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Odisea y antipolítica hacia el 2018

Que Venezuela se encuentra más pauperizada que nunca y frustrada con el status quo es un sentir que salta del 98 hacia el 2018. Aproximándose ya los veinte años desde la asunción al poder del fallecido Hugo Chávez Frías, la historia se vuelca y da un triste retorno. El hastío y la falta de credibilidad cundan en las calles, la desconexión de las elites políticas con el sentir popular es obscena y los venezolanos quieren a una tercera vía independiente en el poder. A pesar de las similitudes entre contextos, cada circunstancia es única. El presente nunca es una copia exacta del ayer. La vicisitud en tiranía no es igual a aquella en democracia. En tal sentido, incluso si nos perturbase; debemos reflexionar el porqué hemos desahuciado a la política cuando ésta es la llamada a defenestrar a la opresión.

¿Qué es lo que ha perseverado a lo largo de estos años hasta sus extremos? Podemos argumentar que son dos: 1) La relación que sostiene el político con la corrupción y 2) una visión terrible sobre el servicio público. Estos elementos, tan íntimamente interrelacionados; demuestran que lo se normaliza en lo privado se vuelve costumbre en el manejo de lo público. Venezuela es un caso en donde la relación clientelar-transaccional con el Estado volvió común la idea de que robar es permisible y que todo es negociable. En lo gubernamental, tal realidad se tradujo en entender a la función pública como puerta de acceso a prebendas y privilegios, en vez de, como define la Real Academia Española al servicio público; una actividad destinada a satisfacer las necesidades de la colectividad.

El problema es que grandes porciones de la clase política venezolana son percibidos por los venezolanos como un cumulo de mañas y personalismos. Ejemplos de esto se tienen muchos, entre ellos tenemos: al himno nacional que menciona claramente al egoísmo que una vez más triunfa, al pueblo que se da cuenta que tras votar ya no es tomado en cuenta y a los usos metafóricos de palabras tales como enchufado, cogollo, guiso o tramoya. Lo perjudicial de esta situación es que la ciudadanía solo tiene dos formas de ver a los actores políticos: una mala y una peor. Si es la mala decimos que el político se sirve es a sí mismo. Si es la peor decimos que el político no es más que un flagelo para el ciudadano de a pie. Sea una o la otra, lo catastrófico es que los venezolanos ven en los políticos una obstrucción para la mejora de sus problemas.

Una visión tan negativa de la política erosiona a cualquier democracia, pero el mismo supuesto en tiranía es fatal. ¿En quién confío?, ¿cómo puede pedirme mi voto quien me traiciona?, ¿será que éste si es sincero y patriota?, ¿dará respuestas a mis penurias? Son algunas de las preguntas que los venezolanos se hacen por causa de los pésimos antecedentes que han dejado los políticos. En este mar de dudas es muy difícil que los liderazgos de bien puedan conducir a las masas hacia su libertad. La intriga, la opacidad, el doble discurso y el descaro han hecho mella en una nación entera. Una circunstancia así, de fracasos tan reiterados de las clases políticas preponderantes; lleva a que en la consciencia del pueblo se presuma la culpa del político por el solo hecho de serlo.

A  pesar del gran peligro que la antipolítica representa en la situación actual del país, ¿cómo puede pedírsele al ciudadano que no caiga en ella? Los acontecimientos recientes justifican sobradamente el sentir de los venezolanos. Cuando se tiene un régimen que se la pasa en sus diatribas ideológicas y narrativas grandilocuentes a costa del sufrimiento de millones, la historia es bastante triste. Pero si además le agregas una porción opositora que le da la espalda a la voluntad de sus propios votantes, el desenlace es patético. La ciudadanía venezolana es víctima de lo más cruel, se ha jugado con sus esperanzas  para luego ser hambreada hasta la muerte o guiada hacia el vacío por ello.

La última vez que se cedió a la antipolítica de forma tan generalizada se llegó a la conclusión de que se necesitaba a una tercera vía, a un vengador. ¿Alguien pudiese discutir la tragedia que eso nos trajo? Es bastante dudable. El 2018 ya está próximo y los venezolanos tendrán que tomar decisiones sin precedentes de cara a un status quo que colapsa. ¿Qué harán? ¿Buscarán a una nueva tercera vía? ¿Una mejor? ¿Una de la construcción y no de la venganza? ¿Se rendirán a la necrosis, al zombi que es la situación actual? Hay muchos cuestionamientos y nadie puede predecir el futuro de una Venezuela tan convulsionada como la de hoy. Lo que si es cierto es que la recuperación de la república va a requerir de la más alta política que nuestra sociedad pueda rendir. De darse ese sueño dorado, ese advenimiento de lo mejor dentro de los venezolanos, es porque por fin estaremos viendo el emerger de los verdaderos políticos: aquellos que sirven a la nación en vez de ser servidos por ella. ¡Ojala sea así!

@jrvizca

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