Opinión Internacional

Cumbre de Toronto del G20, más retórica contra las reformas

En medio de la inestabilidad económica mundial el Grupo de las 20 economías más desarrolladas del planeta (G20), al cual pertenecen Argentina, Brasil y México por América Latina, realizan este fin de semana una Cumbre más de jefes de Estado y de Gobierno en Toronto, Canadá. El proyecto de comunicado fechado el 11 de junio y filtrado por Reuter el miércoles 23 de junio, indica que se proponen poner límites a toda forma de complacencia en la lucha contra la crisis y recordarán que la mala calidad de las cuentas públicas puede afectar el crecimiento a largo plazo.

El comunicado subraya que la recuperación de la economía mundial es frágil e irregular y se caracteriza por un alto grado de desempleo, por lo que no existe ningún espacio para complacencias; mientras que los déficit públicos en muchos de los países crean volatilidad en los mercados y podría amenazar seriamente la recuperación y debilitar las perspectivas de crecimiento a largo plazo.

El comunicado enfatiza en la necesidad de nuevas medidas para atacar las causas de la crisis económica y hacer que el sector bancario sea más responsable y trasparente, para evitar una nueva crisis. Pareciera que finalmente la reforma del sector bancario se convierte en una prioridad para los países de mayor desarrollo del planeta, sector donde estalló la crisis, lo cual es fundamental para impulsar la recuperación económica, pero donde no ha habido acuerdo.

Si el proyecto de comunicado se mantiene, de esta Cumbre deberán surgir soluciones para destrabar las negociones comerciales de Doha de la Organización Mundial del Comercio OMC), pues señala que los mandatarios del G20 empujarán la conclusión de tan esperado acurdo comercial internacional y se comprometerán a prolongar por tres años más, hasta el 2013, el no aumento de las barreras a las inversiones y al comercio.

La interrogante es saber si los miembros del G20 lograran este fin de semana limar sus diferencias y llegar a acuerdos concretos o saldrá de su Cumbre con más retórica, la que no ayuda a restablecer los equilibrios perdidos y restaurar el crecimiento de la economía mundial. En realidad el panorama es complicado, los miembros del G20 tienen temas de debate extremadamente difíciles tanto en el plano macroeconómico, como el de la regulación y supervisión financiera, si en verdad quieren poner fin a la crisis.

En el seno del G20 afloran las discrepancias sobre qué hacer frente a la crisis. Pues si bien, en los Estados Unidos el presidente Obama, preocupado por el crecimiento de su economía que apenas lo hizo en 2.7% en el primer trimestre de 2010, producto de la reducción del consumo de los hogares y las empresas, propone continuar estimulando el gasto para evitar dañar la recuperación económica mundial y en su carta enviada a los mandatarios del G20, señala que sería un error socavar la recuperación mundial con una política de austeridad precipitada, calificando de constructiva la decisión del gobierno chino al flexibilizar su política cambiaria y poner fin a la indexación del yuan respecto al dólar; por otro lado los mandatarios europeos parecen tener su propia estrategia y preocupaciones, pues prefieren seguir apostando por la reducción del gasto público para disminuir el déficit y la deuda pública de los gobiernos, lo que implica restringir el gasto público y el consumo.

Chistine Lagarde, ministra de economía francesa, a horas de iniciar la Cumbre del G20 se ha alineado a sus homólogos de Berlín y Londres, al plantear a sus socios del G20 la necesidad de instaurar un impuesto a las transacciones bancarias basado en sus hojas de balance y además, defender la idea de reequilibrar las finanzas públicas en compatibilidad con el impulso al crecimiento, bajo la tesis de “restaurar los equilibrios preservando el crecimiento”, a lo que Canadá, Japón, Rusia, Australia y la India se oponen; por lo que es probable que al final termine la Cumbre dejando que cada país adopte las medidas que estime convenientes para fortalecer su sistema bancario y reducir los riesgos de crisis de pagos de sus deudas soberanas.

Antes de iniciar la Cumbre  se evidencian dos posiciones, la de los Estados Unidos, cuya economía depende más de los mercados y desea aumentar el capital de los bancos, y la de la Unión Europea, con economías dependientes de la actividad bancaria, que no ve problemas de fondo para que sus propuestas apoyen ese mismo fin; aún cuando de la evaluación de las políticas económicas seguidas por los países del G20 y su impacto sobre el resto, coordinado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), quizá puedan surgir propuestas para iniciar la reforma del sistema financiero internacional, sobre todos si se considera la interdependencia existente entre las economías nacionales, gracias a la globalización, que castigará cualquier falta de coordinación en las estrategias y medidas que adopte uno u otro país, donde la salud de uno depende de la del otro.

Ahora la humanidad entera está en manos de este clan de países que se ha adjudicado el derecho de conducir el destino del planeta y el debate pasará entre las posiciones de la Unión Europea, las de Washington y China, que al final se convertirán en los interlocutores del restos de los países participantes en la Cumbre, los que se sumarán a una y otra posición según sus intereses. Lamentablemente para América Latina, y pese a los compromisos adquiridos por los países en la reciente Cumbre de la Unidad de Cancún, Argentina, México y Brasil siguen siendo incapaces de ser los interlocutores del subcontinente en este foro mundial y llevar ahí una posición común.

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