad, fluían de su persona como quien respira. Es muy doloroso que le haya tocado ver, debería decir sufrir, este tiempo del desprecio y del odio, la destrucción del país, el desdibujamiento de una sociedad que fue fluida y grata.
Paz a sus restos y conservemos su memoria, y si es posible sus maneras y su gracia.
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Un comentario

  1. Cecilia Martínez, toda una DAMA, figura descollante de la TV venezolana desde sus difíciles inicios, tiene el doble mérito de haber cultivado la Excelencia en sus apariciones en diversos programas («Monte sus cauchos Good Year» el que más fama le trajo), y haber superado los escollos que aquella sociedad de los años 40, 50 y 60 colocaba, para impedir que las mujeres se salieran de los límites del hogar, su «claustro natural» según los conceptos machistas de la época. Entiendo que alcanzó los casi 102 años con satisfactoria lucidez, siendo así, son dos logros envidiables, su longevidad y su positiva lucidez. Admirable como pocas personas, nada se le puede reprochar. Paz a sus restos, honor a sus realizaciones.

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