Opinión Internacional

Cochina envidia

La crisis financiera más grande de esta generación ocurrió hace seis días. A pesar de las esperanzas de alcanzar algún tipo de arreglo que permitiera impedir la caída de la banca de inversión más grande de los Estados Unidos, la semana arrancó con la declaratoria de bancarrota de Lehman Brothers, incapaz ya de manejar una deuda de 600 mil millones de dólares, consecuencia de apuestas irresponsables en hipotecas de alto riesgo. Poco después le tocó el turno a la emblemática Merrill Lynch, el tercer banco de inversión en orden de importancia y verdadero ícono de Wall Street, que debió venderse apresuradamente a Bank of America. La empresa de 94 años, fue también víctima de la crisis y antes de correr la misma suerte que Lehman, y pedir la protección del Capítulo 11 del Código de Bancarrota americano, prefirió desaparecer con algo más de orden. Y no hemos visto el final de esta tragedia financiera de dimensiones planetarias.

Todos los índices cayeron en picada, desde el Dow Jones, pasando por el Paris CAC, Londres, Taiwán y Singapore. El lunes 15 fue el peor día desde los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001. El coletazo no se hizo esperar: el petróleo venezolano cayó por debajo de los US$ 87 y el dólar paralelo se situó en 235% en relación al controlado. Nuestro riesgo país ya casi toca los 1.000 puntos, peor que el de Bolivia, a punto de una guerra civil. Los bonos venezolanos, que se vendieron a más del 100%, hoy están por la mitad y algunos de los argentinos, que con tanto interés ve el Gobierno, se cotizan en 35% de su valor nominal. Y Venezuela importará este año mercancía y alimentos por un valor aproximado de 55 mil millones de dólares, 53% más que en el 2006.¿Cómo podemos ser indiferentes a lo que ocurre en los Estados Unidos? Pretender, como ha dicho el Gobierno con gran satisfacción, que el Imperio se está derrumbando y a nosotros ni nos afecta, es muestra de ignorancia y mala fe.

Entre tantas buenas noticias, no hayamos dónde escoger para una lectura agradable, apta para iniciar la semana. Así, la unidad se tambalea en algunos Estados claves. Carabobo, por ejemplo. El único peligro real es la tercera fuerza de Acosta Carlés, que excava sus votos en el sector opositor y en los ni-ni, que no se entusiasman mucho con la ambición y el narcisismo de los candidatos opositores. Los votos del chavismo no irán para Acosta Carlés, eso lo sabe. El debe buscar sus votos en una oposición descontenta con sus dirigentes. El candidato de Acosta a la Alcaldía, de apellido Makled y con unas referencias infames, hace lo mismo, comiendo los votos de una oposición distribuida entre media docena de opciones. Y mientras, el PSUV sube en las encuestas y el candidato «unitario» desciende. Esa estrategia la cumple a la perfección el PPT en otros Estados.

Los aspectos positivos de esta semana son pocos, pero reconfortantes: McCain subió en las encuestas. Además, la influyente revista Foreign Policy acaba de publicar un análisis en torno al formidable y positivo legado de George W. Bush, aunque Ud. no lo crea. Pero sobre todo la aparición de un nuevo libro del escritor japonés Haruki Murakami, conocido autor de novelas, pero también de un inquietante ensayo, Underground, sobre el ataque con gas venenoso efectuado por el grupo religioso Aum Shinrikyo al metro de Tokio en 1995. Su nueva colección de ensayos, qué envidia, se titula De qué hablo cuando hablo de correr (What I Talk About When I Talk About Running), un libro exquisito sobre maratones y triatlones, de las cuales el autor es asiduo practicante. Intentaré correr mañana en el Parque del Este, a menos que el gobierno ponga una nueva cerca y nos lo impida, por ahora.

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