Opinión Internacional

China: Gobierno y Seguridad

El pasado 19 de septiembre Hu Jintao, Presidente de la República Popular China (RPCh) y Secretario General del Comité Central del Partido Comunista Chino (CC PCCh), fue electo Jefe de la Comisión Central Militar China (CMCh) -el mayor cargo de responsabilidad militar y tercer puesto de mayor autoridad en la estructura del Estado chino. El retiro de Jiang Zemin como máxima autoridad militar ha completado la gradual y controlada transición política dentro del régimen socialista. Lo secuencial y delicado del proceso responde no sólo al carácter cerrado y altamente burocratizado del estamento gobernante chino, es también, y sobre todo, un mecanismo de seguridad que permite realizar cambios trascendentales sin que se vea perturbado el proceso de desarrollo de China –cada vez más cercano a la visión occidental moderna- como potencia regional con aspiraciones globales. El manejo de variables objetivas como lo son casi 1,3 mil millones de habitantes, 56 etnias, cerca de 9,6 millones de km2 de área y 22.117 km de frontera terrestre con 14 países distintos (gran parte de las fronteras marítimas siguen en disputa, tanto en el estrecho de Formosa como en el Mar Meridional de China), es en sí mismo una justificación al carácter regulado de la transición.

La gobernabilidad en la RPCh corresponde, pues, a la capacidad del PCCh de mantener un desempeño óptimo como parte de la estructura político-constitucional del Estado, sobre todo en materia de satisfacción de expectativas crecientes (tanto materiales como socio-políticas) y mantenimiento del orden interno, bien por el sostenimiento de condiciones estables que mitiguen el riesgo de oposición radical o, en última instancia, la coerción. Para ello se requiere un PCCh eficiente y cohesionado, por lo que el Congreso Anual del Partido ha hecho importantes exhortaciones a la lucha contra la corrupción administrativa –lo cual es en sí mismo un reto de Estado dada la hipertrofia burocrática típica del socialismo- y ha centralizado la autoridad en el Presidente Hu Jintao.

La capacidad de gobierno en la RPCh es también una condición necesaria para afrontar las múltiples amenazas a la seguridad nacional. En este artículo me limitaré a exponer brevemente sólo tres de los varios asuntos de seguridad, y únicamente me referiré a asuntos fronterizos o adyacentes al territorio, es decir: el desarrollo del programa nuclear norcoreano, el crecimiento demográfico de la población islámica en el noroeste de China y las disputas de la soberanía sobre las Islas Spratly en el Mar Meridional de China. Dejo deliberadamente fuera el asunto Taiwán, ya que en éste se superponen intereses chinos y estadounidenses y así, dejando para otra ocasión el análisis del estado actual del asunto, no desoriento la observación hacia los intereses globales chinos, los cuales se encuentran en todos los continentes y en las órbitas de terrestres ordinarias y geoestacionarias. A las amenazas nacionales a las que nos referimos hay que tenerlas en cuenta como un asunto potencial o efectivamente intervenido por la CMCh y las distintas ramas del Ejercito Popular Chino, por ser estos problemas vinculados directamente a la soberanía territorial y al interés defensivo del Estado.

Corea del Norte

El solapamiento generacional del liderazgo chino se convierte en un punto vital para la seguridad del Estado en tanto las negociaciones diplomáticas de altura, como lo es el six-party talks que mantiene junto con Rusia, Japón, Corea del Sur, Estados Unidos y Corea del Norte con respecto al programa nuclear de este último país, requieren de una continuidad administrativa y de criterio político.

La emergencia de una nueva potencia nuclear, que si bien goza de un gobierno fuerte es susceptible a futuras perturbaciones dado el precario nivel medio de vida de los norcoreanos y las restricciones de libertades a las que se ve sometida la población de un Estado autoritario personalista, se considera, con fundamento, una amenaza a la seguridad china en tanto una violenta transición no controlada de la cúpula del gobierno de Pyongyang debilitaría los mecanismos de regulación de las posibles armas de destrucción masiva, las cuales podrían llegar al mercado negro en donde grupos subversivos tendrían acceso a capacidad nuclear, si bien limitada igualmente mortífera y eficiente como instrumento político de aplicación del terror. Pero para que el programa nuclear norcoreano tenga repercusiones en la percepción de amenaza de la clase dirigente de la RPCh no es necesario que se plantee un escenario de ingobernabilidad al norte de la península, Kim Jong Il y su círculo allegado podría utilizar la capacidad bélica nuclear de Corea del Norte para chantajear a las potencias vecinas y obtener concesiones que de otro modo no lograría dada la degradación del poder nacional del país tras décadas de socialismo, culto a la personalidad y sobredimensionamiento del gasto público militar en instrumentos de guerra de segunda generación, sin que exista para ello una verdadera economía productiva que lo respalde. Así, Corea del Norte se proyecta como un Estado guarnición que no emite señales certeras de confianza, por lo que absorbe gran parte de la atención en Asia Oriental en materia de amenazas a la seguridad regional.

El Extremismo Islámico en China

La región autónoma de Xinjiang-Uygur es la más grande de China (1.646.900 Km2) aunque no la más poblada (19.000.000h. aprox.). No obstante, lo políticamente pertinente para el estudio de seguridad de la región es su carácter fronterizo en combinación con un hecho demográfico-cultural: la mayoría de la población de la región es de credo musulmán. Ello no resultaría en sí mismo una amenaza a la seguridad china si no estuviese Xinjiang-Uygur en contacto directo, o cercano, con provincias fronterizas e históricamente desarraigadas del poder central de Estados como Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Afganistán, Pakistán y Uzbekistán, los cuales han demostrado un importante grado de impotencia en sus controles territoriales.

La distancia de la región con el centro de poder político chino, Beijing, alimenta la idea de una posible germinación de grupos fundamentalistas musulmanes dispuestos a avanzar en planes de secesión en favor de la creación de una república islámica (Uyguristán), contando para ello con apoyos provenientes de los grupos radicales que operan en Asia Central (como por ejemplo, el pequeño pero activo grupo separatista “Movimiento Islámico del Turkestán Oriental”, que se presume mantienen estrechas relaciones de cooperación con la red Al-Qaida). El gobierno chino ha promovido el ingreso de miembros de la etnia uygur, de credo islámico, a niveles medios de responsabilidad regional en el PCCh y en la administración pública regional, de esta manera se libera presión sobre la Región Autónoma en tanto la creciente población musulmana se siente representada y se identifica en mayor medida con el Estado chino y percibe menor vínculo con los grupos extremistas islámicos mejor organizados de Asia Central. La inestabilidad en esta área geográfica repercutiría en la política de defensa nacional y en la seguridad sobre una región sensible del planeta en la que conviven grupos extremistas, narcotraficantes y señores de la guerra que comercian ilegalmente armas, todo ello en un área adyacente a las grandes reservas energéticas del Mar Caspio, lo cual cobra mayor importancia hoy, cuando China ha aumentado su tasa de consumo energético a más de 6 millones de barriles de petróleo diarios y toda fuente de hidrocarburos se hace altamente apreciada.

Soberanía sobre las Islas Spratly

En el Mar de China Meridional se encuentra un conjunto de islas y arrecifes conocido internacionalmente como Islas Spratly (la RPCh las denomina Islas Nansha y las considera parte de la provincia sureña de Hainan). Sobre las Spratly existe una intrincada superposición de intereses regionales que constituyen uno de los contenciosos territoriales más importantes del Sudeste Asiático; por una parte la RPCh, Taiwán y Vietnam mantienen una reclamación absoluta sobre la soberanía de las islas, mientras que por otra parte Indonesia y Filipinas sostienen reclamos parciales. Establecer una indiscutida soberanía sobre las islas daría a la potencia beneficiada el control oficial de buena parte del Mar Meridional de China, con las consecuencias económicas y estratégicas propias de la zona.

A pesar de lo poco explorado que se encuentra el Mar Meridional de China, las conclusiones geológicas preliminares indican que existe un altísimo potencial petrolero y sobre todo gasífero, lo que naturalmente alienta la competencia de las potencias circundantes en procura de mejorar sus suministros y reservas de energía y potenciar su desarrollo industrial. El caso de la RPCh es especialmente emblemático en tanto se ha colocado como la segunda potencia mundial en materia de consumo energético total. El gobierno chino ha colocado sus esperanzas de potencia global futura en un descomunal programa de desarrollo industrial que abarca desde rubros tradicionales pesados hasta sectores de producción de alta tecnología, por lo cual la procura de materia prima se hace existencial. El aumento del nivel medio de vida y los recursos destinados a la defensa pasan por el mantenimiento de altas cuotas de producción, dependientes de la seguridad energética y material que se garantice.

En el año 2002 la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) y la RPCh firmaron un código de conducta para evitar choques en el Mar Meridional de China (Declaration on the Conduct of Parties in the South China Sea). En el documento no se hace mención al problema de la soberanía sobre las Islas Spratly, pero las partes se comprometen a evitar la amenaza del uso de la fuerza para imponer sus criterios, es por tanto una declaración de principios que funge como guía nominal para la resolución de conflictos. No obstante, posteriormente a la firma del código de conducta, la RPCh invitó a la armada de India a realizar ejercicios conjuntos de guerra naval, excluyendo la participación del resto de las naciones del Sudeste Asiático. La política de defensa china ha sido consecuente consigo misma, aunque choque con lo expresado diplomáticamente. La nueva clase política china sigue comprometida, y quizá más que las anteriores generaciones, dada la necesidad imperiosa de desarrollar el país para obtener una definitiva proyección de poder mundial, con la seguridad energética y la imposición de su interés nacional en las regiones sensibles.

Más allá de entrar en detalles sobre el funcionamiento burocrático del Estado chino, la importancia que en materia de seguridad nacional representan cada uno de estos tres asuntos, enumerados de una manera que no pretende ser exhaustiva, es per se una justificación suficiente para la transición solapada y controlada del estamento político dentro del PCCh. Con ello no se debe entender que tal proceso político-administrativo se deba exclusivamente a asuntos de seguridad nacional, mas sí podemos afirmar que la gradualidad en el cambio de gobierno chino supone en gran medida la operacionalización de un mecanismo de gobernabilidad y seguridad para un Estado que ya es el centro de gravedad estratégico de Asia Oriental y que se proyecta con fuerza como la segunda potencia global.

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