Opinión Internacional

AMLO y la república amorosa

“El caudillismo reenciende la llama emotiva de la política: pretende activar de nuevo la lealtad afectiva y restituir ese vínculo emocional que, como el amor, no acepta prohibiciones.” Jesús Silva-Herzog Márquez

Mario Cuomo estableció alguna vez, «los políticos hacen campaña con poesía, pero gobiernan con prosa». Heredero de una tradición autoritaria e influenciado por el caciquismo, Andrés Manuel López Obrador vuelve a una nueva elección presidencial, con su propuesta llamada » la República Amorosa». Ante el contexto de violencia que enfrenta el país, el tabasqueño se presenta como quien puede regresar el amor y la paz a México través de su proyecto.

El candidato de la izquierda pone en el centro de su propuesta al amor, con un contenido precario e ingenuo. Ante la urgencia de modernización, la izquierda mexicana vuelve a refugiarse en viejos cacicazgos y en propuestas conservadoras. El Estado mexicano requiere más que poesía y propuestas superfluas que traten de ganar votos y aprovecharse de la coyuntura nacional. Como lo describió Jesús Silva Herzog, “la política de la amistad es aquella que está atenta a todos pero no quiere cambiar nada porque hacerlo sería un acto de hostilidad contra algunos. Por ello esta política beatífica es la divisa básica del conservadurismo: conversar con las circunstancias, no pelear nunca con nadie para cambiar la realidad”.

Como cada seis años, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y sus aliados enfrentan nuevamente una disyuntiva crucial para su desarrollo. Por una parte apostar por el progresismo, una izquierda moderna al estilo de Bachelet y Lula, o mantenerse estancada  con un discurso beligerante, carente de propuestas y rodearse de quienes identifican a su candidato como el mesías y redentor.

 

Y es que AMLO puede ser definido como un político de contrastes. Desde hace tiempo contradictorio y poco coherente, se trata de un político conservador en un partido que se define de izquierda, un político cuyo discurso se basa en la lucha contra la injusticia y la corrupción del sistema, pero que al presentarse un video en el que René Bejarano se embolsa fajos de billetes de manos del empresario Carlos Ahumada, López Obrador alega que se trata de un complot en su contra para desprestigiar su imagen. Después de estar preso menos de un año, Bejarano vuelve a formar parte del equipo del perredista.

AMLO hoy habla de amor, sin embargo hace 6 años apoyado en un discurso de clases, se apoyó en una premisa básica de pobres contra ricos, con lo que logró el encono de la sociedad mexicana como nunca antes. AMLO denuncia a la mafia del país, pero ahora incorpora a su equipo a figuras como Manuel Bartlett, a quien culpó en 1988 de tirar el sistema y robarle la elección presidencial a Cuauhtémoc Cárdenas. AMLO quiere ser presidente, pero no acepta los fallos de los tribunales y manda al diablo a las instituciones mexicanas. AMLO se define como un demócrata, pero es un caudillo que al viejo estilo priísta, impone constantemente candidatos, promueve “Juanitos” para postularse para que después renuncien y le dejen su puesto a su gente. AMLO quiere promulgar leyes “más justas”, pero en el fondo desprecia la ley. AMLO quiere a Juan Ramón de la Fuente como Secretario de Educación Pública, pero se rodea de figuras como los Padierna, los Bejarano, los Batres y los Noroña. AMLO llama a la unidad, pero condena constantemente a la Suprema Corte, critica a los empresarios y crea gobiernos paralelos con gabinetes fantasmas. AMLO habla de libertades, y toma Paseo de la Reforma por meses afectando a miles de ciudadanos. AMLO hace criticas al sistema y a opositores, pero no acepta críticas a su movimiento ni a su persona.

López Obrador es el candidato de las movilizaciones, es el movimiento unipersonal y sectario, es el candidato que acepta entrevistas cómodas y se queja de un cerco informativo, es el candidato que hoy trata de apelar al amor para ganar adeptos entre quienes están descontentos con la situación de inseguridad y violencia. Sin embargo, apelar al amor no es una propuesta que vaya a transformar las condiciones sociales, políticas y económicas de nuestro país.

Construir una república de amor cabe en sentimentalismos, pero no cabe en un Estado que requiere un presidente con visión de gobierno. En una república del amor se apela a la devoción, a la adoración, al decir “si” sin cuestionamientos; en esa propuesta no existe espacio para transformar la realidad. Lo que menos necesitan México y la izquierda es una república llena de conformismo y conservadurismo. Si algo requerimos hoy en día, es una izquierda sólida, una social democracia que pueda aportar al debate nacional, una izquierda que represente a todos los sectores de la sociedad, que genere un espacio para la negociación y los acuerdos, para la crítica constructiva que permita el crecimiento a través de todas las voces, ser plurales e incluyentes.

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