Opinión Internacional

Controles de capital en Colombia

(%=Image(6771497,»L»)%)Bogotá (AIPE)- A los colombianos nada nos complace más que engañarnos sobre la situación de nuestro país y sus perspectivas. Vivimos hambrientos de mitos que complazcan un orgullo ilusorio que a menudo no está sustentado en nuestra realidad. En los últimos años, hemos admitido con toda complacencia un mito que pronto, y tal vez con mucho dolor, nos mostrará su falsedad.

A partir del evidente cambio en el clima nacional que se vivió con el gobierno del presidente Alvaro Uribe, los colombianos nos hemos formado la imagen de que este presidente, recio y decidido en materias de orden público, es también objeto de una incondicional admiración en los círculos económicos internacionales. Creemos que, gracias a los evidentes resultados en la pacificación del país, esa admiración seguirá firme, y que tanto a los inversionistas como a los mercados mundiales poco les importará el rumbo de las condiciones económicas. Eso es falso y, lamentablemente, desde hace varios meses el presidente Uribe se ha embarcado en una feria de la irresponsabilidad que puede costar mucho a Colombia.

La más reciente expresión de ese derroche de imprudencia, de malas decisiones y de insensatez es la decisión de imponer controles a los flujos de capitales, con la esperanza de frenar la revaluación del peso. Ahí tenemos al presidente, aquel que se precia de ser un hombre firme, de carácter y esencialmente fuerte, cediendo como un niño ante las presiones de algunos sectores que en el pasado han disfrutado de gigantescas bonanzas y que han engañado al país haciéndole creer que su suerte es la misma suerte de toda la economía.

Los controles de capital son una medida absolutamente anacrónica que pertenece a aquellos tiempos en que los gobiernos temían a la integración económica y que se basa sobre todo en una visión irracional e infantil de la especulación. A este término se le ha teñido de una connotación moral negativa, cuando la verdad es que en cualquier mercado de capitales desarrollado, y en cualquiera que aspire a desarrollarse, la especulación es una práctica fundamental e indispensable.

Ahora bien, al imponer los controles de capital, el gobierno ha erigido un chivo expiatorio sobre el cual arrojará la culpa de la revaluación cuando, si actuara seriamente, debería darse cuenta que es consecuencia de su propia irresponsabilidad. De nuevo el presidente, quien aparenta ser un hombre de mano dura, ha sido absolutamente incapaz de controlar el gasto público, cuyo crecimiento es la fuente de gran parte de nuestros males económicos. Y no puede seguir ignorándose toda la evidencia que muestra que en la revaluación intervienen otros importantes factores, algunos de los cuales están muy lejos del alcance de los caprichos del presidente.

La feria de la irresponsabilidad económica en este gobierno no es nueva, pero ahora se está manifestando de forma más dramática. Las políticas de austeridad de Uribe han sido menos que paños de agua tibia. Además, ha tomado decisiones irracionales, como la de no vender Bancafé y Granahorrar, de nuevo al calor de una reunión política y en un acto de populismo. No se hizo una reforma tributaria y la reforma del sistema de pensiones que se aprobará solo puede ser digna de lástima. Ahora, como si todo esto no fuera bastante, el gobierno cede ante presiones e impone controles de capitales.

Despertemos del mito: la percepción de Colombia en los mercados mundiales no es la que nos gusta creer. Es cierto, allí se aprecia muy positivamente la evolución en materia de orden público, pero ante todo se piensa que Colombia carece de condiciones estables, que es un país en donde las ramas del Estado actúan de manera caprichosa y, por lo tanto, donde es imposible hacer planes de inversión. Las decisiones caprichosas del gobierno solo sirven para reforzar esa percepción.

(*): Director general del Instituto Desarrollo y Libertad, Bogotá

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